Por el centro de la calle, mientras las cámaras de televisión los muestran en directo, avanza la marcha de los ¡Que se jodan!
En primer lugar, avanzan en perfecta formación, y con la mano derecha levantada, apretando firmemente sus camas de cartones, y al compás de una marcha fúnebre, los “Muertos de frío”, (por supuesto, en condición de calle).El problema es que como ya están bien muertos, son pocos los que los pueden ver, salvo otros muertos, que les arrojan pétalos de flores.
Algunos observadores cuidadosos, notan que muchos beben alcohol para paliar el frío bajo cero, porque a ellos les gusta desfilar a las cinco de la mañana, cuando la mayoría duerme en sus hogares calefaccionados.
Luego, en esta magnífica y multitudinaria manifestación, les siguen “Los de los guetos”, y “Vivimos en campamentos”. Madres con sus hijos, algunos consumidores de drogas, alcohólicos, cesantes, marchan envueltos en rejas y alambres de púas, para protegerse de los posibles delincuentes, que también marchan más atrás.
En tercer lugar, mientras los comentaristas de T.V. lanzan emotivas y alborotadas reflexiones como -¡que fuerte!-, marchan “Las almas perdidas”, es decir, todos los niños y adolescentes muertos por balas perdidas en las poblaciones de peor calidad de vida, según una encuesta recién publicada en un diario de la capital. Marchan llorando sin lágrimas, con las cuencas de sus ojos vacíos, no porque es lo primero que se pudre en los ataúdes, sino porque están cansados de mirar la indiferencia silenciosa y vacía.
A ellos no les arrojan flores, sino juguetes de papel hechos con los diarios de mañana, aquellos con los cuales, nunca alcanzarán a jugar, ni menos leer.
Algunos metros más atrás, marchan bulliciosos, contentos, y vestidos con “ropas de marca”, (pero falsificadas), los pobres de la CASEN.Llevan un termo con té, y una bolsa de plástico con el logo del supermercado más cercano, llena de bonos, mezclados con tallarines con salsa recién hechos, más una marraqueta, por si la marcha se demora mucho en terminar.
Les siguen muy cerca, “Los nuevos pobres”, y la “Nueva clase media”, o (“Los grandes deudores”), tan mezclados entre ellos, que no se sabe quien es quién. Todos enarbolando muy orgullosos, sus tarjetas de créditos, muy llenas, y uno que otro sus chequeras, porque por suerte, ya están “bancarizados”, y “retailizados”.
A cierta distancia, marchan miles de presos, todos desnudos y engrillados, obligados a hacerlo en sólo cien metros cuadrados, porque es el único lugar que les dejaron para hacerlo, especialmente a los que sólo son restos carbonizados y humeantes de incendios carcelarios. Estos últimos, sólo se lamentan, por lo que los otros los hacen callar a golpes.
Mientras que los organizadores hablan de millones, obviamente exagerando, los comentaristas hacen ver que las cifras oficiales, también exagerando, hablan de sólo algunos miles.
Todo perfecto, hasta que aparecen los encapuchados, hijos del mal y del caos, que en pocos minutos, destruyen, como Atila, todo a su paso, sin respetar la ley ni el orden.
Y en el noticiario de la noche, las noticias se inician con “el lumpen se tomó las calles”.
Muchos asiduos tele-videntes, sólo piensan, “¡que se jodan!”, antes de comenzar a ver un buen y entretenido “docu-reality”, esos de verdad.
(Por eso, no alcanzaron a ver las noticias del cierre, que informaron sobre otra marcha, una pequeña y alegre “Marcha de la esperanza”).