Un día antes de anunciar públicamente tu intención de postular como candidato a Presidente de La República, tuviste la gentileza de llamarme y contarme tu decisión, el sentido de ésta.
En la conversación, además, tuviste un gesto que te retrató de cuerpo entero: no pediste mi apoyo para este proyecto del cual eres el rostro visible, y que cuenta con el respaldo de diversos grupos sociales, etáreos, políticos e intelectuales importantes de la sociedad chilena.
Entonces, me alegré Claudio, y miré adelante, porque para mí, ambos gestos políticos dan cuenta de una propuesta que es mucho más que una aventura personal: es el fruto de una reflexión colectiva que recoge el clamor ciudadano de renovar los rostros de la política chilena y percibe con nitidez la necesidad de incorporar cambios tanto en nuestro sistema como en la “cultura política” de nuestro país.
También, me dijiste algo que me devolvió las fuerzas y esperanzas: “No estamos en política para encontrar el lugar mas cómodo, sino el más desafiante”. Sin duda, has asumido un desafío enorme que, conociendo tus capacidades y la vocación humanista de quienes te rodean, lograrás sortear con éxito.
Sin embargo, de la misma forma como celebro tu decisión que -entre paréntesis – genera enormes ruidos y molestias en el “orden establecido” de los partidos políticos incluido el nuestro, no debe escapar a tu criterio la circunstancia de haber abierto una puerta que ya no puedes cerrar: has generado grandes expectativas en generaciones de ciudadanos y ciudadanas de diversos sectores, de distintas edades, de los más variados grupos.
Representas la opción de muchos y muchas que han visto cómo nuestra frágil democracia ha dejado a millones de chilenos y chilenas, al margen de los beneficios del crecimiento y hoy ven con dolor cómo crece y se profundiza el abismo entre los grupos de mayores y menores ingresos.
Estimado Claudio: Desde el restablecimiento de nuestra democracia no hemos construido un país; hemos construido una red de ghettos, donde ricos y pobres hablamos diferente, nos educamos diferente, tenemos atención de salud diferente, rezamos en iglesias diferentes, vacacionamos en lugares diferentes.
Estos ghettos son los que tu padre, con su tremendo compromiso social y su gran capacidad intelectual y estatura moral quiso siempre destruir y no tengo duda que tu puedes encarnar esos sueños de justicia, libertad y humanismo.
En el acto en que anunciaste tu candidatura presidencial, con agrado escuché una expresión que en el mundo de la política se elude y suele considerarse “políticamente incorrecta”: hablaste de la búsqueda de la “felicidad de los chilenos”.
Recordé que hace algunos años, habiendo sido invitado a participar en Berlín en un encuentro para aportar a la elaboración del documento que firmarían los Jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre Habitat II en Estambul, propuse usar la misma expresión y ello provocó serios y apasionados debates acerca de si era una expresión que pudiera ser incorporada en el texto a firmar.
Los años nos han dado la razón: nada mas propio de nuestro quehacer político, como superior anhelo, que el de lograr conducir un país de hombres, mujeres, jóvenes y niños felices.
Claudio: comprometimos nuestros mejores años de juventud en un sueño de lograr que los chilenos y las chilenas pudiéramos volver a mirarnos después de casi dos décadas de oscurantismo, terror, intolerancia y violencia siendo tú un importante protagonista. Sin embargo, lo que hoy vemos por lo menos a mí, no me gusta.
El anuncio de tu opción presidencial me genera y creo que a muchos y muchas, una nueva esperanza de hacer las cosas de un modo distinto: una política chilena fundada en ideas y no sólo en la búsqueda del poder por el poder.
La política vista como una opción de vida al servicio de los demás. No será un camino fácil, pero recojo tus palabras ya que comparto que la política no es una colección de cómodos y mullidos sillones para descansar, sino un complejo, imprevisible, duro y áspero camino hacia la justicia social y la libertad.
No decaigas en tu esfuerzo y, aunque no pediste mi apoyo, te lo ofrezco con generosidad y respeto: tu anuncio nos ha permitido a muchos volver a soñar y ello tiene un valor inapreciable y debo darte gracias por ello. Tu llamada de confianza se convierte hoy, a través de estas palabras, en mi gesto de apoyo a tu candidatura.