Mientras en el Congreso seguimos discutiendo sobre el salario mínimo y el Gobierno, por otra parte, insiste con su ajuste tributario que favorece a los sectores con más recursos, y los medios cubren con entusiasmo las vacaciones de los escolares y los paseos a la nueva atracción del Costanera Center, hay una realidad que si bien ha sido consignada, aún parece no haber sido digerida en su crudeza y real dimensión. Me refiero a las 16 víctimas fatales que ha provocado la ola de frío que afecta al centro sur de Chile.
Llega la noche y el tímido sol del día desaparece congelándose todo lo que queda desnudo y sin abrigo, desgraciadamente son chilenos y chilenas quienes han muerto de una forma inaceptable para un país que dice ser modelo en muchos aspectos. Hoy ese país inventado queda también al desnudo y se muestra como el modelo de pobreza que es.
Cuesta aceptar que ocurra esto en Chile, un país que se supone cuenta con estándares económicos que le han permitido ingresar al selecto grupo de países de la OCDE; cuesta pensarlo cuando sabemos que los grupos económicos siguen obteniendo millonarias utilidades y cuando, más aún, vemos cómo estos mercados desregulados aumentan su poder a través del lobby desatado que efectúan en altas esferas de Gobierno.
Efectivamente, 16 compatriotas han muerto por hipotermia, pero la causa de fondo no es otra que la indiferencia y la desigualdad, esa brecha que día a día separa a los chilenos y chilenas y que está provocando situaciones tan extremas como estas.
Según cifras entregadas por el ministerio de Desarrollo Social, el año pasado fallecieron 52 personas a nivel nacional, mientras que en el año 2010 fueron 150.Todas murieron por la misma evitable causa: el frío invernal.
La mayoría de las víctimas son personas que viven en la calle; en Chile, hay 12.423 indigentes que duermen en el primer lugar que encuentran en su recorrido por las arterias de la ciudad. A ellas, difícilmente se les podría hablar de las cifras macroeconómicas, difícilmente incluso se les puede invitar a un albergue, pues parece ser que el problema no es sólo brindar una cama para pasar la noche, sino mucho más complejo; una realidad que continúa día a día y que las autoridades no han logrado enfrentar.
Según el estudio efectuado por la Universidad Alberto Hurtado y el ministerio de Desarrollo Social, dado a conocer hace algunos días, un 77 por ciento de los adultos en esta condición, realizan oficios informales y formales para satisfacer sus necesidades básicas, recibiendo ingresos mensuales aproximados, de 88.000 pesos. Se informa, además, que sólo el 2,1% de las mujeres y el 1,1% de los hombres optan por los hurtos. Es decir, son personas que de alguna forman buscan subsistir y no delinquir y que, sin duda, necesitan trabajo.
Si bien un bono solidario puede ser una ayuda puntual, quienes aún viven en la extrema pobreza y quienes se encuentran en los sectores más vulnerables, requieren, con urgencia, de un camino distinto: oportunidades, salarios justos, programas y políticas asertivas que consideren que después de haber vivido años en la calle, la transición requiere de profesionales capacitados que puedan trabajar codo a codo con ellos; logrando progresivamente cambios de conductas y hábitos.
Por ello, la sola habilitación de más albergues no es la solución. Claro que es una acción de emergencia, pero definitivamente no apunta a la solución de fondo del problema que, como hemos dicho, no es el frío, sino la indiferencia y la desigualdad. Es inaceptable que quienes viven en la calle sigan haciéndolo por no contar con un trabajo y expectativas para su futuro.
Ahora bien, hay indigentes que prefieren seguir viviendo afuera de un Hospital o cerca de una escuela, hay miles de variables que influyen y no se puede esperar que llegue el frío invernal para actuar y pretender que todos corran a buscar abrigo.Es un estado de pobreza que pesa y que incluso dificulta el sano entendimiento, es un estado donde, además, el alcoholismo se transforma en otra de las amenazas cotidianas.
El reciente catastro señala, además, que entre las razones esgrimidas por estas personas para vivir en la calle, la más significativa son los problemas familiares, seguido por el consumo de alcohol, los problemas económicos, el consumo de drogas y los problemas de salud. Otro dato clave para los análisis, es que la mitad de ellos dejó el colegio en su infancia.
Por lo tanto, una fotografía regalando una frazada o una buena toma recorriendo las colchones en el piso no pueden ser la oferta del Gobierno.
Se ha anunciado que vienen proyectos al respecto, que las autoridades ingresarían una batería de iniciativas en esta materia, me refiero a la superación de la pobreza, ad portas de los nuevos datos que serán entregados por la encuesta Casen.
Veremos su real eficiencia y su impacto, pues la travesía de la noche, sin un techo en pleno invierno, debiera ser un viaje que nadie debiera seguir. Esta es una tarea de Chile en su conjunto, no de un Gobierno, que por su propia naturaleza tiene carácter transitorio.