Ya el año pasado y por este mismo medio, advertí que los resultados de la Encuesta Casen podrían verse alterados artificialmente gracias a una serie de emolumentos, entregados estratégicamente, para subir los ingresos de quienes estaban bajo la línea de la pobreza o la indigencia.
Esto es: el programa piloto del “Ingreso Ético Familiar” o “Asignación Social” como una estrategia compuestas por bonos, orientados a ese fin. A ese ejercicio le llamé “maquillar a los pobres”, pues se trataba de una derrota tan temporal como ficticia de esa dura condición.
Y para graficar aún más ese hecho, recordé aquel chiste de Mafalda, en que una superficial Susanita le advertía que para derrotar a la pobreza, “sólo bastaba con esconder a los pobres”.
Como si lo que realmente hubiese que hacer no es una reforma profunda o repartición equitativa de recursos en un país que dice ser cristiano, sino limitarse a quedar bien artificialmente. Esto es, lograr con un par de anuncios empolvados la aceptación del público. Sin más profundidad que la sonrisa del espectador.
Lo más cruel de este chiste, es que para lograr el fin deseado, sólo bastaba que el ejercicio estratégico de magia no develase jamás su trampa. Y cuando digo magia, me refiero a que los medios de comunicación lograsen uniformar su voz, sin críticas de ninguna especie.
¿Cómo lograr esto? Muy fácil. Entregando parcialmente los resultados, y con dosis tan pequeñas como cuentagotas de cachorros. De tal forma, que sólo pudiésemos enterarnos de porcentajes tan generales como parciales. Y así el ejercicio de una imagen y un discurso de éxito no tuviesen contradictor, para dar el primer golpe. Para que el espectador se quedase con la imagen de triunfo y luego cansado, cambiase el canal.
Y eso fue lo que sucedió.
Por esta razón es que no entiendo ni acepto –y espero que usted tampoco lo haga- tanto carnaval mediático y de mal gusto, y que hasta el día de hoy tiene al Gobierno de Sebastián Piñera lanzando los resultados de la CASEN una y otra vez, como si fuese una serie de TV de la que nadie esperaba éxito y de pronto se convierte en hit, y por lo tanto hay que alargar la vida extendiendo su débil guión a la fuerza a mil capítulos más.
Cuestión que simplemente raya en lo ofensivo y doloroso, sobretodo para quienes se preguntan ¿Salí de la pobreza? ¿No me diga? ¿Y por qué lo estoy pasando tan mal entonces?
Por esta razón es que la audacia y la prudencia deben ser las madres de esta batalla.
Lo primero, para tomar decisiones que resultan urgentes para derrotar la pobreza.¿Cuáles?
Lo formal: aceptar las recomendaciones que entidades como la Fundación para la pobreza viene recomendando hace años introducir al instrumento de medición.
Lo político: reformas al trabajo que permitan mayores ingresos y protección a dignidades tan básicas como la sindicalización y mayor poder para negociar.
¿Y prudencia? Para no armar un carnaval que tiene a medio país cuestionando a su clase política, ya que el Gobierno parece dar por cerrada la problemática de la pobreza, pues su alegría es tan grande, que pareció olvidar que el Ingreso Mínimo fue aprobado días atrás, sin que se topase como elemento de discusión nacional, y cuyo aumento fue tan irrisorio que sólo ayuda a alimentar el estado de indignación nacional en que vivimos.
Por último, ¿Hablemos de pobreza de forma realista? Pues bien, entonces los invito a hacer una sola pregunta tan amarga como abismante: ¿cómo se sostiene un país y su tranquilidad o paz social, si el PIB por persona es de casi 8 millones de pesos anuales, mientras que hoy se celebra si se superó o no la barrera de los 70 mil pesos? ¿Qué pasa si un día los chilenos se despiertan pensando y quién se lleva el resto? ¿Es eso lo que gana mi país y mi paga es tan miserable?
El día en que eso suceda, entonces Susanita dejará de andar feliz de la vida, porque hizo de su chiste una mala política pública. La peor de todas: esconder a los pobres.