Existen muchos factores políticos que explican la derrota de la Concertación en la última elección presidencial, 2009-2010. Pero sin duda la coalición misma es una parte importante de esa explicación.
En buena medida se trataría, a mi juicio, de una auto-derrota.
Por eso me parece que conviene explorar analíticamente algunos de los aspectos más relevantes de esa derrota para que no ocurra que estemos –como hasta el momento parece- en dirección a una iteración de la misma.
Considero que lo primero que hay que plantear es que la Concertación, o la coalición de oposición que la reemplace -y en realidad cualquier coalición política- desunida, siempre será vencida.
Y, la Concertación, como en la ocasión anterior, está enfrentando los procesos preliminares a la selección de la candidata o candidato a la próxima elección presidencial altamente desunida.
La imagen pública actual que se proyecta es que ya no se trata propiamente de una coalición atendiendo los conflictos entre sus partidos integrantes, las insistentes declaraciones acerca de su “defunción”, las rencillas entre sus dirigentes, que se expresan abiertamente –y son magnificadas- a través de los medios de comunicación.
Todo ello señala que es altamente probable que, como en la ocasión anterior, emerja no un candidato de oposición sino varios. Y, entre ellos, no cabe duda que perseverará un duro contendiente, Marco Enríquez-Ominami (“ME-O”).
Además, es notorio que se han intensificado las señales de desafección hacia la Concertación por parte del electorado –algo que ya existía en la anterior elección- y es probable que ME-O y algún otro candidato que también persevere, atraigan electorado que de otro modo votaría por un candidato opositor único a aquel del actual Gobierno.
De otro lado, el ex Presidente Ricardo Lagos Escobar expresó recientemente que los conflictos y la dispersión que afectan a la Concertación se deben a rencillas pequeñas y que los actores políticos terminarán “ordenadísimos” detrás de la ex Presidenta Michele Bachelet – bajo el supuesto que ella será candidata.
Todo ello es plausible, pero, a mi juicio, la persona de la candidata o candidato no es todo en política, aunque por cierto importe, y mucho.
Se trata de un asunto complejo porque la candidata o candidato debe presentar un paquete de ideas, orientaciones básicas de Gobierno, programas específicos, atendido que la política es también –aunque no siempre- contienda de ideas y programas.
Y no está claro ni es tan simple que la candidata pueda presentar ideas y un programa de Gobierno de carácter unitario, atendida la diversidad y conflictividad entre aquellos partidos políticos, grupos ciudadanos y actores individuales que se ordenarían tras ella.
Por su parte, el candidato de la Alianza- sea Andrés Allamand Z., Laurence Golborne R., Pablo Longueira M. u otro- dispondrá, como en la ocasión anterior, de todos los recursos políticos necesarios para ganar una contienda política presidencial.
Me refiero a partidos políticos, grupos de interés, empresas, recursos financieros, organización electoral, ideas, programa, activistas de campaña voluntarios y pagados, entre otros recursos, y los medios de comunicación.
No cabe duda que, especialmente en ese último rubro, la candidatura presidencial de la Alianza contó antes y contará nuevamente con recursos inmensamente superiores a los de sus contrincantes.
Opino, contrariamente a lo políticamente correcto, que el pueblo -todos y cada uno de nosotros- no somos siempre ni necesariamente sabios en política, como comúnmente se expresa, sino, en general, manipulables, en uno u otro sentido en cuanto a nuestras preferencias políticas. Y esa es precisamente la “virtud”, la capacidad política principal, de los medios de comunicación modernos: manipular la opinión pública política.
A su vez, el candidato del Gobierno se presentará ante el público elector con un discurso social al menos tan progresista como aquel de sus opositores y tendrá para apoyar tal pretensión, entre otros argumentos, aquel muy simple y potente de innúmeros bonos.
Además, sin ignorar ni aminorar los problemas de unidad de la coalición de Gobierno, al parecer ella está aprendiendo la lección –al menos mejor que la Oposición- y probablemente presentará un candidato respaldado por la unidad de sus adherentes.
Por último, la oposición no ha superado una debilidad a mi juicio crítica: la no renovación del liderazgo de sus partidos políticos.
En efecto, por más de dos décadas los partidos políticos opositores han presentado un elenco de dirigentes que se repite, y sigue repitiéndose, año tras año, elección tras elección.
En ese sentido el candidato de Gobierno describirá a la Oposición como un actor político escindido, agotado, exhausto en su liderazgo, sin creatividad y capacidad para llevar adelante un renovado proceso de cambio y desarrollo de la política, la economía y la sociedad chilena.
Por tanto, a mi juicio, las perspectivas políticas futuras de la o más bien las oposiciones son bastante magras y existen señales claras que estaríamos avanzando hacia un escenario de una segunda auto-derrota en las próximas elecciones presidenciales.
Pero, la política puede ser también ámbito o espacio de la creatividad, la voluntad y la responsabilidad humana; y, en tal sentido, el futuro, especialmente aquel más cercano en el tiempo, se construye hoy.