Se ha reiniciado el debate en el Senado sobre las reformas a las leyes de televisión que rigen nuestro principal medio de comunicación, que no se modifican desde hace veinte años. Se trata de actualizar su situación dados los cambios tecnológicos y sociales ocurridos, entre los cuales, el anunciado giro hacia una Televisión Digital (TVDT) y sus efectos en la industria televisiva y en los telespectadores.
Hay quienes piensan que se acabó el debate porque ya se aprobó la norma que la regirá en nuestro país (la japonesa-brasileña). O bien, porque hoy la tv estaría en retroceso pues la gente prefiere informarse y entretenerse por Internet. Pero se olvidan que sólo un tercio del país está conectado al ciberespacio y que en cambio el 99 % de los hogares tiene al menos un televisor, siendo su principal fuente de información.
Otros creen que la TV digital ya habría llegado a nuestras pantallas, cuando de repente ven imágenes muy nítidas, dada la autorización que se otorgó temporalmente a ciertos canales tradicionales para experimentar con la TVD (a raíz del Mundial de Fútbol el año pasado), y que pretendieron quedarse allí para siempre.
O quienes de vez en cuanto “compran” programas de Alta Definición a raíz de su partido de fútbol favorito. Para estas personas, televisión digital sería mejor imagen y sonido, es decir, mayor calidad técnica en las enormes pantallas que se ven en tiendas y en muchos hogares, restaurantes, hoteles y oficinas.
El mismísimo Don Francisco se asombró cuando se le preguntó qué opinaba de la TV Digital y resumió que es sólo una tecnología que permite una imagen de más calidad y que los telespectadores cuenten con más señales… si tienen dinero para pagarlos.
Es que él vivió el paso de la tv analógica a la digital en Estados Unidos, donde la mayoría de las ciudadanos ni se enteró de que hubo la posibilidad de pronunciarse acerca de los contenidos que le gustaría recibir de la “tele”, previo al cambio de tv analógica a digital, al abrirse una mayor posibilidad de canales y de emisores, junto con mejoras en imagen y sonido.
En noviembre viajé a California y, curiosa por conocer cómo funcionaba allá la TVD consulté a dos profesores universitarios qué les parecía y ninguno de ellos sabía qué les estaba preguntando. Tuve que instalarme frente a un televisor y comenzar a recorrer los canales para detectar por mí misma cómo se manifestaba allá la TV digital.
Me encontré con muchos canales locales, es decir, de condados o municipios, que transmitían sesiones sobre temas en litigio; dos canales militares (uno de la Historia del Ejército y el otro con novedades en alguna de sus ramas); un canal del Pentágono con similares temas; otros de diversos credos religiosos; varios en chino, japonés o coreano en el área de San Francisco y otros tantos en castellano en el resto de California y de Texas.
Pero en esa rápida pasada por la parrilla norteamericana en casa de familiares, amigos y en hoteles, no vi ningún canal cultural, ni indígena. Tampoco en la TV de pago tienen canales al estilo de Europa o Films & Arts. Ese tipo de programas sofisticados los ven a través de servicios pagados como Netflix o Huluplus.
En cuanto a la televisión abierta, lo único bueno que tienen los noticiarios de los principales canales – ABC, NBC, Fox News y CBS – es que duran media hora. Pero en su agenda sólo aparecen políticos en campaña, problemas en calles o carreteras, y en fin, notas magazinescas.
En la tv del imperio, no hay noticias internacionales. El mejor noticiero a mi juicio es el de Univisión (y en esto fui corroborada por mi amigo profesor de Stanford), el canal en español que cubre el territorio de Costa a Costa. Al menos también en 30 minutos, siempre presenta noticias de Centro América, algunas de Europa y ciertamente, los problemas del mundo hispano (30 millones de personas).
¿Se entiende ahora por qué hay que seguir discutiendo las leyes de televisión que nos regirán en los próximos 20 años…? (en lo cual nos han ayudado la Mesa Ciudadanía y Televisión Digital, el Observatorio de Medios Fucatel y el ICEI de la U. De Chile).
Enumero:
Para que la parrilla televisiva cuente con una variedad de canales que nos ofrezcan contenidos que nos puedan interesar.
Que nos pongan en órbita internacional o al día en materias políticas, sociales o culturales sin tener que pagar extra por ellos.
Para que las regiones tengan sus propias señales que canalicen sus problemas, inquietudes y creaciones.
Para que tengamos un verdadero canal público (TVN) que interprete a todos los sectores, no dependa del rating y no tenga que autofinanciarse para que sea independiente y entregue programas de calidad como “Los archivos del Cardenal” en horarios “pryme”.
Para que el financiamiento de los canales privados sea por arriendo mensual o por avisos, pero no por ambos medios.
Por ahí van algunas de las 1.500 indicaciones que tiene el proyecto de ley sobre televisión pendiente hace años en el Parlamento y que por estos días se pone en marcha.