Hemos conocido un acuerdo entre la DC y RN para proponer un cambio al Régimen Político y de Gobierno.Los resultados no sólo fueron sorprendentes, sino que dieron cuenta de acuerdos sustantivos más allá de lo esperado: la creación de un régimen semipresidencial, la descentralización del Poder Administrativo a través de los Gobiernos locales y la existencia de un sistema electoral proporcional corregido.
El acuerdo más profundo que se ha alcanzado en los últimos 20 años.
Las reacciones han sido extrañas en la política: desde el respaldo hasta una especie de ataque de pánico de varios.
Lo que para unos es una tragedia, muchos lo vemos como un requisito esencial de toda democracia que espera mantenerse sana: nunca las estructuras y las formas deben colocarse por sobre la búsqueda del bien común.
Con este acuerdo se vuelve a recuperar una vieja tradición democrática de este país: se puede llegar acuerdo sobre puntos fundamentales, sin necesidad de cambiar de domicilio político.
Y en eso, la voluntad de mayorías y minorías de construir acuerdos y consensos pasa a ser esencial para la calidad de la democracia.
Lo que la DC y RN hacen es simplemente recuperar para la democracia la libertad de los partidos políticos para alcanzar acuerdos específicos. No es nuevo para nadie, así fue en los 90 cuando se alcanzaron acuerdos sobre la reforma tributaria y laboral. Así también se acordó la primera composición de las mesas del Senado y la Cámara de Diputados (¿o ya lo olvidó la UDI?).
No es difícil descubrir que la principal trampa del sistema binominal, es su dinámica que tiende al empate permanente: es decir al inmovilismo.
Cuando 66% es igual a 33%, obliga a estar empatados eternamente. Y los quórums puestos a las reformas políticas impiden que la voluntad de unos pocos de cada lado, logren quebrar la barrera de las “supra minorías”.
Para esto se necesitan acuerdos institucionales. Claro, el sistema es aún más perverso, les plantea a los partidos el dilema de seguir pactando con sus aliados para todo y en todo, o pasan a ser minoría.
Y esto se lleva al paroxismo con el efecto más nocivo del binominal y la gran falacia de que tiende a la moderación: lo que provoca es a competir a los aliados, ergo los que más crecen son los partidos de los extremos pues es más fácil diferenciarlo de sus socios de centro (miren el crecimiento de la UDI en este periodo)
Y entonces, quienes son los aterrorizados por este acuerdo: primero, los amantes de las estructuras. Aquéllos que creen que más importante que la democracia misma, es el cuidado de la cultura institucional que han formado.
Para ellos éste acuerdo significa casi un pecado: significa en su lenguaje pactar con el “enemigo”, aunque lo que consigan sea lo deseado. Y a eso le tienen pánico: a la posibilidad de “corromperse” con el que piensa distinto.
El riesgo para los fanáticos es perder su posición cuando el resto se ponga de acuerdo. Ya no podrán marchar por lo que tanto han luchado: su pureza estructural.Estos horrorizados son los que más mal le han hecho la democracia, pues han aniquilado el dialogo entre mayorías y minorías.
Son las viejas barras del fútbol ahora tratando de controlar la militancia de los partidos.
No por el fondo o las ideas (pocos han levantado la voz contra las reformas propuestas) sino porque no han respetado la estructura que ellos mismos han consagrado y los ha premiado.
Pero los más horrorizados, son los conservadores que están en todos lados. La reacción de varios UDI es paradigmática, su exitosa teoría pragmática del poder ha fracasado: hay otros que pueden lograr acuerdos que electoralmente los afectan. Ya no los pueden tener controlados.
Y sus reacciones de estos días no han hecho más que delatarlos. Lograron mantener cautivo el sistema por más de 20 años con la amenaza de la estabilidad.Después de lo pasado el 2011 ya nadie se lo cree.
Todos saben que nuestra democracia necesita oxígeno y el acuerdo DC-RN es un importante primer paso. Y los conservadores que se resisten a estos cambios se van quedando en el pasado.
El argumento más ridículo de estos días ha sido el de Coloma refrendado por el ministro Chadwick: una especie de antes hay que pedirle permiso a tu alianza. La gran duda es ¿por qué?
¿Desde cuándo un acuerdo político entre dos partidos necesita ser previamente refrendado por sus aliados? Eso implicaría renunciar a su rol y asumir que la lógica binaria del binominal ha triunfado.
Cuál es el pánico entonces hoy: que acuerdos como este que demuestran que el dilema del prisionero se ha acabado. Siempre puede haber alguien con quién pactar del otro lado. Ya nadie se encuentra atrapado. Ahora la pelota está en el Gobierno: tiene un acuerdo en sus manos para cambiar la historia. Al parecer su tentación es seguir estando atrapado.
Acordar hoy día reformar el sistema electoral es prioritario.
Y a los nerviosos…tranquilos, que es imposible que dos partidos con pasado tan distinto y futuro tan diferenciado, puedan acordar llegar en estas condiciones a una alianza electoral.
Espero que no sea esto lo que los haya horrorizado.