El Gobierno de Piñera abre una nueva fase política. Nos encontramos en la mitad de su gestión y en una coyuntura que clama por reformas políticas y económicas. En esa dirección, se ha instalado cierto consenso en el mundo socio-político sobre la necesidad de impulsar un conjunto de reformas. Ha llegado la “era de las reformas”.
En efecto, se ha instalado en el centro del debate la urgencia de impulsar reformas que tengan como objetivo ajustar la relación permanente entre desarrollo y política, y aumentar los niveles de legitimidad de la clase dirigente.
Se trata de encauzar la institucionalidad a la nueva realidad de Chile. Por tanto, el “movimiento de ajuste” busca equilibrar lo social y ciudadano con lo político y lo económico. La clase política sabe que hay que parar de alguna manera el “potencial reventón social” que durante el 2011 mostro su “rostro de malestar”.
La manifestación de estos hechos ha sucedido uno tras otro durante todo el 2011. No sólo se trata de la emergente movilización social-ciudadana (estudiantes, ambientalista, luchas urbanas de Magallanes, Calama y hoy las dunas de Con-Con, los consumidores del transporte público, los colectiveros-, la igualdad de género, los ciclistas y el alza de las huelgas laborales), sino también de la baja en las encuestas del gobierno, del Presidente y de la clase política en general.
Todo, finalmente, configura un escenario que se expresa en una crisis de participación, representación y legitimidad. Frente a estos hechos, la clase política se pregunta ¿qué hacer para revertir nuestra credibilidad y reproducir nuestro poder socio-institucional?
Las respuestas han comenzado a movilizar a los actores. Las soluciones las encontraron: reformas políticas y económicas.
En el plano económico se han instalados algunos temas que se vinculan directamente con dos situaciones; generar una mejor y más justa distribución de los ingresos y terminar con el abuso del capital sobre los consumidores. El primer punto se relaciona con la reforma tributaria y el segundo, con normas y leyes que se dirigen a equilibrar la relación desigual que ha existido a lo largo de muchos años no sólo entre capital y consumidores, sino también entre capital y trabajo.
La Reforma tributaria ya tuvo su debut en las pasadas presidenciales y comenzó a emerger desde el primer momento de este gobierno a propósito de la reconstrucción pos terremoto.
En Marzo del 2011 vuelve a instalarse en el seno del debate con el “Chile 2030” de Lagos.
Desde entonces se ha intensificado en la medida en que el movimiento social manifiesta su malestar y las desigualdades se van haciendo cada vez más des-estabilizadoras. Arturo Martínez en el discurso del uno de Mayo volvió a insistir en su necesidad. Luego, siguieron los partidos –los de oposición-, los centros de estudios y en el último tiempo han surgido las voces de los empresarios. Un consenso social implícito que, el gobierno ha empezado a recoger y articular.¿Habrá reforma tributaria durante este gobierno?
En relación al equilibrio capital-consumidores han comenzado a circular iniciativas que se orientan a terminar con los abusos que van más allá de este gobierno.
Han emergido un conjunto de hechos que dan cuenta de cómo el capital junto a la generación de altas utilidades han operado con una lógica que genera una relación muy desigual entre el capital y los consumidores expresada en a) situaciones de colusión real (farmacias y pollos) y potencial (supermercados), b) caso La Polar, c) ventas atadas por parte de los bancos, d) multi rut y e) altas tasas de interés y cobros que nadie entiende.
¿Hay más?
Como una forma de ponerle freno a estas situaciones se está impulsando una agenda que considera el Sernac financiero, la iniciativa de un Sernac del retail, penas de cárcel para los carteles y sus responsables y otras políticas anti monopolios y anti colusión.
En el plano político las reformas han sido un tema recurrente desde que se abre la transición. Hoy emergen con gran fuerza. El objetivo de estas reformas apunta a solucionar la actual crisis de participación, legitimidad y representación.
En esa dirección, las reformas políticas que circulan y debaten pueden agruparse en dos tipos: las de bajo impacto político (blandas) y las de alto impacto político (duras).
Mientras las primeras son las propuestas del programa político del gobierno, las segundas son las propuestas de la oposición y que el oficialismo se ha visto obligado a impulsar.
La Nueva Forma de Gobernar ha hecho el diagnóstico de que nuestra “democracia está enferma y necesita ser perfeccionada”. En esa dirección en su programa de gobierno y en los dos discursos del 21 de Mayo se han planteado las soluciones.
Entre las propuestas podemos identificar la Inscripción automática, el voto voluntario y el voto de los chilenos en el exterior, el cambio en las fechas de elecciones, la elección democrática de los Core, la ley de primarias, la iniciativa de ley, los plebiscitos comunales, la modernización del Estado y la declaración de patrimonio e intereses. No olvidemos, que muchas ya eran parte del debate político-legislativo. Se ha sumado a ellas, en los últimos días, la ley de cuotas que hará que las mujeres tengan una cantidad asegurada de asientos en el parlamento.
Sin duda, son todas reformas menores y de bajo impacto. Incluso, la Inscripción automática y la ley de primarias que sólo tendrán efecto en el marco de reformas duras.
Sin embargo, los hechos de este año (movilización social y bajos niveles de legitimidad) han instalado en el escenario “reformas políticas de alto impacto” que han comenzado a dominar el debate. Entre ellas, a) cambios al binominal, b) reforma constitucional de raíz constituyente que ponga fin, entre otros, al rol “subsidiario del Estado” y a los quórum calificados y c) plebiscitos nacionales y vinculantes.
Si bien, no se ha planteado como parte del debate, la elección democrática de los Intendentes es una reforma de alto impacto que sí contribuiría a la profundización democrática. Incluso, en este nivel podemos ubicar una reforma que apunte a limitar el número de re-elecciones en las que cada parlamentario puede participar.
La nueva fase política abre la “era de las reformas”. El problema político para los próximos años no sólo es que el movimiento de la institucionalidad es más lento que el tranco de las demandas y movimientos sociales, sino también que vienen dos años electorales.
Sólo espero, que no aparezca el conocido gatopardismo ni que el eufemismo, la técnica y el cálculo termine por imponer sus términos.