Me remonto al 10 de enero de 1893 en que nace uno de los poetas más extraordinarios que ha tenido la escena hispanoamericana sino acaso del mundo entero. Vicente Huidobro nace en Santiago en época estival y también deja esta tierra un verano, específicamente el 2 de enero, de 1948.
Hitos por los cuales rememorarle en tiempo de vacaciones por tanto hay al menos dos. Pero de no ser por los cantores populares que rondan su querida Cartagena en las valiosas Noches Huidobrianas, pocos recuerdos habrían para el trabajo del vate.
Esperanzadoras noticias nos llegaron hace un par de años cuando supimos que en 2011 ya se abriría la casa del poeta, en ese tiempo recién adquirida por la Fundación Vicente Huidobro, para ser visitada.
No hemos sabido más de ello desde entonces acaso porque para los medios masivos la importancia de esto es cercana o igual a cero, acaso porque haya sido difícil obtener los recursos que permitan finalmente hacer que cada chileno pueda abrazar la historia del incansable escritor, comprometido soñador y temerario aventurero.
Muchas esperanzas hay puestas actualmente en un Premio Nobel para el insigne talento de Nicanor Parra. Se hace necesario entonces recordar algunas de las palabras de quien ahora postula al más grande premio literario universal.
Las siguientes líneas, parte de un extenso discurso/poema, fueron leídas por Parra con motivo del Encuentro Iberoamericano de Poesía realizado en homenaje al centenario del nacimiento de Huidobro en 1993:
Una sola pregunta para poner las cosas en su punto:
¿Qué sería de este país sin Huidobro?
¿Qué sería de la poesía chilena sin este duende?
Desde luego no habría libertad de expresión.
Todos estaríamos escribiendo sonetos, odas elementales o gemidos.
¡Alabado sea el Santísimo!
Quiero dejar en claro que sin el maestro no hubiera sido posible el discípulo.
Prácticamente todo lo aprendí de Huidobro. Gracias.
No dejo de preguntarme dónde están nuestras autoridades educacionales o, para ser justos, dónde estuvieron también las anteriores, favoreciendo las causas que permitieran dignificar ante su propio país la figura de Don Vicente.
Algunos pocos recursos permitirían, por ejemplo, de año en año recobrar y cuidar la querida tumba del Poeta de la ignorancia del lumpen que despedaza de tanto en tanto y sin piedad su última morada ubicada en un cerro de Cartagena.
Aún después de todos los años transcurridos desde la partida del poeta quiero creer que por fin Vicente Huidobro tendrá un espacio propio donde su vida se pueda recorrer con plenitud tal como es posible caminar junto a la historia de Neruda en los espacios que él habitó.
Y que el verbo olvidar no sea, por ningún motivo, una alternativa. Ojalá.