Todas las evidencias apuntan a que Bachelet gana estrecho la próxima elección presidencial.
Se dice que en política – se refieren a lo electoral- “las cosas cambian mucho de un día para el otro”. Falso. En otras actividades humanas, las cosas cambian mucho más. Y, si miramos el comportamiento electoral desde 1988 hasta hoy, las cosas en política electoral cambian poco.
Lo que podría hacer cambiar las cosas es la posible abstención del 2013 y el voto de los nuevos inscritos, pero, a estas alturas, es muy difícil prever lo que sucederá con esos factores.
A lo más podemos imaginar que la abstención será alta pero sólo un poco más alta en los sectores poblacionales y campesinos que en los acomodados. Y que entre los nuevos inscritos los votos de izquierda serán un poquito más que los de derecha. Un poquito más.La izquierda se está farreando la posibilidad de que sean muchos más.
Michele no hizo un gobierno socialista. No hay gobierno socialista desde el de Salvador Allende. Tampoco un gobierno radicalmente reformista, como el de Pedro Aguirre, por ejemplo. Ella mostró una evidente preocupación por las mujeres y los pobres, no como lo plantea Marx, sino como lo proponen las encíclicas sociales del catolicismo.
No es exagerado decir que ella, no siendo católica, fue la gobernante o el gobernante más social cristiano que ha tenido Chile. Eduardo Cruz Coke y Radomiro Tomic fueron muy social cristianos pero no fueron presidentes. Frei Montalva, Aylwin y Frei Ruiz Tagle, todos ellos muy católicos, se preocuparon más de la estabilidad del sistema y de la gobernabilidad democrática.
Michelle tuvo, desde una mirada democrática de izquierda, graves defectos en su política económica y en su política hacia las FFAA, y defectos en su política de gobierno interior, pero los críticos a Piñera –más de la mitad del país- la prefieren ahora sobre alternativas de derecha.
La imagen de ella y su recuerdo hacen que gente como el ex ministro Velasco se sienta, injustamente, menos derechista que Larraín.
La memoria selecciona según los sentimientos. La errática y negociosa personalidad de Piñera, que vela sólo por sí mismo; el chanterío de la derecha, y la demagogia galopante de Longueira y compañía, han desprestigiado a la derecha real, beneficiando la alternativa de Michelle.
Michelle tendrá que tener una mano muy firme para asegurar el paraguas y sus varillas y respetar su mango. No prestar atención sólo a los que se mueven en palacio, como lo hizo Ibáñez entre 1952 y 1958, para mal de Chile. Atender más a las necesidades del país, que exige profundas reformas del llamado sistema neoliberal, un título eufemístico del actual capitalismo salvaje, y no apartarse de su programa que, es muy posible, será más reformista que el de 2006.
Carlos Ibáñez volvió en 1952 a La Moneda, en su segundo mandato, para abolir la ley anticomunista y “cambiar” lo poco que estaban ya haciendo González Videla y los radicales.
Iba a “barrer” con las viejas prácticas y los métodos poco transparentes. Iba, además, a hacer cambios en el sistema. Se mostró como una alternativa para quienes buscaban reformas profundas del sistema capitalista imperante. Y para quienes querían conservarlo.
Fue apoyado por un enorme movimiento social ibañista; por peronistas chilenos como Guillermo Izquierdo Araya y María de la Cruz; socialistas como Ampuero, Almeyda y un joven Carlos Altamirano; centristas como Rafael Tarud y Alejandro Hales; neonazis de verdad como Onofre Jarpa y Jorge Prat; muchos oportunistas y gente descolgada de derecha que finalmente defendía ya lo que en ese tiempo se llamaba la plutocracia.
El paraguas de Ibáñez se dio vueltas muchas veces. Hasta al joven Eduardo Frei Montalva le ofreció ministerio en 1954, cuando el falangista tenía 43 años, había sido aliado de la izquierda y ministro de Juan Antonio Ríos y escrito sólo obras que hoy día sonarían como de extrema izquierda. Le quitó el ofrecimiento al día siguiente, después de hablar con sus amigos Onofre Jarpa y Jorge Prat.
El “Caballo”, como se apodaba a Ibáñez, terminó siendo un Presidente famoso por entregar cargos públicos con el lema “El que agarra ministerio no agarra camioneta”. Y recordado como otros por su fracaso.
¿Quiénes podrán ser las varillas del paraguas de Michelle? ¿Lo que se ha llamado al naciente movimiento social, o sea la izquierda vieja y la nueva movilizadas en las calles?
¿Océanos Azules redivivos? ¿La tripleta PPD-PR-PC? ¿El binomio PS-DC, donde están los dirigentes que han sido más cercanos a ella? ¿La directiva de Escalona y los “expertos” económicos tipo Velasco, como sucedió en su gobierno?
¿Las personalidades menos avanzadas de la Concertación, como sucedió las veces en que Velasco, Pérez Yoma, Mariana Aylwin o Mónica Jiménez pisaron fuerte en La Moneda de Michele?
¿Reformistas duros como Navarro, Aguiló y los economistas que encabeza Manuel Riesco, a los que se acercan tanto el flemático Ricardo French Davies, la izquierda de Girardi y los radicales de partido?
La personalidad de Michelle y el resultado de las elecciones municipales de este año y de las de congresistas de 2013, tendrán que influir poderosamente.
Influirá en ella, sin duda, la torpe manera en que la derecha ha tratado de destruirla en este tiempo –más brutal que el ninguneo de la campaña de 2006- y las expectativas con que será mirada por Chile y el mundo quien no sólo fue Presidenta de Chile sino la figura femenina más importante de Naciones Unidas.
La cubierta, cúpula o dosel del paraguas, es su recuerdo y su personalidad.
Las varillas habrá que verlas en su forma, material y firmeza. Se irán configurando en las calles, los municipios y el Congreso. Por cierto en el ministerio.
Y el mango, lo que se ha llamado entre nosotros la cacha del paraguas, si queremos, seguirá siendo agarrado (es un buen término) por la mano firme de la gente. Para que el paraguas no se dé vueltas.