A comienzos de abril, la Concertación efectuó primarias en 142 comunas para elegir candidatos a alcalde en las que votaron 320 mil personas. Además, pactó un acuerdo por omisión con el PC para enfrentar a la derecha en la competencia por las alcaldías en todas las comunas. Como consecuencia de aquellas primarias, Carolina Tohá, presidenta del PPD, fue elegida candidata única de la Concertación en la comuna de Santiago.
Parecía que la coalición entraba en una fase de recuperación luego de un período en el que su vigencia estuvo cuestionada. Pero el proceso de armar las listas de concejales ha creado una nueva amenaza a su continuidad.
Como se recordará, el año pasado el PR rechazó integrar una lista concertacionista de concejales, y el PPD, que había apoyado primero la integración de los 4 partidos, terminó condicionando su postura a la decisión de los radicales y resolvió finalmente armar lista aparte con los socios que pudiera conseguir.
Sus mayores esfuerzos se orientaron hacia Marco Enríquez-Ominami, pero fracasaron debido a que este tiene un proyecto desembozadamente personal y solo le interesa aquello que favorezca su nueva aventura presidencial. Hace poco, trató despectivamente a Carolina Tohá.
Parecía que se iba a repetir el cuadro de 2008, cuando hubo una lista de concejales DC-PS y otra PPD-PR en un marco unitario, pero quedaba todavía una sorpresa. El PPD y el PR decidieron formar una lista de concejales con el PC bajo el nombre de “frente de izquierda”, que los más entusiastas definen como una coalición destinada a dejar atrás a la Concertación. Conociendo la disposición de Girardi y de Gómez, nadie puede sorprenderse. Lo que vendría es la proyección parlamentaria y presidencial del nuevo bloque.
¿Qué hay detrás de los afanes del PPD y el PR? En pocas palabras, romper con la DC, idealmente atraer al PS y explorar un camino semejante al de los antiguos frentes de izquierda, como el FRAP, en 1958, o la UP, en 1970, lo que implica olvidar las enseñanzas de la derrota de 1973 y de los triunfos de las últimas décadas, que indican que fue precisamente el encuentro de las corrientes de centro y de izquierda lo que hizo posible la reconstrucción democrática y abrió paso a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, cuya fructífera labor permitió que Chile se acercara como nunca antes al umbral del desarrollo.
¿Por qué enterrar a la Concertación? Por razones que responden sobre todo a las agendas personales de algunos dirigentes. Como es sabido, el mayor representante de la línea funeraria ha sido Guido Girardi. Apenas dejó la presidencia del Senado, a la que llegó con los votos de todos los senadores de la Concertación, volvió a su campaña para conseguir que la coalición desaparezca del mapa para crear el soñado frente de izquierda.
Su cálculo parece ser este: si se mantiene el sistema binominal, dicho frente puede convertirse en la segunda fuerza electoral después de la derecha, lo que permitiría reducir a la DC y al PS a una mínima representación parlamentaria. Cuentas alegres, sin duda. Y el tiro podría salir por la culata.
El PPD, cuyo primer presidente fue Ricardo Lagos Escobar, nació comprometido con la construcción de una alianza de centroizquierda, sin complejos revolucionarios, con un sello nítidamente socialdemócrata.
Entendemos que esa perspectiva no ha perdido validez para Sergio Bitar, Ricardo Lagos Weber, Carolina Tohá, Felipe Harboe, María Antonieta Saa, Antonio Leal y otros dirigentes, quienes seguirían siendo partidarios de la colaboración con la DC, sin la cual simplemente no existe una alternativa de gobierno progresista.
Sin embargo, luego de leer las declaraciones de Lagos Weber, ni eso está asegurado. El senador por Valparaíso dijo: “Para los desafíos que se vienen en nuestro país, se necesita un bloque nuevo. Por eso, esta coalición terminó su ciclo. Cuando hablo de que la Concertación está superada, a lo que voy es que debemos incluir a otros sectores (…) Este pacto va a poner en jaque este monopolio de quienes tienen el poder de elegir. Lo que estamos haciendo es redistribuir el poder”.
¿Está diciendo que su partido ya optó por desarmar la coalición con la DC y el PS para entenderse con el PC y los movimientos de Aguiló y Navarro? ¿Y adónde conduce eso? ¿A crear un cuadro tal de dispersión que le facilite las cosas a la coalición gobernante y haga inviable la candidatura de Michelle Bachelet?
Sería una insensatez liquidar a la más exitosa coalición política de nuestra historia.
Por cierto que necesita poner al día sus propuestas, renovar sus elencos dirigentes y ofrecer un cauce de expresión a los jóvenes. ¡Pero nada de eso se consigue destruyéndola!
En octubre pasado, los 4 partidos estuvieron de acuerdo en que la convergencia con otras fuerzas debía hacerse “desde la Concertación”. Eso es lo razonable.
La mayoría de los ciudadanos que se identifican con la Concertación no pertenece a ningún partido, y no entendería que, por razones mezquinas, se lanzara por la borda el patrimonio de una coalición cuya obra ha despertado enorme respeto más allá de nuestras fronteras.
Una cosa es muy clara: el eventual quiebre de la Concertación sería celebrado por la derecha como un regalo caído del cielo, puesto que crecerían sus posibilidades de elegir un segundo gobierno.
Hay que salvar a la Concertación. Por ello, es necesario que levanten su voz todos los que quieren que siga siendo la vertiente unitaria de los chilenos y chilenas que desean una sociedad más próspera y más solidaria.
No pueden guardar silencio quienes todavía tienen poder e influencia como para evitar que la centroizquierda cometa un error catastrófico. En esta hora no es posible cruzarse de brazos.