La visita de Benedicto XVI a Cuba no tuvo sorpresas, cumplió el guión preestablecido y sirvió para escenificar las buenas relaciones entre el Vaticano y el gobierno cubano, tras décadas de enfrentamientos mutuos.
En los últimos años la jerarquía eclesiástica tomó distancia con laicos opositores al gobierno cubano y cerró la revista Vitral, dirigida por el disidente Dagoberto Valdés y se alejó de Osvaldo Payá,dirigente del Movimiento Cristiano Liberación.
Según el portavoz vaticano, Federico Lombardi, el Sumo Pontífice no se reunió con las Damas de Blanco por falta de tiempo pero en cambio sí que tuvo espacio en la agenda para ver al ex presidente cubano Fidel Castro.
Las pasadas negociaciones tripartitas entre la Iglesia, el canciller español Miguel Ángel Moratinos y las autoridades cubanas, significó la liberación de los últimos opositores presos, y sirvió de respaldo al Cardenal Jaime Ortega en su estrategia de acercamiento.
El viaje de Benedicto XVI a Cuba estuvo marcado por un mensaje pastoral y con el objetivo principal de consolidar la gestión de Ortega en la Isla, frente a las críticas por parte de la oposición interna cubana, que cuenta con el apoyo de los sectores más radicales del anticastrismo de Miami.
Con el diálogo abierto, la Iglesia tiene un objetivo claro, ganar espacio en los medios de comunicación de manera más sistemática y la posibilidad de entrar en el ámbito educacional como ya sucedía antes de 1959.
Este último punto es el más polémico en la sociedad cubana, porque ahora el acceso es gratuito para todos mientras que antes del triunfo revolucionario el país tenía más del 60 por ciento de la población seminanalfabeta y los que podían estudiar eran tan sólo los que lo podían pagar.
Mientras, la Iglesia católica mantiene en un perfil más bajo temas como el rechazo al aborto, el uso del preservativo o el divorcio, porque la sociedad cubana los tiene superados y los considera como derechos adquiridos.
Estos temas fueron los más polémicos durante la visita en 1998 del anterior pontífice Juan Pablo II, por ello en este viaje Benedicto XVI apenas los mencionó pero los considera innegociables, con lo que la idiosincrasia del cubano y los dogmas de la iglesia católica no encajan bien.
El arraigo social de la Iglesia es minoritario en Cuba y se pudo ver en la asistencia a las misas, que no fue masiva a pesar de la curiosidad que despertaba la visita y la “orientación” a estudiantes y trabajadores de las empresas públicas a participar, para lo que se les dio el día feriado.
La mayoría de los cubanos consideraron a Ratzinger como un Papa con poco carisma y distante, incluso se prohibió que interrumpieran las homilías con aplausos y canciones, algo difícil de conseguir en un país tan extrovertido.
La Santería es una de las religiones con más creyentes en la Isla pero no fueron invitados a las actividades durante la visita papal porque son considerados cristianos pero “desviados”, mientras que para el cubano se puede creer a la vez en la Virgen de la Caridad y en Oshún.