Es claro que hay una mayoría de chilenos y chilenas que sienten frustración frente a la institucionalidad del país, tal como lo muestran las dos últimas encuestas CEP: sólo el 7% confía en los partidos políticos, el 13% en los Tribunales de justicia y en el Congreso, y el 17% en el Ministerio Público.
Apenas el 13% aprueba la actuación de la oposición política; el 18% aprueba a la coalición por el cambio y el 24% al gobierno, mientras el 68% desconfía del Presidente.
La Presidencia, el Gobierno, los Partidos políticos, el Congreso y el Sistema de Justicia, son las instituciones peor evaluadas en Chile. Y en una mirada general el 63% piensa que el país está estancado o en decadencia.
¿Cómo no ocuparse de la desvalorización de las instituciones de la democracia que muestran estas cifras?
¿Cómo no pensar que detrás de estas opiniones cunde la indignación hacia aquello que no da confianza, que no sirve o perjudica?
¿Cómo no reconocer hoy el deseo de recrear las instituciones, las leyes, las políticas y, por cierto, ver personas nuevas, con nuevas maneras de ejercer sus funciones en las instituciones del Estado?
¿Cómo no preguntarse sobre la forma de hacerlo?
Una forma de lucha ante esta frustración han sido las movilizaciones sociales, que junto con protestar por asuntos sectoriales han puesto temas más amplios que tocan al modelo socioeconómico, cultural y político que tenemos instalado, expresan un anhelo y propuestas de cambio, y presionan la toma de decisiones. Sin duda estas luchas han logrado efectos positivos al frenar decisiones (gas de Magallanes, termoeléctrica Barrancones), al impulsar otras (Educación, Aysén, Fondenor) y sobre todo, al levantar temas-país.
Ahora me concentro en el voto, y lo reivindico como una de las tantas formas de lucha a la que se puede recurrir para producir cambios en asuntos públicos ante los cuales quisiéramos rebelarnos. Ante la frustración y anhelos que sentimos los chilenos y chilenas ¿por qué no utilizar también el voto como una forma de lucha, siendo una herramienta tan eficaz para lograr resultados inmediatos y, en ocasiones, radicales?
Por el voto en un plebiscito el país pudo decidir de un plumazo si seguía en dictadura o recuperaba la democracia. Por el voto en una consulta una comunidad local puede determinar, por ejemplo, si ocupar el presupuesto municipal para instalar luminarias o rejas para su parque público. Por el voto un sindicato, una federación de estudiantes, un gremio puede paralizar una industria, una universidad, un país.
Mediante el voto, también podemos decidir hacia dónde queremos encaminarnos como país y de un día para otro provocar un viraje brusco, cuando votamos por programas de gobierno y ponemos en las instancias de poder y decisión a unas u otras autoridades.
La mayoría de los potenciales votantes actuales no vivieron la experiencia que en el mundo maravilló a unos y dejó atónitos a otros: la de un país que decidió construir el socialismo y lo pudo intentar gracias a la eficacia del voto, algo nunca antes visto.
El voto sirve para botar lo que no queremos y para “okupar” su lugar con lo que queremos.
Si se utilizan tantas formas de lucha como marchas, concentraciones, tomas, huelgas, funas, ayunos, lobby, mesas de trabajo, velatones, redes sociales, medios de comunicación y otras muchas maneras para hacer oír nuestra voz e incidir en la vida pública, usemos también el voto como una forma de lucha.
En el peor de los casos, si no es para luchar por una preferencia, el voto en blanco sirve para mostrar la no preferencia por nada ni por nadie, o incluso votar nulo sirve para desahogarse, como en un rayado de muro, y verse reflejado en el recuento.
Con el cambio del sistema de inscripción, hoy en día el voto está a la mano de casi todos los chilenos y chilenas que vivimos en el país con 18 años de edad y más.
Pienso que lo público nos pertenece a todos y es responsabilidad de todos, por lo que utilizar el voto como forma de lucha no solo es una oportunidad, sino un deber.
Espero que lo ocupemos en las próximas elecciones de alcaldes y concejales del 28 de octubre y, por cierto, en las presidenciales y parlamentarias del próximo año.