Los democratacristianos no hemos olvidado, y no olvidaremos nunca, las horribles consecuencias que acarrea perder la democracia.
Se entenderá, entonces, que para el PDC la preferencia por la democracia, antes que una conclusión intelectual, es una opción moral de primer orden.
Estamos orgullosos de haber liderado el esfuerzo nacional por recuperar la democracia.
El aporte de nuestros dirigentes políticos, sociales, sindicales, juveniles, universitarios, poblacionales y profesionales fue crucial para llevar adelante con éxito la lucha política pacífica contra la dictadura.
Tenemos plena conciencia, en todo caso, de las muchas limitaciones que presenta nuestra democracia.
Sabemos que, pese a nuestros esfuerzos, siguen existiendo instituciones y normas que condicionan en demasía la expresión plena y expedita de la voluntad del Pueblo.
No obstante, tenemos que rechazar, por falsas y peligrosas, aquellas visiones que niegan legitimidad a nuestros procesos electorales, desprecian al Parlamento y a los partidos políticos, desconocen el valor de dos décadas de una convivencia pacífica, civilizada y sujeta al Estado de Derecho y que, incluso, llegan a afirmar algún tipo de continuidad o equivalencia entre nuestras actuales instituciones y el régimen de la dictadura.
Las marchas y protestas de los últimos meses dan cuenta de un fuerte y amplio movimiento social que, entre cosas, exige más y mejor democracia.
No solo compartimos esa aspiración sino que somos parte de esta legítima expresión ciudadana.
La movilización pacífica de cientos de miles de compatriotas ha puesto de manifiesto que la inmensa mayoría del país demanda cambios profundos en la forma en que se toman las decisiones.
Pese que, hasta el momento, el gobierno no ha querido, o no ha podido, estar a la altura de esta demanda, creemos que se ha generado un espacio que hace posible pensar en que puedan aprobarse, finalmente, las reformas esenciales que nuestra institucionalidad necesita.
Resulta urgente y prioritario un cambio constitucional de fondo.
Esperamos que no se nos responda, una vez más, afirmando que existen cuestiones de orden social o económico que son más importantes o apremiantes.
En este punto, es clave saber escuchar la voz de la gente: las grandes mayorías entienden que se puede y que se debe avanzar simultáneamente en ambos frentes.
Hace algunas semanas, un grupo de parlamentarios DC dio a conocer un documento titulado “Más y mejor democracia”.
Aún cuando no pretende ser un documento definitivo, pensamos que allí se reivindican muchas de las reformas esenciales para agilizar y robustecer nuestra democracia.
También en fecha reciente, un grupo de diputados DC planteó la conveniencia de ampliar los mecanismos de participación ciudadana directa.
Concretamente, podría ser positivo pensar en fórmulas que permitan a la ciudadanía en su conjunto dirimir las diferencias que, a propósito de reformas constitucionales, se produzcan entre el Congreso Nacional y el Presidente de la República.
Además, nos parece esencial introducir reformas en la ley vigente para que el Plebiscito comunal no sea un mecanismo sólo al alcance de los municipios más ricos.
Parece indispensable señalar, en todo caso, que los cambios constitucionales tienen que ir a la raíz del problema. De poco servirá volver a intentar un ajuste marginal.
El gobierno y la derecha tienen que entender que lo que Chile está pidiendo, y necesitando, es la definitiva eliminación de aquellos enclaves que, como el sistema binominal y el sistema de quórum especiales, producen el efecto perverso de frustrar la renovación de la política, el cambio y la participación.
No asumir lo anterior, es definitivamente peligroso para el futuro del país.