Actualmente se está presentando en el Museo de la Memoria la obra proyecto ADN de Máximo Corvalán Pincheira. Se trata de un artista visual que ha sabido encontrar nuevos lenguajes para enriquecer nuestras perspectivas sobre su y nuestra historia común.
Proyecto ADN es una instalación que por sus características visuales podría ocupar con éxito museos y galerías dedicados a las artes visuales o al arte contemporáneo, pero el hecho que haya sido expuesta en el Museo de la Memoria le otorga una carga política que resulta imposible desconocer y que contribuye a dotarla de sentido.
La obra se arma a partir de tres elementos centrales: la luz, el agua y los huesos.
Escultóricamente, Corvalán instala un conjunto de objetos lumínicos sobre una fuente de agua que en una lectura bien podría recordar el espectáculo de las luciérnagas en medio de la noche o de los delfines jugueteando en el mar.También, la escultura evoca la doble hélice con que los premios Nobel Watson y Crick representaron la estructura del ADN.
El descubrimiento del ADN llevó a las investigaciones sobre el Genoma Humano que han permitido identificar y cartografiar los aproximadamente 25 mil genes que son responsables de la transmisión de la herencia y que nos identifican tanto en nuestra individualidad como en nuestra pertenencia al género humano.
El conocimiento genético y la tecnología han permitido que a partir de minúsculas partes de cuerpos dispersos sea posible identificar sin temor a dudas los restos mortales de personas víctimas de accidentes, como en el caso del Casa 212 en la isla de Juan Fernández, de atentados brutales, como el del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, o de detenidos desaparecidos cuyos restos porfiadamente se manifiestan a pesar de las operaciones de destrucción, camuflaje y ocultamiento de que han sido objeto en reiteradas oportunidades.
En nuestro caso, el Servicio Médico Legal, ha identificado 104 restos de detenidos desaparecidos más allá de toda duda.
En estos días también se ha empezado a conocer la suerte del historiador y dirigente comunista Fernando Ortiz, a partir de restos de su cuerpo destruido.
Y, por cierto, el ADN permitió identificar a Héctor Ricardo Pincheira Núñez, padre de Máximo, médico y asesor del presidente Allende, quien fuera detenido en el Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973 y cuyos restos mortales se encontraron en el Fuerte Arteaga.
Entonces, de una manera bastante franca y directa, Proyecto ADN nos remite necesariamente a evocar estos casos y denuncia una vez más, aunque por medio de otro lenguaje, el horror de la dictadura.
Proyecto ADN también nos invita a revisitar las controversias éticas que cruzan las investigaciones científicas sobre el genoma humano, que abriendo un enorme campo de posibilidades para curar enfermedades y mejorar la vida, también puede ser fuente de discriminaciones y desigualdades insospechadas para el futuro.
Por ello es relevante recordar en el contexto de esta exposición la existencia de una Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea de la UNESCO en 1997, que al declarar que el genoma humano es patrimonio de la humanidad busca proteger la dignidad humana, los derechos de las personas y el acceso al conocimiento científico, evitando la apropiación de lo que está en la naturaleza por parte de los laboratorios y empresas trasnacionales, cuya voracidad unida al debilitamiento de lo público, es una real amenaza a la vida tal como la conocemos.
Proyecto ADN se sitúa en un espacio intermedio entre el horror y la belleza, recurriendo quizás a la misma ambigüedad que nos suscitan los avances del conocimiento científico.
Ese gran avance científico que fue conocer la estructura del átomo y poder manipularla, sirvió también para uno de los más horrendos crímenes que ha conocido la historia humana, el bombardeo sin piedad de las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaky. El ADN, un avance equivalente sino más importante, también despierta grandes inquietudes y desafíos para la humanidad.
En estos días el Museo de la memoria tiene sus dos salas de exposiciones temporales ocupadas con obras de arte contemporáneo: Lonquén de Gonzalo Díaz y proyecto ADN de Máximo Corvalán Pincheira, dos proyectos que nos hablan un poco de lo mismo, de la brutalidad de la dictadura, de los detenidos desaparecidos, de la verdad que siempre termina emergiendo y que, a partir de su proyección simbólica, nos invitan a una reflexión mayor sobre el significado de la memoria y la dignidad humana.
En días en que la misión de este museo ha estado en la polémica, estas exposiciones permiten reafirmar su sentido y el imperativo ético sobre el que se construyó: relevar la importancia de los derechos humanos, más allá de los contextos con que se busque explicar, justificar o excusar la violencia que los convierte en letra muerta.