“Te mereces que la CNI existiera y te pusiera corriente en…..” fue la inaceptable expresión proferida por un directivo regional de la UDI este sábado en Twitter y que mereció como era natural fuerte repudio en las redes sociales.
Entre quienes repudiaban los dichos, una de ella me emplazó por la misma red social señalando que esperaba “que la gente que se indignó por los dichos de Gajardo haga lo mismo por los dichos inaceptables de @pedrocidcid (cc @gzaliasnik)” (sic).
Hasta ese momento yo desconocía los dichos y por lo demás no conocía a la persona que los había expresado.
Al leerlos no pude sino compartir la opinión de quien me emplazaba, pero no sin antes preguntarme como era posible que en nuestro Chile actual alguien pudiera atacar a otra persona de esta forma.
¿Podía alguien realmente opinar que otra era merecedora de tortura por parte de una brutal policía secreta como fue la CNI?
¿Se podía hacer tabla rasa de nuestra historia reciente llegando a este extremo de violencia verbal?
¿Hablaba con franqueza?
Fue entonces que recordé una interesante conversación que sostuve tan solo una semana antes con un joven, Maximiliano Grass, presidente de la Federación de Estudiantes Judíos.
En esa oportunidad, al encontrarnos y saludarlo, me dijo con talante serio y genuino “me encuentro más o menos, nomás” agregando alterado “¿Cómo quieres que esté después de escuchar las declaraciones del presidente del Colegio de Profesores? ¿No te parecen terribles? ¿Cómo puede hacer un ataque tan desvergonzado?”
Desde luego que consideraba desvergonzadas aquellas declaraciones. Pero no era sólo un tema de falta de vergüenza en estricto rigor. En el fondo era un problema de educación, una palabra muy en boga hoy en día.
En cualquier sociedad decente el Sr. Gajardo hubiera renunciado ante el repudio y condena unánime a sus dichos antisemitas contra otro chileno (siendo irrelevante en ello que ese chileno sea Ministro de Estado).
Del mismo modo, en cualquier sociedad decente, renunciaría un dirigente político que profiere dichos de tan inusitada violencia verbal contra otro chileno.
En el fondo ambos han agredido a todos los chilenos.
Sin embargo, ambas situaciones se diferencian en un aspecto esencial que me motiva a reflexionar en esta ocasión y recordar mi conversación con el joven Max.
Mientras el Sr. Cid efectuó su ataque de manera franca, a cara descubierta, desvergonzadamente, mereciendo un inequívoco repudio, el Sr. Gajardo dio cuenta en sus dichos y en especial en sus explicaciones posteriores, que hoy día el antisemitismo hace gala de una desenfadada hipocresía.
Junto al antisemita franco, aquél que desprecia abiertamente a alguien por el hecho de ser judío acompañando la palabra “judío” con algún adjetivo peyorativo, ha surgido el antisemita hipócrita, aquel que ataca diciendo que detesta a los sionistas pero no a los judíos, dando erradamente a entender que son cosas distintas, en circunstancias que ambas se encuentran necesariamente vinculadas.
El sionismo da cuenta del histórico lazo entre el pueblo judío y su tierra ancestral, Israel. No es posible concebir el ser judío sin dicho lazo del que da cuenta nítidamente el Antiguo Testamento.
Por ello, a diferencia del dirigente político atacameño que no buscó subterfugio alguno para su alevoso comentario, Gajardo intentó esconder la mano tras arrojar la piedra, explicando que no se refería en sus dichos a los judíos ni al pueblo de Israel sino que a los sionistas. Con ese ardid surgen quienes por ignorancia comparten el ataque de Gajardo, pues aceptan como verdadera la explicación que da.
Y es aquí donde deseo detenerme. ¿Es válida la explicación de Gajardo? Era esa hipócrita explicación lo que más irritaba al joven Presidente de los Estudiantes Judíos. De allí que me he permitido reproducir a continuación con cierta libertad mi elocuente diálogo con él.
- “Max, tienes razón, es una vergüenza que un tipo así esté a la cabeza de las manifestaciones por la educación de nuestro país” le dije intentando apaciguarlo.
- Lo peor es que hay gente que lo defiende, Gabriel. Un compañero de universidad hoy me dijo que al final del día, es cierto que Israel usa técnicas aún más abusivas y que trata a los palestinos mucho peor.
- ¿Y qué le respondiste?
-Que en primer lugar no se pueden comparar las acciones terroristas de individuos externos a una nación que quieren destruir el Estado de Israel con las demandas legítimas de educación de un grupo de ciudadanos.
-¿Y entendió?
-No. Me dijo que el sionismo es una ideología tan oscura como el fundamentalismo islámico ¿Puedes creer qué ignorante? La semana pasada nada más hubo manifestación de más de 300 mil personas en Israel, sin detenidos, sin heridos, sin disturbios.
Israel es un Estado que constantemente ha buscado vivir en paz, es un estado democrático y que a pesar de tener vecinos que amenazan diariamente con destruirlo es claro en su postura de buscar una paz duradera– me contó entre otras cosas con su acelerada voz.
-Supongo que con eso lo convenciste.
-Al contrario. Me citó a intelectuales judíos como Pappe y Finkelstein y sus visiones acerca del sionismo.
-¿Le habrás explicado que la realidad difiere de esas opiniones individuales pues el 20% de la población del Estado de Israel es árabe y goza de plena igualdad de derechos?
-Sí, pero entonces me habló de la resolución 3379 de la ONU de 1974 que equiparó al sionismo con el racismo.
-¿Esa que promovieron todos los dictadores de los países árabes?
- Esa misma, la que fue derogada en 1991. La única resolución derogada en toda la historia de las Naciones Unidas. La resolución 3379 fue una vergüenza y es aún más vergonzoso citarla como un argumento.
- ¿Cómo reaccionó tu compañero entonces?
- Me dijo que podía decir lo que quiera pero que el sionismo busca erradicar a los palestinos es un hecho y Gajardo no se equivocaba.
-¿No le habías explicado que eso era mentira?
- Sí, pero se negaba a escuchar. Por eso opté por citarle la Constitución del grupo palestino Hamas, que controla la Franja de Gaza cuando dice: “El tiempo no vendrá hasta que los musulmanes combatan y maten a los judíos; hasta que los judíos se escondan tras los árboles y las rocas y estos clamen, “Oh musulmán, hay un judío tras de mí, ven y mátalo””
Nuestra conversación fue interrumpida por un televisor cercano donde aparecía nuevamente el Sr. Gajardo aclarando que no era antisemita sino que anti sionista.
Me reí para mis adentros. Era increíble. Tanto como aquel compañero de Max para leer la explícitamente antisemita Constitución del movimiento terrorista Hamas.
Tan reprochable como la franqueza del dirigente político nortino resultó pues la hipocresía antisemita de Gajardo. Si la hipocresía matara…