“Los seres humanos son los maestros del engaño”.
La Polar no obtuvo utilidades, sino pérdidas por US$ 100 millones por año en el último decenio… ¿cómo?
La psicología evolucionaria, reconoce que el engaño existe en todo el reino animal (como “hacerse el muerto”), pero el único que engaña intencionalmente es el hombre, y quizás algunos grandes simios.
Mentimos y nos mentimos a nosotros mismos.
Somos evolutivamente buenos para detectar tramposos en los intercambios sociales directos, por la actitud y los cambios emocionales(expresión de la cara o color de la piel), pero nos cuesta detectar la mentira intencionada.
“La evolución no nos ha preparado para detectar las mentiras por la manera de comportarse del mentiroso”.
Quizás preferimos “no pillar a los mentirosos”, para no sospechar y confiar, favoreciendo la mantención de las relaciones sociales. “O deseamos ser engañados para no conocer la verdad”. O sólo creemos “por cortesía”. O fuimos educados para esto.
Gazzaniga, plantea que el problema es la aparición reciente en el hombre del lenguaje, lo que obliga a un gran gasto de energía cognitiva para la comprensión de su significado, lo que ha minimizado la “detección de pistas visuales y auditivas” del engaño.
Pero lo más inquietante son los resultados de los experimentos de Dan Batson, quién plantea que nos mentimos, ¿“inconscientemente”? nosotros mismos:
“Resultan obvios los beneficios de la hipocresía moral para uno mismo: uno puede cosechar las recompensas materiales derivadas de actuar de manera egoísta y a la vez granjearse los beneficios sociales y de autoestima asociados a ser visto y verse a sí mismo como alguien recto y ético”
En sus experimentos, la responsabilidad moral no garantizaba la integridad moral (sino la probabilidad de ¿mayor hipocresía?).
Interesante fue, que cuando la acción tramposa, que era ocultada para parecer ética, la hacían frente a un espejo, desaparecía.
La imagen ética, necesita de consistencia emocional-cognitiva, en el comportamiento ético.
Parece que el cerebro-mente humano evolutivamente, “siempre quiere la victoria, no la verdad, (y) es más admirable por su habilidad que por su virtud”.
¡Joder! Por eso es tan difícil (y una virtud), decir la verdad.