Resulta francamente impresentable, mírese como se le mire, que el Rey de España, haya tenido la extravagante idea de irse un fin de semana de safari por África para dar rienda suelta a uno de sus favoritos y excéntricos pasatiempos: la caza se elefantes.
Y más aún cuando se trata de un hipercuestionable hobby más propio de jeques árabes, capos mafiosos o dictadores bananeros que de un jefe de estado de un país como España, que al margen de lo oneroso, constituye un cruento exterminio de animales en serio peligro de extinción.
La noticia, junto con irritar a la opinión pública de este país, ha dado la vuelta al mundo.
Las duras imágenes del monarca Borbón junto a Jeff Rann, con un examine elefante de telón de fondo, laceran la conciencia de muchos y avergüenzan a otros tantos, aunque rápidamente la mano larga de la censura real se encargó de sacar de circulación, despublicando y luego eliminando todo vestigio de ellas de la web de “Rann Safaris”. Una empresa encargada de agenciar estas insanas y famélicas tournée, para una selecta y poderosa trouppe mundial estilo “Club Bilderberg”.
Precisamente, cuando hace tan solo unas semanas, en un perfecto ejercicio de hipocresía política, el monarca Borbón manifestó que el paro juvenil le “quita el sueño”, en un momento tan “complicado” como el actual contexto de crisis, y animó a los jóvenes “a trabajar y a no rendirse para su bien y para el de España”.
Al fin de cuentas todo parece indicar que se ha roto definitivamente el cerco de protección informativa que blindó por más de treinta años las diferentes actuaciones (chascarros) y entresijos de la Casa Real Española, una de las protegidas y mimadas de las casas reales del continente.
El bullado “caso Undargarin”, protagonizado por su yerno el Duque de Palma, imputado por varios de delitos de corrupción, fue el primero en abrir esta suerte de caja de Pandora que representa con todas sus desvergüenzas la Casa Real, obligándoles, inclusive, a develar, aunque solo en parte, uno de los secretos mejor guardados de la Corona: las cuentas reales.
Otro tanto representa el desafortunado accidente que protagonizó Froilán, el nieto mayor de los reyes de España, al encajarse sendo escopetazo en un pie.
Lo más sorprendente para la opinión pública fueron las insólitas declaraciones de su abuela, la reina Sofía, quien en compañía de la madre del menor, la infanta Elena, precisó ante los medios de comunicación que: «con los niños siempre pasa eso».
Resulta evidente, por último, que el desaprobado ejemplo proporcionado por don Juan Carlos no contribuye en nada al necesario mejoramiento de la deteriorada imagen internacional de España ni al sosiego del clima social de un país convulsionado por la más aguda crisis desde los tiempos de la Guerra Civil.
Por el contrario, le ha hecho un flaco favor tanto a su decrépita democracia y sus instituciones, como, muy especialmente, al polémico anacronismo que representa a esta altura de la historia de la humanidad su, hoy por hoy, vilipendiada monarquía.