Sí, también yo camino y uso los zapatos en vez de máquinas. No es fácil, le diré, porque somos un grupo aparte. Una bandada, si pajareamos, un enjambre circulando entre árboles, postes y avisos de Calle Sin Salida, No Estacionar 8 a 20 horas, Tome la derecha, o NO TOME.
Los pasos de zebra no los respetan los que andan en máquinas como autos, vans o los innecesarios 4 x 4, los camiones del aseo y las antiguas liebres hoy llamados Porta-Colegiales amarillos.
Incluso advierto que sin proferir piropo alguno, me han seguido por la vereda, unas chicas ombligo al viento en bicicletas amenazantes de bisectar mi tren posterior con la rueda delantera.
Créanme, yo peatón, no altero el tránsito ni el tráfico pero tengo esa sensación de ser inferior ante aquéllos que desde la cabina del auto me sobrepasan en velocidad, asociada según ellos a poder, astucia, dinero.
¿Qué hacer? ¿Oponer resistencia formando un sindicato de “Los De a Pie”, que se lee harto feo, o “Los Andantes” que suena algo angelical y pobre?
El auto creo les hace mal a los que guían: se transforman en Súper-dueños del país pavimentado.
Les hace mal a su auto-estima que crece y se creen, mintiéndose, más empoderados que nosotros los caminantes. Ni hablar de tacos, congestiones, niñitos envasados en máquinas que les enseñan y aprenden a ser superiores ¡los mocosos esos!
¿Qué hacer? No sé,…caminar a ver si se hace camino al andar.