El concepto de Democracia ha sido mal interpretado, por algunos, en el último tiempo, ya que no sólo significa poder sufragar en tiempos de elecciones municipales, parlamentarias o presidenciales.
Ejercer la Democracia no sólo implica hablar de ella, declararse su partidario, exigir cambios en el sistema imperante, demandar voz y voto, marchar en las calles o criticar a quienes restringen los acuerdos entre cuatro paredes.
Ejercer la democracia va más allá e implica apostar por la gente y su participación, abrir los espacios para que sea la ciudadanía quien decida respecto a situaciones que afectarán su presente y su futuro. En suma, no hacer marketing con ella, sino vivirla en serio.
Eso hicimos en Peñalolén: a pesar de que el Plan Regulador estaba aprobado por el Concejo Municipal, creímos fundamental que los peñalolinos concurrieran a las urnas a votar. Sin duda corrimos un riesgo, pero eso es parte del juego democrático.
Nosotros siempre habíamos dicho que Peñalolén era la comuna más participativa de Chile y la verdad es que nos quedamos cortos: Más de 75 mil vecinos dieron su veredicto claro y la gran lección que nos queda, es que la gente quiere participar, quiere ser un actor activo de las decisiones que se toman y afectan su vida.
Hoy corresponde acatar con humildad el veredicto ciudadano. Con todo, el resultado fue muy estrecho, existiendo casi un 50% que también valoró la propuesta del PRC del Concejo Municipal.
En términos de participación, Peñalolén dio un ejemplo del que me siento profundamente orgulloso.
En relación a la no aprobación del nuevo PRC, me preocupa que queden sin respuesta temas tan importantes como la generación de espacios para viviendas de sectores medios y pobres, la protección de áreas verdes, el mejoramiento de conectividad, la falta de un espacio semi-industrial y la prohibición de construir en altura en el sector alto de la comuna.
Muy especialmente me apena el dolor de esos cientos de allegados que tenían promesa de compraventa en terrenos. Lamentablemente la opción “No” dejó sin solución estos problemas.
En este plebiscito y en todo proceso democrático hay sin duda elementos contradictorios: primero, la gente reclama espacios de participación; segundo, muchos desprecian la política, otros tantos, critican el sistema político y social imperante. Pero los “75 mil de Peñalolén” legitimaron el plebiscito como herramienta de decisión ciudadana.
Chile está diciendo en todos los tonos que quiere participar, opinar y decidir.
Es hora de que el Congreso y la política chilena en su conjunto, faciliten ese proceso. Los plebiscitos son una forma que debe sumarse a modificaciones más profundas. Y hablo precisamente del proyecto de inscripción automática y voto voluntario.
Qué bueno sería poder contar con un padrón electoral fresco, que nos desafíe políticamente a generar propuestas claras, un proyecto de país sólido para convencer a esos electores que su voz y voto son fundamentales para provocar los cambios que Chile necesita.
Sé que hay diferencias sobre la voluntariedad del voto y así lo han expresado diputados de mi partido que exigen reponer la obligatoriedad del sufragio.
Estoy muy de acuerdo en que la participación política implica una cuota importante de responsabilidad, Peñalolén demostró que se puede compatibilizar el derecho y el deber de cívico.
Pero no podemos dejar que este punto entrampe una iniciativa que les debemos a los ciudadanos, no podemos dejar que los temores nublen nuestra razón, debemos ser demócratas de pies a cabeza y sin calculadora en mano.
El fenómeno de la indignación, el movimiento estudiantil o las protestas contra el abuso de las empresas, representan una influencia enorme en la forma de ver la participación ciudadana de aquí en adelante.
Tenemos formas de saber qué es lo que quiere la ciudadanía y debemos utilizar esas herramientas.
El Presidente Sebastián Piñera dijo que la voz de la calle no siempre es la voz del pueblo, yo lo desafío a demostrar eso con hechos.
Si el Gobierno cree que el descontento de las encuestas y su baja credibilidad es sólo efecto de la calle, que lo demuestre. El desafío político es atreverse a mirar a la cara a la gente y preguntarle qué quiere.