Mientras los Liquidámbar siguen rojo anaranjados, escucho el magnífico disco (especialmente el tema número 4) “Thread of Life” de Magnus Olstrom, gracias a la recomendación de un amigo, y mientras leo que el período de “caza los sacerdotes” sigue abierto indiscriminada e injustamente, al parecer sin restricciones de ningún tipo, (con el consiguiente riesgo de destrucción), treinta mil y muchos más marcharon y seguirán marchando por el país, contra “Hydro-Aysén”.
Y los que marcharon fueron los jóvenes mayoritariamente, porque creen en la justicia,porque creen en el espíritu de una naturaleza viva,la biósfera, porque creen en la “Tercera Revolución Industrial” que utiliza la energía solar y otras fuentes energéticas renovables, porque creen a pié juntillas en la sustentabilidad basada en construcciones válidas en términos ecológicos, porque creen en la responsabilidad social corporativa,pero por sobre todo, porque creen en el poder y la hermosura de lo “pequeño”, de los pequeños grupos que se auto-organizan para generar grandes cambios.
Cuando ya se decretó por la mayoría la muerte de los grandes relatos y los “meta-relatos” (relatos de los relatos), y de las grandes reservas socio-culturales rectoras de valores, identidad y sentido, como serían las de la política y las de la misma Iglesia, porque la economía, y su hija, la empresa, nunca han logrado hacerlo (por lo menos hasta ahora), resurge con fuerza un gran relato neo-mítico global, que siempre ha estado vivo en el imaginario colectivo especialmente en nuestros países andinos (lo que no entendió y no entiende, Endesa).
Además de ser hijos de Dios, somos hijos también de un dios y una diosa, el “sol luminoso” y la “madre tierra”, hijos de la naturaleza, que hoy lucha contra tres nuevos titanes, el poder económico, la ciencia y la técnica, que en sus ambiciones de conquista muy poco amistosas, parecieran no respetar nada (al igual que cuando fuimos conquistados), olvidando que siempre han terminado por ser castigados por los dioses.
Efectivamente, como explican, pero no comprenden, ni valoran muchas de las miradas sobre el fenómeno “anti Hidro-Aysén”, las lecturas de lo que sucede sí son “irracionales” de alguna manera, porque los mitos surgen de lo más arcaico y profundo del hombre, y sus verdades primeras son anteriores a la razón, y guiaron con sentido el desarrollo de la humanidad por mucho tiempo, y al parecer siguen haciéndolo hoy, con renovada fuerza.
Y qué mejor que utilizar para la resistencia, paradójicamente, las redes sociales digitales de hoy, más bien, el ecosistema social –digital- global donde habitamos; es decir, parte de nuestra segunda naturaleza cultural, para volver a caminar por el campo y encontrar el “claro del bosque” de Heidegger, quién proclamó su desconfianza por la técnica, pero también esa fascinación misteriosa y necesaria que ejerce sobre el hombre.
Y serán los más jóvenes, los “nuevos bárbaros”, esos que tienen esperanzas y sed de aventuras, esos que no tiene miedos y aman la novedad y el riesgo, esos que como los propios dioses creen que son inmortales, esos que creen en la fuerza de la palabra y la resistencia pasiva, esos que creen en la paz, esos que creen que el hombre, la cultura y la naturaleza deben ser un solo todo armónico, esos que serán llamados fácilmente violentistas y vándalos (aunque sí los hay), esos que “luchan siempre”, sí, esos son “los imprescindibles”.