“La revolución dice: yo soy, yo fui, yo seré”. (Rosa Luxemburgo)
El adiós a las armas anunciado por de ETA (“Euskadi ta Askatasuna”, (Euskadi y Libertad) estuvo a punto de llamarse “Aberria ta Askatasuna” (Patria y libertad), en cuyo caso su acrónimo hubiera sido “ATA”, (que en euskera significa pato) constituyó, sin lugar a dudas, la noticia más esperada en toda España, ¿desde hace 52, 43 o 30 años?
Todo depende del prisma con se le mire. Las cuentas de la derecha parten desde el día en que se funda (se suele señalar el 31 de julio de 1958 como fecha probable de su fundación, coincidente con la festividad de San Ignacio de Loyola), o de la fecha en que ETA comete su primer atentado criminal en la persona del comisario Melitón Manzanas, en 1968.
Para la izquierda y la socialdemocracia, en cambio, ETA ha dejado atrás 30 años de implacable violencia terrorista, en directa alusión a su radicalizado y violentista accionar (armado) emprendido durante todo lo que va corrido de democracia, hasta hace tan solo un par de años en que cometió sus últimos crímenes.
Dicho sea de paso, este último tiempo ha estado marcado por los eficaces golpes policiales a la banda y su desastroso repliegue militar.
Se trata de ostensibles diferencias pero para nada baladíes, pues al margen de evidenciar las diferentes aristas y perspectivas que supone el “conflicto vasco”, evidencian la no despreciable complejidad, espesor y las hondas raíces histórico-antropológicas de un genuino “conflicto (socio) político”.
Este esperado y bullado anuncio, que despierta, naturalmente, una serie de sentimientos encontrados, no exentos de escepticismo, recelos, alegría y duda, vino a caer justo en medio de unas “inmotivables” elecciones presidenciales, carentes de debate, de verdad y compromiso, y de modo intraducible en materia de rédito electoral y efecto en su resultado.
Así lo cree, al menos, la mayoría de los españoles según las últimas mediciones realizadas.
Un buen signo, por lo demás, de que con este tema han ganado todos los españoles, sin excepción.
Unas elecciones, decía, que nos sorprenden, una vez más, con un Rajoy (PP), favorito en todas las encuestas y bordeando la mayoría absoluta (con más de 15 puntos de ventaja), que “no se compromete con nada y apuesta claramente a ganar por la vía del (seguro) desfondamiento del rival que por méritos propios”.
Y un Rubalcalba (PSOE), claramente, más serio, preparado y creíble (la última medición no lo corrobora) jugando a “negar todo lo que hizo y prometiendo todo lo que no pudo, no quiso o no fue capaz de hacer”.
Y se hizo presente en su acostumbrada y surrealista “mise-en-scène”, propia de la dramaturgia etarra.
El telón de fondo azul y negro del “Bietan Jarrai” (el símbolo etarra de la serpiente y el hacha), escoltado por la “Ikurriña” (bandera vasca) y las banderas de Navarra y la denominada “Arrano Beltza” (“Águila Negra” la bandera de los nacionalistas), y las tres personas de la testera vestidas de negro, encapuchadas y tocadas con la “txapela” (la típica boina vasca).
El personaje del centro, se dice que se trataría de David Pla, actual número uno de ETA, hablando en castellano, fue el encargado de leer el comunicado más corto en la historia de ETA y lo hizo de modo contundente y claro: “el cese definitivo de su actividad armada” (garantizado casi por completo por el grave deterioro militar de la banda), y a reglón seguido emplazó a los partidos PP y PSOE a “que respondan abriendo un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto, para superar así la confrontación armada”.
Y vino precedido del desarrollo de la “Conferencia Internacional de Paz en el País Vasco”, con la participación de costosas celebrities del calibre de Kofi Annan, Gerry Adams, Pierre Joxe y Gro Harlem Brundtland, etcétera, que aunque cuestionada y más allá de la enorme utilidad que brindó a la escenificación de la derrota de ETA, constituye una innegable reafirmación de la existencia del mentado conflicto, su gran envergadura y las partes involucradas en el litigio.
En relación a estas últimas, una cuestión que planteó dudas y dejó abiertas una serie de suspicacias y entresijos: ¿quién pagó el no menos despreciable “cachet” que cobran estas estelares figuras?
En cualquier caso, este anuncio deja algunas relevantes certezas imposibles de atenuar.
En primer lugar, que todo parece indicar que ha llegado a su fin “este relicario sangriento de la Europa de otro tiempo”, en donde matar o morir por la “Patria” y la “Revolución” eran ideas bastante extendidas.
Que ETA está derrotada militarmente (no desarticulada/disuelta ni ha entregado las armas) y que el “conflicto político” persiste y que ha entrado, solamente, en su largo camino hacia resolución que apunta inexorablemente a la realización de los afanes aspiraciones independentistas.
Que le corresponderá a un poderosísimo espectro “abertzale”, que cuenta con la coalición “Bildu” (“Izquierda Abertzale” (patriótica) que sumó el 25% de los votos del País Vasco y el 10% de Navarra en las últimas municipales, que prefirió convencer a ETA del abandono de las armas, antes que romper con ella, continuar con las demandas y reivindicaciones
A saber, legalizar todas las organizaciones políticas, respeto a los derechos básicos de los presos, el reconocimiento de “todas” las víctimas y la “iniciación de un diálogo con los gobiernos de España y Francia para poner fin a esta larga confrontación”.
Así, al menos, lo hizo presente con total rotundidad la “Izquierda Abertzale”, en una de las más grandes manifestaciones que ha presenciado la historia reciente de Bilbao.
Con decir que la “Ertzaintza” (policía vasca) le calculó, con la mezquindad de rigor, en unos 24 mil participantes.
En definitiva, el nuevo relato, nada fácil, que se inicia, requiere en primer término actores con altura de miras y a la altura de las circunstancias.
Que al margen de la serie de cuestiones pendientes a negociar, deviene imperativamente de la mano -sino del arrepentimiento- de la pedida de perdón por las víctimas y, por sobre todo, de la total y definitiva disolución de este “paradojal residuo del franquismo”.
Porque habiéndose dicho ya “agur (adiós) a las armas”, resulta imperativo decir de una vez y por todas: ¡”Agur ETA”!
Solo así se podrá hablar verdaderamente paz y reconciliación en estas tierras.