Como las vacaciones dan tiempo para reconocer y dialogar con lo grande y lo pequeño, si camina por la playa, recoja conchas de caracol en espiral. Los niños y los poetas las coleccionan.
Si está en el sur, observe con cuidado la hoja de un helecho pequeño o gigantesco, como esos que bordean la carretera austral.
Y si tiene oportunidad de contemplar un fósil de Amonite, (con una antigüedad de cuatrocientos millones de años), sorpréndase pensando que todos comparten algo en común.
Bueno, me podrá decir que todos, como uno, están o estuvieron vivos en algún momento.
Aunque puede parecer obvia, es una hermosa reflexión, pero fíjese ahora con cuidado en sus formas.
El Amonite y el caracol tienen una forma de espiral, que ha permanecido similar durante millones de años.
Los helechos comparten desde su aparición, aunque no lo crea, el mismo patrón formal.
Es un patrón fractal.Es decir, la forma de la hoja completa del helecho, se puede encontrar en cada parte pequeña de ella, al igual que en la concha de caracol y del Amonite.
Es la belleza de la forma de lo complejo.
Es la belleza de la forma de la vida.
Es un maravilloso orden oculto.
Más aún, estas formas mencionadas, están sujetas a una “forma” matemática. La serie de Fibonacci, que se construye comenzando con 0 y 1, y luego cada número es la suma de los dos anteriores (0 y 1, 1,2,3,5,8…)
¿Qué le parece?
Si está aburrido, diviértase buscando patrones fractales, como en su árbol bronquial, el del remolino en un río, la forma de una galaxia, o la espiral de espuma que se forma al revolver un buen café al desayuno.
Si le sonríe a la belleza de lo oculto, ella le sonríe.