Ayer fue el entierro del cuerpo de Daniel Zamudio, un joven chileno homosexual que fuera brutalmente agredido por un grupo neonazi en el Parque San Borja, en la comuna de Santiago.
La agresión contra Daniel no consistió sólo en una golpiza brutal, que incluyó un botellazo en su cabeza que al parecer fue la causa de su muerte, sino que también sus agresores lo torturaron con saña y alevosía, quemando cigarrillos en su cuerpo, fracturándolo y grabando esvásticas nazis en su cuerpo con objetos cortantes.
El caso se ha constituido en una verdadera vergüenza para Chile.
Ha dejado al descubierto la desidia e incapacidad de los responsables de la seguridad de los ciudadanos, ya que estas pandillas se reúnen y amenazan a las personas a vista y paciencia del público, se apoderan de los espacios públicos y ejercen su ley a su antojo.
Demasiada energía puesta en controlar a los movimientos sociales y mucha tolerancia hacia las pandillas fascistas.
Ha dejado al descubierto la ausencia de una adecuada política pública que eduque en los valores de la tolerancia, prevenga estas amenazas y otorgue protección legal contra la discriminación de que son objeto los miembros de las comunidades homosexuales, así como los inmigrantes, los discapacitados y otras minorías.
Ha dejado al descubierto la ausencia de una legislación contra delitos de odio y de incitación a la violencia, ya sea que estén motivados por la orientación sexual de los otros, por identidad de género, por nacionalidad, por opción religiosa, por pertenencia étnica o cualquier otro motivo.
Todas estas carencias alejan al país de la comunidad de naciones civilizadas, emparentándonos con países que hacen gala de su atraso cultural, de su homofobia y hasta de su misoginia.
Por ello, y para conectarse con los sentimientos de la mayoría de los ciudadanos que rechazan este crimen, es urgente que el Congreso Nacional ponga la legislación del país al día, aprobando una ley eficaz contra la discriminación.
La eficacia de la ley supone no sólo que ésta permita generar mecanismos de defensa y protección de las minorías contra los actos discriminatorios del Estado o de particulares, no sólo aumentar las penas de los delitos penales que se cometen inspirados en la discriminación, sino también y sobre todo, avanzar en la promoción de una cultura de la tolerancia y de respeto y valoración de la diversidad.
La llamada Ley Zamudio será un homenaje a Daniel y merecerá ese nombre no por la velocidad con que las cámaras la aprueben, sino por la profundidad y consistencia de su articulado.