En el Mercurio del 160112, he leído que para que Facebook funcionara y le fuera bien como negocio, Mark Zuckenberg, había acogido lo sugerido por la gente en el sentido de vender su alma al diablo, si fuera necesario.
Si no existe el diablo, es una patochada humorística e inofensiva de este precoz y varias veces millonario con tremenda influencia en los medios y redes sociales, que cualquier Kane o Murdoch se la hubiera soñado.
Pero si existe tal ente azufroso, como lo afirmaba el Ilustre profesor Don Julio Philippi, al que mostramos con cierta apariencia caprina y un poquitín versallesca, renuncio naturalmente a seguir contribuyendo con mi valioso aporte a las arcas de Mark, borrándome de Facebook y renunciando por tanto, a todos mis afanes auto-laudatorios, a describir urbi et orbe todos mis queridos logros sociales, a todos los sabrosos chismes de familia, a todas las fotografías exhibicionistas de parientes en paños menores por el Caribe, a todas sus miradas extasiadas ante los museos del Europa,etc.
En una palabra, a todas sus melosidades y amistades robóticas.
Dolor grande por cierto, que tal vez no podremos soportar (nótese el plural mayestático) pues esta red social, entre otras, nos permitía con la mayor desvergüenza y narcicismo exhibir, aunque retocadas con foto shop, hasta nuestras partes pudendas.
Asimismo y en el mundo de los testimonios valerosos, nos facultaba a publicar la grandeza y oportunidad de nuestras ideas sobre la política y la farándula con la misma y sabrosa impunidad.
Pero que se le va hacer. Algunos somos graves y a Dios gracias, conservadores.
El señor Satán, virtual socio comercial de don Mark, según el propio dueño de Facebook lo afirma, no es santo precisamente de mi devoción.
Chao facebook. Chao Mark, Mefisto y CIA.
Me quedo con el flaco.