Escribí la novela inspirado en la vida y obra de un gran sociólogo chileno, Luis Zúñiga Zarate, quien dedicó su vida al trabajo por los más débiles entre los más necesitados: los niños.
Fue un chileno ejemplar que asumió la causa de la infancia con el compromiso y la entrega total.
Luego de una vida hermosa, donde desplegó todos sus talentos musicales y sus capacidades de trabajo solidario humanitario, aceptó ir a Burundi, un país africano donde la guerra se hizo cotidiana y los derechos humanos marcaron a sangre su ausencia.
Sabía del peligro. Lo sintió, su olfato muchas veces le envió señales de alerta a su mente despierta y allí lo encontró el destino feroz, con una muerte brutal.
Escribí pensando en mis hijos, en tus hijos, en los nuestros, en las generaciones que poco saben del compromiso social, de “dar hasta que duela”, de ser parte de una comunidad que vive solidaria, movida por ideales y no solo por el lucro y el deseo de tener más.
Escribí la novela pensando en que hay seres anónimos que todos los días nos muestran un camino distinto al modelo económico egoísta que campea entre nosotros.
El accidente del archipiélago de Juan Fernández, me dolió mucho, como a todos ustedes.
Una vez más, por suerte para todos, permitió conocer mejor a mujeres y hombres que a sabiendas de que no iban de paseo, de que corrían ciertos peligros, fueron capaces de aceptar los riesgos para hacer su labor solidaria.
¡Hoy los lloramos!
Ojalá que sus sacrificios no sean en vano.
Ojalá que cada día sean más los empresarios, los periodistas, los profesionales de la educación y de la salud y sobre todos los que se dedican al servicio público, que fomenten los valores de la solidaridad, de la equidad y promuevan el cambio cultural que necesitamos.
Nuestra historia nos habla de un pueblo solidario que surge una y otra vez de las odiosidades, de los terremotos, de las tragedias. Esa es nuestra cultura, no esta importación individualista y liviana en que nos han querido transformar.
Cuando pienso en Lucho, en los dos Felipe y todos los demás que compartían su aventura solidaria, renace la esperanza de que aún podemos ser leales a nuestros sueños e ideales y que si es posible tener un mundo mejor, un Chile más justo y solidario. De nosotros depende.