Las AFP lucran escandalosamente con la previsión y han dejado a los chilenos y muy especialmente a las chilenas, sin pensiones que merezcan el nombre de tales.
A lo largo de tres décadas, han venido expropiando las contribuciones de los trabajadores a la seguridad social, mientras el Estado debe cargar con casi todas las pensiones. Las AFP no son un sistema de previsión, sino de ahorro forzoso de los trabajadores en beneficio de los grandes grupos financieros. Hay que acabar con el lucro en la previsión y restablecer el sistema público basado en el esquema solidario, que ha venido entregando pensiones dignas a lo largo de un siglo en todos los países desarrollados.
Las AFP y compañías de seguros relacionadas, se han embolsado uno de cada tres pesos cotizados por sus afilados desde 1981 hasta ahora. El grueso de los otros dos pesos lo transfieren a sus compinches, en forma de préstamos y capital accionario; uno de ellos era La Polar.
No otorgan pensiones que merezcan el nombre de tales. Ello fue asumido parcialmente por la reforma de la Presidenta Bachelet, mediante la cual el Estado se tuvo que hacer cargo de otorgar beneficios solidarios ¡al 60 por ciento de los afiliados! En su gran mayoría, sencillamente no recibían nada de las AFP.
Sin embargo, el 40 por ciento restante, afiliados de sectores medios, tampoco reciben pensiones mínimamente adecuadas. Ello se puede comprobar con los siguientes casos reales.
Una jueza, que intenta jubilar al cumplir la edad legal para hacerlo tras cotizar toda su vida sin fallar un solo mes y por el sueldo tope, obtiene una pensión de 330.000 pesos mensuales. Eso representa menos de la décima parte de su sueldo. Dirán que fue afectada por el daño previsional ocasionado por la sub cotización a los empleados públicos durante los años 1980 y es cierto.
Sin embargo, una médica con la misma trayectoria de cotizaciones, pero que ha trabajado toda la vida en el sector privado, obtiene una pensión de 465.000 pesos mensuales, cerca de una octava tercera parte de sus ingresos en actividad. Simplemente no pueden dejar de trabajar.
Se dirá que ambas son mujeres, mientras un hombre que jubila al cumplir la respectiva edad legal obtiene una pensión un tercio mayor con el mismo fondo acumulado, lo que es verdad. Constituye una discriminación flagrante y masiva contra las mujeres, que se ha denunciado a los tribunales y ante la OIT y está prohibida en la Unión Europea.
Sin embargo todos, especialmente las mujeres pero también los hombres, que han cotizado sin “lagunas” y por el tope, obtienen pensiones muy inferiores a las que perciben sus colegas con similares historias previsionales, pero que tuvieron la suerte de permanecer en el antiguo sistema público: estos últimos, tanto hombres como mujeres, obtienen la pensión pública tope, que actualmente es de alrededor de 1.100.000 pesos mensuales.
Si tal es la situación de los cotizantes ejemplares ¿que queda para la abrumadora mayoría de los afiliados que cotizan por remuneraciones más bajas y presentan abundantes lagunas previsionales?
A partir de sus magros saldos actuales, El Mercurio del 12 de mayo del 2012 calculó que las mujeres que jubilarán en diez años más obtendrán una pensión promedio de $92.100, que equivale al 20 por ciento de sus ingresos al jubilar.
En el caso de los hombres, estiman que recibirán una pensión promedio de $223.000, que equivale al 41 de sus ingresos en actividad. El cálculo se basa en el optimista supuesto que los fondos obtengan una rentabilidad de 4 por ciento anual – en los últimos cinco años han dejado cuantiosas pérdidas – y ellos coticen regularmente hasta entonces.
No toma en cuenta tampoco, que a cada rato las pensiones se reducen aún más, so pretexto de aumentos en la expectativa de vida o rebajas en las tasa de interés internacionales.
Esas no son pensiones, puesto que representan una fracción menor de sus ingresos en actividad, especialmente en el caso de las mujeres. Los chilenos y las chilenas no cuentan con un verdadero sistema de pensiones.
Esta situación se ha agravado considerablemente debido a las multimillonarias pérdidas experimentadas por los fondos AFP durante la crisis en curso. El 2008 perdieron un tercio del fondo total y la mitad de los fondos más riesgosos. En lugar de poner los fondos a buen recaudo hasta que pase la crisis, aumentaron irresponsablemente su exposición a las inversiones más volátiles, incluyendo derivados financieros.
No les sirvió de nada, puesto que luego de una fugaz recuperación han reanudado sus pérdidas millonarias. De este modo, en los últimos cinco años no solo no han ganado nada, sino que han perdido miles de millones de dólares de sus afiliados: sólo en abril y mayo del 2012 han perdido cinco mil millones de dólares de sus afiliados; exactamente el equivalente a los ingresos anuales de todas las instituciones de educación superior.
Las pérdidas se concentran en los riesgosos fondos A y B, en donde están más de la mitad de los afiliados, cuyas cuotas han perdido un quinto y un décimo respectivamente, en términos reales, en los últimos cinco años.
Dichas pérdidas van a continuar, hasta que el rendimiento de largo plazo de los fondos de pensiones, que supuestamente sigue siendo muy elevado, entre en línea con lo que se valorizan los mercados financieros en el largo plazo, que es del orden de uno por ciento real anual. Todo lo demás es ilusión y la crisis lo terminará de desinflar.
Se está conformando un movimiento muy amplio que exige el término del lucro en las AFP y la reconstrucción del sistema público para garantizar pensiones dignas a los chilenos y chilenas. El nuevo sistema se basará nuevamente en el esquema de reparto, que no es sino un clásico mecanismo de seguros, mediante el cual las cotizaciones de los trabajadores en actividad se utilizan para pagar las pensiones de los jubilados.
Dicho esquema ha demostrado su solidez y sustentabilidad otorgando pensiones muy decentes a lo largo de más un siglo a poblaciones mucho más maduras que la chilena, que es muy joven.
Todos ellos dejan año tras año cuantiosos excedentes de caja a los respectivos Estados, al igual como ocurría en Chile hasta 1981, cuando las cotizaciones alcanzaban para pagar todas las pensiones y un tercio quedaba como excedente.
Lo mismo ha ocurrido en los cuatro países que han terminado con sus AFP en el curso del último año: Argentina, Bolivia, Hungría y Polonia, los dos últimos con gobiernos de derecha.
Así ocurrirá en Chile cuando se ponga término a este sistema: las cotizaciones volverán a utilizarse para pagar pensiones, lo que dejará un excedente fiscal equivalente al 30 por ciento del gasto público social, que se podrá volver a destinar a mejorar las pensiones y también a educación y salud. Los fondos acumulados quedarán intactos de reserva para el futuro.
La majadera propaganda del sistema financiero, que anuncia la “quiebra” de los sistemas de reparto ante el aumento de la edad de las respectivas poblaciones, se basa en cálculos que proyectan déficit en años por venir, si no se incrementa levemente la edad de jubilación y/o el monto de los descuentos.
Tampoco representa ninguna tragedia el manido “envejecimiento” de la población; muy por el contrario. De hecho, el mundo en su conjunto, casi todos los países y ciertamente también Chile, tienen poblaciones muy jóvenes.
El incremento de la edad promedio reduce el número de pasivos que debe sostener cada persona en edad activa, puesto que el número de jóvenes que ingresan a la fuerza de trabajo es muchísimo mayor que el número de adultos que se retiran de ella, cada año. Así continuará durante buena parte del siglo.
Para garantizar el equilibrio entre las cotizaciones y las pensiones en los países más maduros, basta con subir levemente la edad de jubilación o las cotizaciones, de tanto en tanto.
En Chile, sin embargo, no hay justificación alguna para hacerlo, como pretenden las AFP y el Gobierno de Piñera. La única causa de las bajas pensiones es que las AFP no destinan las cotizaciones a pagar pensiones, sino a lucrar con ellas en los mercados financieros. El rechazo a tales intentos será multitudinario y unánime en la oposición.
Asimismo, por estos motivos, los trabajadores independientes rechazarán masivamente el intento de descontar de sus ingresos una cotización para las AFP. Este descuento empezará a operar automáticamente partir del 2012. Sin embargo, hasta el 2015 existe la posibilidad que el afiliado rechace dichos cobros.
Para mejorar las pensiones hay que terminar con las AFP y no permitir que expropien una porción aún mayor de los ingresos de la fuerza de trabajo durante más años todavía.
¡Vas a tener que soltar la teta Willy!