El sueño de todo emprendedor, de cualquier tamaño y rubro, es tener ingresos constantes y seguros, no importando las fluctuaciones de la economía. Obviamente ello es imposible.Mejor dicho, casi.
Hay un sector que sí tiene una renta garantizada. Son las AFP. Pase lo que pase, sus utilidades están a salvo.El sistema contempla, entre otras, las comisiones por depósitos, vale decir, de lo que cada trabajador aporta a su cuenta, una parte se destina a la administración.
El problema es que esa parte que se destina a la gestión no va ligada al resultado. O sea, si los fondos disminuyen, las AFP mantienen sus costos y utilidades a salvo.
El parlamento peruano inició la discusión de un proyecto de ley que limita las comisiones que se cobran a los cotizantes cuando la rentabilidad de los fondos sea negativa. Ello es un espaldarazo a la posibilidad de modificar sustantivamente el sistema de comisiones de las Administradoras de Fondos de Pensiones, también, en nuestro país, como lo he venido planteando desde el año pasado.
El actual esquema, donde las AFP tienen una renta garantizada, independiente del éxito de la gestión que realizan para cuidar e incrementar los recursos de los afiliados, es un abuso.
Pero no es el único problema. También debe regularse el costo de administración. El sistema de comisiones fijadas a discreción por las AFP tampoco da para más.
En los últimos años, hemos visto que las licitaciones que se llevan a cabo, tras la reforma previsional, para adjudicar la cartera de nuevos afiliados, ocasionaron una rebaja sustantiva y sistemática de las comisiones. Hoy la AFP que menos cobra presenta una comisión de 0.77%, en tanto la más cara es 2.36%. Las restantes se ubican entre 1.27% y 1.54%.
Estos niveles, cercanos al 1.4% de promedio, sólo se lograron a partir precisamente del 2009, cuando la licitación de nuevos afiliados obligaron a transparentar un poco los costos y provocaron alguna competencia. Hasta antes de eso y por casi 30 años hubo comisiones cercanas al 3%, incluso complementadas con cobros fijos.
Ello demuestra claramente que por años se ha venido trabajando con márgenes excesivos con grave perjuicio para los afiliados.
Si quiere tener una idea, de cuánto significa esa fracción porcentual, aparentemente escasa, en términos simples, ponga atención a lo siguiente.
Si consideramos el 0.77% de la AFP más barata y el 2.36% de la más cara, la diferencia anual en costo para el usuario será $ 100.000 anuales para un nivel de sueldo moderado, de aproximadamente $ 500.000 mensuales. A más sueldo mayor diferencia.
Si esto lo llevamos a toda la vida laboral del afiliado puede tener un enorme impacto en su pensión futura. Si se usan las cifras que las propias AFP utilizan para incentivar el ahorro voluntario, los $100.000 anuales de diferencia en las comisiones y, por tanto de menos ahorro previsional en toda la vida laboral significarían una diferencia en la jubilación de unos $ 130.000 mensuales. (Leyó bien)
Es probable que las AFP le digan que la menor tasa que oferta la que menos cobra deriva de la economía a escala que logra por el paquete de nuevos afiliados. Mal argumento. Las más grandes tienen hasta 8 veces más clientes y no logran el mismo rendimiento. Ahora, si la explicación son los costos en promoción, es aún peor explicación, pues significa que Ud. financia con sus ahorros, la precaria competencia del sistema.
Es urgente que el ministerio del Trabajo y Previsión Social revise esta situación. Acá radica una de las principales causas de las bajas pensiones.
Sin embargo, tampoco debemos confundirnos. La discusión profunda que debe hacerse es el cambio definitivo de este sistema previsional por uno donde se solidaricen los riesgos y se disminuyan los costos de administración, terminando con el lucro de las administradoras.
¿Y si desde el ’80 las comisiones hubieran sido 0.77% en lugar de 3%?