En medio de la avalancha de declaraciones, entrevistas, análisis pre y pos elecciones estudiantiles universitarias, un dirigente expresa una frase genial: tengo/tenemos vocación de poder.
No la cito entre comillas porque la frase pasó bastante inadvertida y prácticamente desapareció de los medios.Pero me pareció una declaración sin ambigüedades, que es para anotar y comentar tanto por su contenido como por su directo reconocimiento del carácter de políticos de los dirigentes estudiantiles, especialmente los universitarios.
Pienso que es una frase que permitiría iniciar una exposición o una conferencia en materia del poder político.
Desde luego, constituye una definición del político: son aquellos que tienen vocación de poder. Sean de derecha, de centro, de izquierda o que aspiren a conservar, reformar o revolucionar la sociedad o cualquiera sea la ideología que sustenten, todos tienen “vocación de poder”.
Nada negativo hay necesariamente en ello. Dependerá de cómo pretenden obtener y para qué quieren el poder político a que aspiran.
De otro lado, la aludida vocación no es a cualquier poder, por cierto. Así, en este caso no refiere exclusivamente al poder del presidente de una Federación de Estudiantes Universitarios.
Se trata del poder político en una sociedad. Esto es, aquel que permite a quienes lo sustenten tomar decisiones que serán obligatorias para todos sus miembros, puesto que tendrán como apoyo para su cumplimiento, incluso compulsivo, la fuerza legítima que sea preciso aplicar.
Ese poder nos pertenece a todos y cada uno de nosotros los ciudadanos, ello si se trata de un régimen político democrático, conviene advertir.
A eso aspiran y tienen vocación, al parecer, los estudiantes universitarios, según la declaración que comento.
Nada hay que objetar al respecto. Cada uno de nosotros y todos nosotros podemos tener esa aspiración y vocación.
Solamente algunos, eso sí, intentarán hacer realidad esa aspiración y vocación, en un terreno que sabemos es duro, difícil, en ocasiones brutal, especialmente cuando se traspasan o no se respetan la reglas básicas civilizadas de los regímenes políticos democráticos, como tantas veces nos ha ocurrido en América Latina y también en Chile.
Por eso mismo conviene reflexionar que la vocación de poder debiera ir acompañada de la vocación por el derecho –cuestión aún más pertinente si se tiene en cuenta que uno de los que tienen la aludida vocación de poder es precisamente un estudiante universitario egresado de derecho.
Por cierto, los requisitos, alcances y límites del derecho no son para que el político o aspirante a poderoso no sea exitoso en su intento.
Un político tiene que tratar de ser exitoso. Proponer algo distinto es ilusorio o un sin sentido.
Pero el político, en mi perspectiva, debe encontrar en el derecho el sentido más noble de su vocación y aspiración al poder.
Puesto que solamente dentro del derecho es posible la paz social, la libertad, la justicia, la igualdad de oportunidades y de condiciones humanas iniciales básicas, la dignidad y derechos fundamentales de la persona humana, entre otros valores que orientan –o debieran orientar- la aspiración y vocación al poder.
Eso por una parte.
Por la otra, los jóvenes dirigentes estudiantiles universitarios con vocación al poder muy pronto tendrán que reconocer que existen otros no tan jóvenes pero con la misma y legítima aspiración y vocación al poder.
En tal sentido, los jóvenes y los no tan jóvenes o incluso viejos políticos deben enfrentarse, comparar opiniones, discutir, enfrentar civilizadamente sus diferencias y convencernos a nosotros, los ciudadanos, acerca de quien tienen la razón en sus planteamientos. Opino que en ello los viejos políticos tienen no solamente un derecho sino una importante y gran obligación que cumplir.
Un crítico expresó que después de las elecciones estudiantiles universitarias los analistas examinarán con lupa las declaraciones de los ganadores. Y lo expresó de modo peyorativo. No comparto esa apreciación.
Si los jóvenes tienen vocación por el poder, deben someter al escrutinio público, de nosotros, el pueblo, sus aspiraciones a obtenerlo.
Ahora ya es tiempo que articulen, agreguen, organicen y expresen sus proposiciones y nos convenzan que sus aspiraciones y vocación de poder merecen el apoyo de nosotros, los únicos legítimos dueños de ese poder al que aspiran.