La introducción de la televisión digital terrestre (TVDT) se ha convertido en una lucha de industrias privadas por obtener el mejor rendimiento posible en la regulación del sector.
Lejos de las ideas matrices del proyecto enviado en el Gobierno de la ex Presidenta Bachelet, una ley que debería regular la migración tecnológica de la TV desde su actual formato analógico al nuevo estándar digital, aprovechando las ventajas de la nueva tecnología en beneficio de los usuarios y del Estado, el panorama se ve hoy enredado llegando a un punto en que se amenaza su viabilidad legislativa
Más de seiscientas indicaciones se han presentado en el segundo trámite constitucional en el Senado; apuntan a temas completamente diversos como es el caso de la denominada retransmisión consentida o la autorización de cobro para todo o parte de los contenidos transmitidos en la televisión abierta.
La lógica política y economía procesal indican que lo primero debiera ser abordado a través de una ley especifica (propiedad intelectual o industrial), mientras que lo segundo debiera simplemente prohibirse ya que el espectro que se les asigna a los actuales operadores se entrega de forma gratuita y sin concurso, manteniendo las actuales condiciones y a cambio de televisión de libre recepción, es decir, abierta y gratuita.
Tan grave como lo anterior es que los legisladores desaprovechemos la oportunidad histórica de discutir un estatuto de televisión pública acorde con los tiempos que corren y con arreglo a los principios de gratuidad, acceso, pluralismo, fomento cultural y cobertura de la futura televisión.
Pero ¿qué es lo que podría estar detrás de todo esto?
¿Será que grandes grupos empresariales, nacionales y extranjeros, algunos dueños de canales abiertos, ven en esta nueva regulación una oportunidad para mejorar su negocio, cobrando nuevos servicios, dentro del espectro asignado de forma gratuita (so pretexto de derechos adquiridos) para generar nuevos productos?
No queremos apresurar la respuesta y nuestra responsabilidad es escuchar a todos los grupos y personas con intereses involucrados pero fijando principios y estándares intransables para todos por igual, en un proceso de asignación que no podría ser sino a través de licitaciones competitivas, públicas, abiertas y definidas.
Pero esto, que parece una “obviedad”, dejo de ser regla en nuestra TV actual, a cuyas empresas se les asignó espectro público, en forma gratuita e indefinida, con la condición de que las Universidades (otrora propietarias) y el Estado (en el caso de TVN) emitieran televisión de libre recepción para todos los chilenos, contribuyendo con ello al desarrollo cultural del país.
Todos sabemos que en la actualidad las Universidades vendieron sus canales y la televisión estructuró un modelo de negocios anclado en el avisaje y en la dictadura del people meter.
A esta distorsión se sumaron los problemas de cobertura de la señal abierta para llegar a todas las comunas y zonas de nuestro país, dificultando especialmente en áreas rurales la recepción de canales. Para estos chilenos, también titulares del derecho de ver televisión pública, la única forma de captar adecuadamente señal se dio por la vía de antenas receptoras satelitales o contratos de suscripción de cable.
Sería saludable entonces, recuperar el correcto sendero de política pública en esta discusión, concentrándonos en la llegada de la televisión digital a todos los hogares del país, lo que no puede seguir convertido exclusivamente en una discusión sobre la búsqueda de ingresos para los canales de televisión con ausencia de obligaciones de interés público.
A los millones de chilenos les interesa que la futura televisión digital entre a sus hogares, de manera gratuita, con más diversidad y oferta, en zonas urbanas y rurales.
Para ello, es necesario no perder el eje del debate: una mejor televisión para todos los chilenos, gratuita para el caso de la televisión abierta, sin segmentación de contenidos, (cobrando por algunos y transmitiendo sin costo otros), sujeta a concesiones definidas, evaluables, competitivas, transparentes y en igual condiciones para incumbentes y entrantes.
Si a esta discusión le sumamos un bonus track en revivir la discusión, por separado y en su sede, del proyecto de “TVN”, en hora buena.