Ayer murió a los 93 años la gran artista “mexicana” Chavela Vargas. Su muerte coincidió con el día en que hacía 35 años partía otro de los grandes de la música latina, Antonio Machín y, también, con el día en que fue encontrada muerta el más grande ícono del cine erótico de Hollywood, Marilyn Monroe. Acaso, la mayor y más evidente de su antítesis.
Una mujer que representaba todo lo que no era la sensual y trágica Marilyn, usaba pantalones, bebía whisky, fumaba habanos y, por sobretodo, amaba profundamente a las mujeres.
A propósito, Joaquín Sabina, no hace mucho recordaba en un muy mal programa de TV, una de sus frases para el bronce, en que manifestaba la enorme amistad y el cariño que le profesaba, cuando señaló “los dos hemos sido muy borrachos y mujeriegos.”
Fue una mujer enorme, valiente, transgresora y rebelde. Una mujer adelantadísima a su época que salió del “armario lésbico” en tiempos en que nadie lo hacía ni se hubiera dado el lujo de atreverse. Y, por si fuera poco, en un país que es todo un paradigma del machismo troglodita y, haciéndolo, de no menos espectacular forma: popularizando las mejores canciones de amor que dedicó a las féminas su gran amigo José Alfredo Jiménez, otro de los grandes de la canción mexicana.
Con él y con el apasionamiento del bolero y la ranchera, géneros a los cuales su voz y su personalísimo estilo les dieron un sello y una impronta inigualable e inconfundible, le cantó al amor y a una de sus mayores obsesiones, las mujeres.¡Cantaba llorando!
Es por ello que decimos que “Chavela Vargas” nació en México, y bastante crecidita, pues la que nació en Costa Rica un 17 de abril de 1919 fue una intrascendente Isabel Vargas Lizano, que quedó a atrás para siempre recién pasado los veinte años.
Fue, precisamente, en este país en donde nacería el mito cuando pasaba los treinta. Y lo hizo, también, muy bien acompañada, de la mano de las más potentes figuras de la cultura latina, entre las cuales se puede contar a Diego Rivera y Frida Kahlo (quien además, fue uno de sus grandes amores), a Pablo Neruda, Picasso, Carlos Fuentes, Diego Rivera y Carlos Monsiváis, Almodóvar y el mismo Sabina, por citar unos cuantos.
País en donde, también, descansará para siempre, feliz y en paz. Cumpliendo con todo, hasta con uno de sus últimos deseos, el de rendir tributo a uno de sus grandes “amores”, platónicos, por cierto, el gran poeta trágico granadino Federico García Lorca, con con “La Luna Grande”.Un hermoso trabajo que incluye versos de textos dramáticos, sonetos y romances de Lorca.
A propósito de este amor platónico por el poeta señaló en la vista que realizó a Madrid en 1992 que “una noche de nostalgia pude recordar lo que no había perdido.No encontré a Federico, fue él el que, como un clavel que revienta, me encontró. A sus órdenes, le dije.”
Fue, precisamente, con motivo de la promoción de éste, su último trabajo, que la vida terminó pasándole factura. Ya no estaba en edad de viajar. Acá en Madrid, en donde además aprovechó para presentar sus memorias, “Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela”, enfermó gravemente, no sin antes brindar un maravilloso e inolvidable concierto, para quienes tuvieron la suerte de presenciarlo, en la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid en compañía de Martirio y Miguel Poveda, hace exactamente un mes.
A la “Residencia”, regresaría, por última vez, por unos pocos días para convalecer, luego de que fuera dada de alta el 21 del mismo mes del hospital madrileño de “La Princesa”.
En este último tiempo, se dice, que hablaba mucho de la muerte, pero lo hacía como algo hermoso y cercano, pues al estar en paz partiría feliz “al encuentro con esa señora elegante”, como solía decir; un temple de ánimo, que por lo demás, quedó de manifiesto en una de sus tantas frases para el bronce: “Yo no le debo nada a la vida ni la vida me debe ya nada a mí”.
Y vaya que tenía razones para estar feliz a final de sus días, pues en vida recibió no solo la admiración incondicional de millones de fans de todo el mundo, sino que fue distinguida con la Gran Cruz Isabel la Católica, las medallas de Oro de las universidades Complutense de Madrid y al mérito de la de Alcalá de Henares, así como con el nombramiento de Huésped de Honor de Buenos Aires, Ciudadana Distinguida de la Ciudad de México y con el Grammy Latino.
Por último, otro grande de la música, Joaquín Sabina, el “Artaud de Tirso de Molina”, refleja toda esta pleitesía que despertaba en sus admiradores, quien, además transformó una de las famosas frases de la Chavela en una de sus más inolvidables canciones, cuando ella le dijo: “yo vivo en el bulevar de los sueños rotos”. Ayer recordaba así, este gran trovador urbano, a la gran musa ranchera a los pocos minutos de su sensible partida:
“…Me cogió un llanto irreparable. Lo que nunca me había sucedido. Siempre me culpé por no ser capaz de llorar con la muerte de mis padres, pero esta vez me venció el desconsuelo. Yo nunca me tomé copas con mis ídolos: Bob Dylan, Leonard Cohen o Brassens. Y sí, con Chavela, con la que he cantado, nos hemos abrazado y reído hasta hartarnos. Todas esas veces cuentan y contarán siempre entre las más grandes cosas que me han sucedido en la vida (…) Y recuerdo algo estas palabras de Almodóvar: “Desde Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como ella”.¡Quién pudiera reír como llora Chavela!”