La ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, descartó un mayor rol estatal en materia previsional, como lo propuso el Presidente de la CUT, Arturo Martínez, en su discurso de conmemoración del 1° de Mayo.
Los dichos de la secretaria de Estado son una manifestación de la “rigidez ideológica” con que autoridades de Gobierno y “expertos” responden ante cualquier planteamiento que pretenda introducir modificaciones al actual sistema previsional, administrado por las AFP.
Los defensores de la capitalización individual reaccionan en base a estereotipos generados hace décadas, en forma interesada para desprestigiar el antiguo sistema, lo que les impide evaluar objetivamente otras alternativas de inversión para las cotizaciones de los trabajadores y les lleva a sostener con dientes y muelas un sistema que ha probado ser un fracaso absoluto.
La necesidad de justificar el cambio del sistema de reparto, constituido por las Cajas de Previsión a la capitalización individual, se fundamentó al inicio de los ’80, en la mala administración de los fondos y el déficit público (que no escapan al actual) y en las inequidades del antiguo régimen.
A partir de dichas afirmaciones se construyeron muchos mitos. Uno de ellos es que el Estado es siempre ineficiente y se gasta la plata en lo que no debe. Eso es lo que ha querido señalar la Ministra al rechazar la interpelación del timonel de la multisindical para modificar el sistema previsional.
Si bien, efectivamente, el sistema antiguo tenía imperfecciones, no es efectivo que sólo la administración privada sea eficiente. Por de pronto, ésta no lo es. El problema es ajustar las cotizaciones con los beneficios y evitar los abusos, pero de ahí a sostener que el Estado siempre destina los recursos en otras cosas, es una apreciación aventurada.
Tal como ocurre hoy con el Fondo de Estabilización Económica y Social, es perfectamente posible asegurar por ley, la transparencia y rigurosidad en la administración de los recursos y alejarlos del uso discrecional del gobierno de turno, por lo que lo dicho por la Ministra Matthei es inexacto.
Asimismo, la titular del Trabajo y Previsión Social yerra al culpar exclusivamente a las lagunas previsionales motivadas en la cesantía de las bajas pensiones.
Un sistema previsional debe hacerse cargo de las contingencias más frecuentes en materia de empleo y es un hecho que éste no las prevé adecuadamente, desde el minuto en que hay una menor densidad de imposiciones que la esperada al crearse el sistema.
El sólo hecho que la realidad laboral sea distinta a lo presupuestado, ya por tres décadas, como dice la Ministra y esto afecte gravemente el nivel de ahorro previsional es una razón potente para estudiar un cambio en el sistema.
Es evidente que el desempleo no es la única causa de las bajas pensiones. Hay otros factores tales como la caída sistemática en la rentabilidad y los efectos de las crisis externas producto de una inversión de los fondos extremadamente audaz y sensible a las variaciones internacionales.
Hay muchos trabajadores que han cotizado en este sistema en forma regular por décadas, a niveles equivalentes a sueldos profesionales y administrativos, sin grandes lagunas y sus pensiones son igualmente escasas, por lo que la cesantía no explica necesariamente el fracaso rotundo de la capitalización individual.
Es necesario que se ponga sobre la mesa el sistema previsional y se estudien con seriedad correcciones que mejoren el rendimiento de los fondos y disminuyan las abusivas utilidades de las administradoras. La comisión por depósitos no da para más. Debe cobrarse, moderadamente, sólo cuando hay rentabilidad en los fondos.
Contar con un sistema de previsión eficiente, que no se base en el lucro de privados, que solidarice de mejor modo los riesgos y que otorgue seguridad a todos debe ser, sin lugar a dudas, junto con una reforma tributaria profunda, un tema principal de las próximas elecciones presidenciales.