14 may 2012

Bram Stoker, bohemio centenario

Desde que existe, la humanidad se las arregla en un medio hostil e indiferente: la naturaleza. Además, tiene que defenderse de sí misma. Su condición es precaria, y la religión, filosofía, arte, economía, son formas de refugio y remedio, caminos hacia la seguridad. Y como demasiada seguridad puede aburrir, para asustarse un poco, inventa fábulas y leyendas.

Una es el vampirismo, conocido en distintos períodos y regiones, y, por cierto, en Transilvania, territorio de culturas y supersticiones integradas, rumanas, húngaras, eslavas, zíngaras.

El miedo vende, por eso tantas películas sobre catástrofes, monstruos y otras especies del género. Las de vampiros, casi todas, son deudoras de Drácula de Bram Stoker, indeleble y demoníaca narración publicada en 1897, dos años después del nacimiento del cine. “La novela más hermosa jamás escrita”, Oscar Wilde dixit.

Stoker pasó su enfermiza infancia en una casita costera de Irlanda, deslumbrado por mareas, tempestades, e historias de piratas y fantasmas animadas por su madre, la feminista Charlotte Mathilda Blake. Hasta los siete años apenas caminó. No obstante, este admirador de Byron, Keats y Shelley, se distinguió en la Universidad de Dublín como atleta y jugador de fútbol. También fue un gran nocherniego, amigo de las discusiones hasta el alba e incondicional amante del teatro.

Combinando la técnica epistolar, con diarios de vida, telegramas y noticias de prensa, cimentó su relato, algo constreñido por las entrelíneas y velos propios del puritanismo victoriano.

Recordemos sus personajes.

Jonathan Harker, procurador y novio de Mina, viaja a Transilvania por las propiedades que un misterioso conde desea adquirir en Inglaterra. El trayecto a través de bosques neblinosos, con caballos espantadizos y pájaros despavoridos, es un cándido prólogo a la estadía en el castillo donde el caballero lo sometería a su magisterio de horror, tras recibirlo con dudosa amabilidad: “¡Sea bienvenido a mi morada! Entre por su propia voluntad, sin temor y deje aquí parte de su felicidad”.

Después del Maestro, tres escalofriantes y lascivas beldades, lo harán arder en deseos y terror. Jonathan logra huir y refugiarse en un convento. Delirante, aludía a lobos, sangre, demonios y “otras cosas de las que no me atrevo a hablar”, informaba prudentemente la Hermana Agatha.

Mina, atractiva mecanógrafa y taquígrafa, con su inteligencia y actitud periodística ayudará a combatir al monstruo. El séptimo arte hace desaparecer el vanguardismo de esta constructora de castillos en el aire, que, antes de ser vampirizada, anota en su diario:“La mujer moderna no consentirá más en ser pedida; será ella quien solicite la mano del hombre”.

Lucy, bellísima y sensual patricia, disfrutó de las atenciones del vampiro, victorianamente disculpada por su sonambulismo. “Lo peor es que nada recuerdo… tengo miedo, sin saber de qué. Y me siento tan débil”. Muerta y no muerta, sigue la senda del Gurú, especializada en niños que la llamaban “la dama de sangre”. Sus amigos le clavan un leño en el corazón, llenan su boca de ajos y le cortan la cabeza para liberarla de la maldición.

El doctor Seward, sufre por el revés de su propuesta matrimonial a Lucy. Dirige el manicomio y posee un alma poética: “En la noche, nunca las tumbas me parecieron tan blancas; jamás los cipreses y los enebros, simbolizaron tan bien la melancolía”.

Renfield, entusiasta consumidor de moscas, arañas y ratas vivas, escéptico frente a la existencia del alma, aguarda en el psiquiátrico la llegada del Amo. La sangre es vida, era su consigna.

Van Helsing, doctor en medicina, literatura y filosofía. Enemigo jurado de Drácula, es un gladiador entre Dios y el Diablo. La fe permite creer en cosas que no son ciertas, afirmaba este espíritu abierto, altruista y con nervios de acero. Experto en la sabiduría antigua sobre los no-muertos o malditos de inmortalidad. Esta disciplina, como se sabe, es amplia y rebuscada en sus conceptos pero de rústica farmacopea: trenzas de ajo, cruces, hostias picadas, martillos y afiladas estacas.

Quincey Morris. Viajero y deportista de Texas, se declaró a Lucy en premonitorio estilo Groucho Marx, con previsibles resultados: “Señorita, no soy digno ni de atar los lazos de sus preciosos zapatitos, pero si espera un hombre que lo sea tendrá que aguardar mucho tiempo”.

Finalmente, el artista de lo nefando, extasiado con el cantar de los lobos: “¡Escúchelos! ¡Son los hijos de la noche! ¡Sus aullidos son música para mis oídos!”.

Noctámbulo de vista felina; recio, pese a no comer ni beber nada, salvo sangre, naturalmente; asustadizo con los íconos religiosos, no entra en una casa sin invitación, después lo hará a voluntad; ignorado por los espejos, “objetos malditos que sólo halagan la vanidad”; perfil aguileño, frente abombada y cejijunto; boca de expresión cruel con agudos dientes de gloriosa blancura; orejas en punta. Las anchas manos, aparentemente finas por sus largas uñas, delatarían afición a placeres solitarios por la vellosidad de las palmas. Según códigos de la época.

Adalid del mal, sólo puede combatir al bien, completamente ajeno a la imagen que ofrece Herzog en su filme Nosferatu: un temeroso y triste condenado a la eternidad, apacible candidato a la salvación por el amor de una doncella.

Espía de los sueños, siempre atento a las muchachas en flor, difíciles de engatusar por su espantoso aliento, aunque gracias a la hipnosis supera en triunfos a Don Giovanni, sufrido espigador de fracasos en el escenario. Ambos, hermanados en su pasión por la giovin principiante y en la nula preocupación por la pulcritud de los medios.

Poco se destaca de este diabólico hidalgo, cuyos hábitos encubren una clara burla de la aristocracia inglesa, su orgullo de luchador por la independencia de Transilvania: “Ah, mi joven amigo, los Drácula han sido la sangre, el cerebro y la espada del país”.

En la coda. Drácula, romance de karma erótico un poco tímido, valioso documento en la lucha de las mujeres del siglo XIX, hace algunos lustros abandonó la categoría de libros que el filósofo Schopenhauer rehusaba leer: la de los que no tienen cien años.

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  • CARLOSMARISCAL

    Drácula es más conocido por el cine; sin embargo, este magnífico artículo despierta mi interés por leer a Stoker. ¡Bien por Cooperativa!
     

  • CARLOSMARISCAL

    Drácula es más conocido por el cine; sin embargo, este magnífico artículo despierta mi interés por leer a Stoker. ¡Bien por Cooperativa!
     

  • http://www.facebook.com/profile.php?id=100002551073075 Mariana Lagomarsino

    La pelicula de Ford Coppola, inspirada en este libro, es una de mis favoritas, con Gary Oldman como Drácula…. y la banda sonora.   Lo más!

  • http://www.facebook.com/profile.php?id=100002551073075 Mariana Lagomarsino

    La pelicula de Ford Coppola, inspirada en este libro, es una de mis favoritas, con Gary Oldman como Drácula…. y la banda sonora.   Lo más!

  • Miguel Ossandón Durán

    Usted es muy bueno,  un lujo leerlo en estas páginas.

    Enseña, instruye, comparte y reparte cultura.

    Felicitaciones

  • Miguel Ossandón Durán

    Usted es muy bueno,  un lujo leerlo en estas páginas.

    Enseña, instruye, comparte y reparte cultura.

    Felicitaciones

  • gabrielbarra

                Bram Stoker, fundador indiscutido del género literario vampiresco, pertenece sin duda alguna a la gran galería de maestros creadores de ficciones y  personajes hijos de las sombras, el terror y la dimensión de ultratumba. Son sus pares, entre otros, E. A. Poe, Mary Shelley, A. Bierce y también M. Bulgákov en el siglo XX . Su lívido y silencioso conde nos mueve al miedo y la compasión, elementos claves para una lectura apasionante. Sin olvidar el matiz erótico. Siendo una construcción literaria arquetípica, Dracula ( Demonio, en rumano ) no solo encarna un antiquísimo mito, sino también un antecedente rigurosamente histórico : el príncipe rumano Vlad Tepes  el Empalador ( tep, estaca ) que en el siglo XVI luchó por emancipar Valaquia del dominio turco. El  apelativo indica su método preferido para aniquilar a sus enemigos .
               Moviéndose entre la luz y las tinieblas, Drácula se ha convertido en un espectro inmortal. Ha saltado desde las páginas de Stoker al cine, asumiendo innumerables apariencias y réplicas que nos han horrorizado y conmovido en las oscuras salas : el truculento y feroz monstruo de las cintas mexicanas de los años 50 o las variantes más sofisticadas de Polansky, Herzog y F. Coppola . Pero siempre desaparece y regresa, siempre presente y hasta familiar.
             Junto con adentrarnos en la obra de Brem Stoker para disfrutar de aquellos ” deleitables horrores ” – en palabras de Borges- , se nos hace imprescindible releer esta excelente crónica, que agradecemos de corazón .

    Gabriel Barra

  • gabrielbarra

                Bram Stoker, fundador indiscutido del género literario vampiresco, pertenece sin duda alguna a la gran galería de maestros creadores de ficciones y  personajes hijos de las sombras, el terror y la dimensión de ultratumba. Son sus pares, entre otros, E. A. Poe, Mary Shelley, A. Bierce y también M. Bulgákov en el siglo XX . Su lívido y silencioso conde nos mueve al miedo y la compasión, elementos claves para una lectura apasionante. Sin olvidar el matiz erótico. Siendo una construcción literaria arquetípica, Dracula ( Demonio, en rumano ) no solo encarna un antiquísimo mito, sino también un antecedente rigurosamente histórico : el príncipe rumano Vlad Tepes  el Empalador ( tep, estaca ) que en el siglo XVI luchó por emancipar Valaquia del dominio turco. El  apelativo indica su método preferido para aniquilar a sus enemigos .
               Moviéndose entre la luz y las tinieblas, Drácula se ha convertido en un espectro inmortal. Ha saltado desde las páginas de Stoker al cine, asumiendo innumerables apariencias y réplicas que nos han horrorizado y conmovido en las oscuras salas : el truculento y feroz monstruo de las cintas mexicanas de los años 50 o las variantes más sofisticadas de Polansky, Herzog y F. Coppola . Pero siempre desaparece y regresa, siempre presente y hasta familiar.
             Junto con adentrarnos en la obra de Brem Stoker para disfrutar de aquellos ” deleitables horrores ” – en palabras de Borges- , se nos hace imprescindible releer esta excelente crónica, que agradecemos de corazón .

    Gabriel Barra