Estamos a pocos días de la encuesta Adimark y nuevamente se ponen en juego las expectativas acerca de cómo vienen las percepciones de la opinión pública sobre la política y sus actores.
Esta situación nos plantea algunas preguntas: ¿qué explica las alzas, las bajas y los estancamientos de los Presidentes en su aprobación?; ¿porqué en unos momentos suben y en otros bajan?; ¿cómo se consolidan o quiebran las tendencias?; ¿qué efectos tienen estos resultados sobre la sucesión presidencial?
La respuesta a esas preguntas la encontramos en la interacción que ocurre entre a) el proceso de socialización política que cada uno de nosotros ha tenido y b) las coyunturas socio-políticas a las que nos enfrentamos día a día.
Socialización política. Aquí surge lo que llamo el “sustrato político-cognitivo”. En efecto, todos los electores y/o ciudadanos se enfrentan a los distintos escenarios políticos y sociales con un sustrato cognitivo que define sus disposiciones, actitudes, identidades, opiniones, lealtades, expectativas, sentimientos y percepciones políticas. Sobre la base de estos antecedentes cada uno de nosotros filtra, entiende e interpreta lo que ocurre a nuestro alrededor; en definitiva, cada una de las coyunturas que nos toca vivir.
En esa dirección el abanico de posibilidades es amplio; una elección presidencial, una manifestación, una huelga, un cambio de gabinete, una acto de corrupción, una mala o buena política pública, una crisis económica, una buena cifra macroeconómica, un alza en los combustibles y en los precios –IPC- o una situación de emocionalidad –como un accidente o una catástrofe-, etc. son algunas de las coyunturas a las que nos enfrentamos en el transcurso de nuestras vidas.
De ese modo y sobre la base del “sustrato cognitivo” que cada uno de nosotros tiene van surgiendo las distintas evaluaciones que hacemos sobre “el acontecer histórico”; y en esa dirección, si aprobamos o no la gestión de un determinado Presidente. Entonces cuando un ciudadano-elector responde la pregunta sobre si aprueba o no a un Presidente –en un momento determinado del tiempo- tiene como sustrato su “socialización política”. Sin embargo, hay que considerar un segundo elemento; las coyunturas de alto y bajo impacto.
Las coyunturas de alto impacto son aquéllas que inciden de manera directa e inmediata en la vida de los ciudadanos y/o electores y tienen incidencia directa sobre los niveles de aprobación-desaprobación presidencial. Las coyunturas de bajo impacto social son aquéllas que no inciden de manera directa e inmediata en la vida de los individuos.
En la era Bachelet las coyunturas de alto impacto que hicieron bajar su aprobación fueron la implementación del Transantiago, la crisis educacional expresada en la “revolución pingüina” y en el paro de los profesores.
Su crecimiento –que comienza fuertemente desde fines del 2008- se debe al manejo de la crisis del volcán Chaitén, al manejo contra cíclico de la crisis económica, a los bonos solidarios, a la construcción de estadios y a la reforma de las pensiones.
En la era Piñera el alza que tuvo a finales del 2010 se debió al rescate de los mineros. Desde esa fecha hay una baja significativa que se explica por el alza de los precios –alimentos y combustibles-, el mal manejo de las crisis que se abre con la movilización social, el fracaso del combate a la delincuencia, los problemas que genera el transporte público –alza pasajes-, y las tensiones internas del gobierno y sus apoyos políticos –conflicto de intereses, caso Van Rysselberghe y Kodama, Operación Coroneles, reformas políticas y tributaria-.
En consecuencia, surge la hipótesis de que las coyunturas de alto impacto que involucran emoción, seguridad y bienestar son las que más inciden en los niveles de aprobación-desaprobación presidencial. Obviamente, cuando hay un buen manejo político.
¿Cómo revertir y quebrar tendencias y subir en la aprobación? Las coyunturas de bajo impacto no generan cambios significativos en la evaluación y tendencias existentes. Dichos cambios pueden generar un alza o una baja en la aprobación. Hay alza cuando emergen hechos de alto impacto y la autoridad tiene un buen manejo de la coyuntura.
Al contrario, hay un estancamiento o descenso en la aprobación-desaprobación cuando se instala la percepción de que se ha hecho un mal manejo de la coyuntura. Por tanto, el manejo que se hace de los escenarios de alto impacto público, social y político es lo que puede producir cambios y rupturas de las tendencias dominantes.
Dos consideraciones. La primera, que toda coyuntura es la combinación de variables económicas, políticas y sociales; y la segunda, que en ellas siempre actúan fuerzas socio-políticas “antagónicas” que opinan y actúan en una u otra dirección. Por ello, una buena política o un buen manejo de crisis siempre encontrara detractores y críticos que pueden terminar anulando o neutralizando sus efectos positivos. En política es común transformar una derrota en victoria.
Quedan dos años de gestión Piñera y ha comenzado el segundo tiempo. Las cifras de aprobación son bajas. Empezó en un 52% y llego al 63% en octubre del 2010 influido fuertemente por el “rescate minero”. Desde entonces la tendencia ha sido a la baja.
Su punto más bajo fue en agosto del 2011 cuando llegó al 27% en el contexto de intensas jornadas de movilización social. Desde septiembre de ese año se observa un alza leve que lo sitúa por sobre el 30% a consecuencia del accidente de Juan Fernández, las fiestas patrias, el agotamiento de la lucha social, las fiestas de fin de año y las buenas cifras macroeconómicas.
La crisis de Aysén y el inicio de la movilización social-estudiantil 2.0 generan las condiciones para que la aprobación presidencial se estanque en torno al 30%-35%. Incluso, otros hechos pueden hacer caer estas cifras.
En este escenario la expansión económica y el alto nivel de empleo no constituyen elementos suficientes para romper la tendencia y subir en los niveles de aprobación; sobre todo, cuando se ha instalado la idea de que en Chile hay altos niveles de desigualdad y fuertes abusos del capital.
Las cifras de aprobación-desaprobación no son buenas. Tampoco las perspectivas de romper la tendencia y comenzar el camino del alza.
Sin embargo, hay tres noticias positivas que pueden revertir la situación y que los niveles de aprobación no inciden de manera directa ni relevante sobre las posibilidades electorales del candidato presidencial del gobierno. Bachelet es un ejemplo para ambos casos.
Y finalmente, que no hay que olvidar que aprobación presidencial no es lo mismo que adhesión política. Por lo general, ambas coinciden sólo al empezar una gestión.Vuelven a separarse cuando hay que elegir un Presidente.