Con Raúl Ruiz tuvimos una muy buena amistad porque nos iniciamos juntos en nuestras carreras profesionales. Fuimos en la práctica los primeros en trabajar en el antiguo canal de televisión de la Universidad de Chile, cuando este salió al aire en los estudios de Chilefilms.
Debe haber sido por el año ’69 y a mí me tocó animar un programa que iba los días domingos a las 7:30 de la tarde, se llamaba “Goles y marcas”. Este espacio tenía una cualidad bastante especial, estaba relacionado con toda la actividad deportiva que se desarrollaba el fin de semana. El camarógrafo Hernán Garrido filmaba todo en esos años con película en negativo, y la tarea de Raúl era el montaje.
Ruiz tenía la habilidad de cortar en esta cinta lo que sentía que eran las mejores escenas, después colocar los trozos para separar una actividad de otra y luego unirlo todo en una visión única.
Nunca en los diez años que se hizo el programa hubo un solo error de compaginación en la película.
Allí se inició Raúl, ahí se empezó a conocer por lo que era su trabajo ya relacionado con lo fílmico. No terminábamos la década de los ’60 y él ya estaba metido en esto.
Siguió progresando, después se fue a Francia y a veces cuando venía a Chile nos encontrábamos para recordar tantos tiempos y tan buena amistad como la que hicimos.
Era un hombre muy receptivo, una persona muy estudiosa. El siempre estaba trabajando y conversando. Así cuando se fue a Europa se dedicó a trabajar parte notable de lo que era su desarrollo intelectual: la proyección y el cine.
Era un trabajólico impresionante. Cuando se habla de directores de cine creo que no hay ninguno que haya hecho la cantidad de películas que él hizo. Y lo más notable es que en cada una de ellas, por muy distintas que fueran, transmitió lo que pensaba y quería.