Chile ha sido uno de los países donde ha penetrado con mayor rapidez el uso de plataformas como Facebook y Twitter.
Esto habla bien de un mercado ansioso por explotar las virtudes de la conexión permanentemente y una gran oportunidad para que marcas y servicios puedan llegar más cerca de sus clientes.
Este escenario tan alentador, supone una madurez legislativa que no ha crecido con la misma rapidez y también sugiere responsabilidades propias de los usuarios, quienes son –en primer lugar- los responsables de proteger la privacidad de su información personal y sus espacios privados.
Lo anterior no es un tema nuevo, sin embargo, con la explosión de Smartphones en el mercado, se ha multiplicado el uso de redes como Twitter y Facebook dejando al descubierto situaciones a lo menos, reveladoras de una sociedad poco preocupada de la privacidad y donde todas las convenciones sociales más conservadoras se van al tarro de la basura.
Antes de seguir, debo reconocerme como un usuario intensivo de redes sociales y de todo lo que huela a digital -es parte de mi vida y de mi trabajo- sin embargo, me ha tocado ver como, por un zanahoria y peor, ni siquiera por eso, cientos de personas hoy en Chile regalan pedazos de su vida y de su privacidad en las redes sociales.
No es extraño ver en Facebook perfiles de personas completamente abiertos, sin la más mínima protección, abriendo las puertas (y casas) a galerías de fotografías e información personal que muchas veces involucra a familiares teléfonos, correos y quizás qué otra información, que en manos equivocadas, puede terminar afectando la seguridad no sólo de los usuarios, sino de sus familias.
Declaraciones de amor, rupturas familiares, reclamos al marido, vendettas matrimoniales, infidelidades, denuncias caseras y hasta improperios en ámbitos familiares son situaciones que cada uno es libre de escoger si quiere compartir o no con sus círculos cercanos, pero…
¿Qué pasa cuando esa información involucra a terceros o cuando esos terceros no quieren conocer esa información o peor, cuando no hay filtros de acceso a ese “contenido”?
Me parece que justo, en ese momento, es cuando las redes sociales se convierten en redes antisociales, donde la información que compartimos puede comprometer la seguridad de los que queremos.
No pretendo que esta opinión se convierta en una bandera “anti redes sociales”, está lejos de ello.
Creo que las redes sociales y la web son el mejor mecanismo que jamás se haya inventado para hacer más horizontal la comunicación y las relaciones entre los diferentes actores de la sociedad; sin embargo, me preocupan los usuarios y como ellos aprenden a vivir en el mundo digital bajo malas prácticas y peor, arriesgando su vida privada.
Justamente es esta reflexión la que hace tres años me hizo decidir sacar de mi perfil de Facebook todas las fotos de mis hijos y restringir a sólo un par de personas el acceso a la documentación fotográfica de mi vida, claro, soy un activo usuario de estas redes y las utilizo principalmente para experimentar en mi trabajo e informarme.
Todo lo anterior me hace pensar en como vamos a enfrentar esto.
Como país tenemos una deuda enorme con la ciudadanía, después de tantos años empujando por aumentar el acceso y la conectividad de las personas, hubo un detalle que parece que se quedó en el tintero, enseñar a los usuarios a establecer limites digitales, tal como hoy en el mundo offline cuidamos nuestro metro cuadrado, es vital que en las redes sociales hagamos lo mismo.
Insisto, no se trata de las redes sociales sino de sus usuarios, cada vez con más frecuencia creo que faltan límites, está claro que se necesita una legislación apropiada que se haga cargo de la información personal, pero primero que eso, se necesita usuarios que se hagan responsables de sí mismos.