Las encuestas, como pesadas gotas de malestar, ratifican una a una lo que se siente en la calle: el gobierno cuenta con una muy mala evaluación. Nada parece alterar el juicio. Ni el crecimiento económico ni la creación de empleo.
Ni la agenda social, ni la reforma tributaria. Ni el tímido pero evidente giro social de un gobierno de una Derecha que abrazó el neoliberalismo en 1975. Giro contra el que protestan el Wall Street Journal pues negaría la “moralidad del mercado”, la “santidad de los derechos individuales” y “la libertad”.
Es tal la sensación de derrota que senadores y ministros empiezan a tomar definitiva distancia del Presidente de la República. Cada vez queda más claro que el año 2010 no fue el giro hacia la derecha sino que la derrota de una desgastada Concertación de Partidos por la Democracia.
Los ciudadanos que dieron el triunfo a Sebastián Piñera fueron los que mayoritariamente no fueron a votar o votaron por la Alianza para sacar del poder a la coalición gobernante desde 1989. Lo preocupante es que ella – ahora en la oposición – no logra capturar la simpatía de la población desilusionada con el gobierno. ¿Por qué?
Múltiples son las quejas de los ciudadanos que dejaron de votar por la Concertación.
Pienso en los más políticos, es decir, los que se preocupan de estos temas y que movilizan o enfrían los electorados más activos.Muchos de ellos, a pesar de todo lo dicho estos dos años, no creen que la Concertación se haya renovado.
Temen que de ser derrotada la Derecha, volverán los mismos de siempre, con las ideas, prácticas y políticas de siempre. Para algunos de ellos, ni siquiera el carisma de Michelle Bachelet parece romper este muro de desconfianza.
Sin embargo, los acuerdos del cinco de octubre del 2011 demuestran que la Concertación ha decidido oficialmente por apostar por una nueva etapa del desarrollo nacional en que la participación en lo político y la igualdad en lo socioeconómico sean su sello.
La crisis de representación política supone reformas como, a lo menos, el establecimiento de un sistema electoral proporcional y una profunda descentralización con elección de autoridades regionales y mayor autonomía en materias de inversión.
Es más, se habla de una nueva Constitución Política. La crisis de redistribución económica requiere una reforma tributaria que financie inversión social – destinada a garantizar servicios sociales de calidad creciente a pobres y clases medias – e inversión productiva – en infraestructura, Pymes, Codelco y en ciencia y tecnología.
El acuerdo de la Concertación con el Partido Comunista habla de una reforma tributaria que recaude de seis a ocho mil millones de dólares. No los mil del gobierno. Pero, ¿estos acuerdos no serán letra muerta?
Los actuales dirigentes de la oposición saben que la transición – pactada y desde arriba, que fue sellada entre 1986 y 1989, tras el fracaso de la transición desde abajo y vía ruptura, ensayada entre 1983 y 1986 – está agotada.
Ella significó enormes avances para Chile. Consolidación democrática, crecimiento económico y reducción acelerada de la pobreza. Pero terminó privilegiando acuerdos extremadamente elitistas que impidieron mayor rapidez en cambios que sabíamos que se debían realizar ya desde 1997 (cuando la Concertación perdió 860 mil votos a pesar del alto crecimiento económico y el bajo desempleo. Igual que hoy).
Ese retraso socavó el apoyo de la coalición y hoy, especialmente tras el cambio de gobierno, corroe la confianza en las instituciones políticas. No se trata de acabar con los acuerdos; pero sí de sellar un nuevo pacto social y político, entre partidos políticos, movimientos sociales y actores gremiales, que dé legitimidad al enorme esfuerzo que requerimos realizar para ser un país desarrollado. Así lo hicieron países que fueron afines a nosotros como Australia, España, Finlandia, Suecia o Nueva Zelanda.
Muchos se preguntan si esa falta de energía para promover los cambios se volverá a repetir. No lo creo. ¿Razones?
1.- La crisis del capitalismo financiero del 2008, el triunfo de Obama y el ascenso de China marcan el retorno de políticas estatales más activas. Los ajustes fiscales europeos son dentro del pacto social alcanzado y son para paliar el endeudamiento para salvar a los bancos y políticas irresponsables.
2.- La tardía pero activa política fiscal y monetaria chilena del 2009 – que desde Gran Bretaña a China se aplicaron con éxito – demostraron que se podía recuperar el crecimiento económico, crear empleo y no ser tragados por el temido dragón de la inflación
3.- La dolorosa derrota del 2010 que demostró que el miedo a la Derecha no daba un cheque en blanco a la Centro-Izquierda
4.- El resultado de los candidatos que salieron de la Concertación y cuyo electorados deben capturarse si se quiere ser mayoría
5.- Las protestas del 2011 que movilizaron a dos millones de chilenos exigiendo igualdad y participación a una sociedad que crecientemente puede darlas.
6.- Las propias propuestas sociales y tributarias del gobierno de Sebastián Piñera – que se han aplicado aumentando crecimiento económico, empleo e inversión – demuestran que una agenda de cambio tiene ahora oportunidades que no tenía el 2006.
La oposición, si quiere ganar el 2014, puede y debe representar una plataforma de cambio.
El norte es el establecimiento de un Estado Social y Democrático de Derecho, adecuado a la realidad latinoamericana, de las experiencias históricas y de la economía global de hoy.
Para financiarla deberemos apostar por una economía social de mercado más parecida a la de la Europa del norte y centro que al capitalismo anglosajón. Démosles nombres más atractivos, pero de eso se trata.
Esa plataforma debería aglutinar a quienes ideológicamente estén en el liberalismo social – presente en el actual gobierno -, hasta el socialismo – tradicional o moderno – que acepte la democracia y los derechos humanos como valores universales.
Socialmente jóvenes, mujeres y actores sociales deben tener presencia en este pacto junto a líderes políticos y tecnócratas, tan necesarios como imprescindibles en toda democracia que aspire a ser gobernable.
¿Su candidato o candidata? El que se elija en una primaria abierta donde participen todos los que adhieran a las ideas matrices del pacto y se comprometan a respetar el resultado de la elección. Camino largo pero factible para volver a ganar la confianza de la ciudadanía.