Me pareció estar viendo TV en blanco y negro al observar al coronel Cristián Labbé denunciando que en Chile no está vigente el estado de derecho, que las hordas nos acechan, que la autoridad está sobrepasada porque no ejerce sus facultades, que él llama a la fuerza pública, que él es quien gobierna Providencia.
Parecía, pero no era la serie “Los 80”; tampoco “Los archivos del cardenal”. Tampoco se trataba del “Menú de Tevito”, que muestra imágenes del recuerdo en TVN. ¡Era ahora!
El alcalde de Providencia trataba de explicar lo inexplicable, por qué había decidido, por sí y ante sí, cerrar cinco colegios de su comuna y negar el ingreso a estudiantes de otras comunas a sus liceos.
De veras, Labbé nos hizo retroceder a los años de la dictadura, donde los militares actuaban de esa forma, irracional, prepotente y abusiva.
En los nuevos tiempos, se dice que siempre es posible sacar provecho de una situación adversa. Hay que ver el lado lleno del vaso.
Pues bien, la bofetada que dio Labbé al movimiento social tiene algo positivo: nos permite recordar lo que fue la dictadura y que las nuevas generaciones observen “la chichita” con la que nos tocó curarnos a los chilenos durante 17 años.
Para que sepan, así eran TODAS las autoridades en esos años. Bueno, algunas peores todavía, las que usted puede adivinar viendo “Los archivos…” y “Los 80”, cuando la repongan.
Lo difícil es entender al electorado de Providencia: ¡cómo han podido elegir… y reelegir … y reelegir a una persona con los antecedentes de Labbé, y que no sólo actúa como lo hizo, sino que más encima le miente al país, involucrando en su mentira a un ministro de Estado, como Felipe Bulnes!
Los movimientos sociales, tras el estupor inicial, han comenzado a reaccionar.
No sólo con la marcha pacífica contra el alcalde, fuertemente reprimida por Carabineros, sino con otra medida de tipo electoral: como falta un año para la próxima elección municipal, están promoviendo la idea de inscribirse como votante en Providencia, para cambiar la mayoría conservadora y nostálgica de la dictadura que allí tolera los excesos de su edil.