13 nov 2013

Carlitos, El Turco y un Pepino

Por una cuestión de edad, entré en el segmento de los viejos nostálgicos, que tanto despreciamos cuando fuimos jóvenes. Colecciono revistas antiguas, me gustan las películas de antes y pese a que piso inseguro en las nuevas tecnologías, añoro el contacto directo, decirse las cosas a la cara, llamar por teléfono, opinar donde corresponde.

Lo digo frente al nuevo Wembley, rodeado de hoteles y outlets. Aunque no conocí el histórico, sospecho que conmovía más que este, una mole de vidrio con un arco gigantesco. Me gusta más el Londres tradicional que el moderno, y cuando veo el Támesis la catedral de San Pablo me luce más que el Pepino, el edificio moderno ícono de esta urbe.

En el lobby del hotel de la selección, mientras los jugadores entran y salen raudos al entrenamiento, Carlos Rivas los mira de lejos, callado y distante. El hombre que nos clasificó al Mundial del 82 y que tuvo historias irrepetibles con la “Roja” y Colo Colo sólo quiere dialogar, hablar y acortar las horas recordando. Supongo que preferiría a sus colegas que al grupo de periodistas que –con suerte y hago mi excepción- lo vio jugar, pero no están los tiempos para historias y el ejercicio de la nostalgia no corre para los que ahora están en la cima, aunque uno sabe que algún día también buscarán charla.

Cuando le comentamos a Carlos Rivas que Lucho Ibarra se había muerto se puso a llorar. Ahí mismo, frente al Wembley Arena, bajo el cielo iluminado de Londres. “Yo me casé gracias a él”, dice soltando las lágrimas con su señora al lado. “Le había prometido matrimonio para cuando firmara mi primer contrato profesional y don Lucho me llevó del Audax a Antofagasta, después de conocerme en una selección juvenil. Eso fue hace 35 años”, solloza.

Ibarra era conocido como El Turco y le voy a estar agradecido toda la vida yo también. Cuando empezaba mi trabajo en La Nación la primera nota que me encargaron fue con él, que había sido despedido recién de la U. Fue una charla larga en el Café Santos con una grabadora mala, que no registró ni un carajo de la entrevista. Desesperado –me habían dado dos páginas- lo llamé por teléfono y repetimos el ejercicio sin siquiera un reclamo. La titulé “Ibarra perdió su unicornio azul”, porque sonaba por esos días Silvio Rodríguez. Era 1984. Tres años después el fútbol le dio revancha: fue cuarto en un Mundial Juvenil.

No me quejo, pero estos tiempos me cuestan más. Ayer, cruzaron el bus de la selección delante de los periodistas para que no viéramos la práctica. Y los reporteros jóvenes, temerosos de perder una nota, esperaron todo el día en el lobby del hotel la llegada incierta de Arturo Vidal, sin tener la certeza de si iba a detenerse a hablar de una lesión que tiene en ascuas a los futboleros. Nada nuevo en el oficio. Esperas largas y prácticas escondidas hemos visto muchas y desde hace demasiado rato.

“No es cosa de fama, sino de cortesía”, dice Carlos Rivas. Y no es ni lo uno ni lo otro, creo. Son los tiempos que cambian. Hace un tiempo, nadie pensó que el símbolo de Londres, la ciudad del Big Ben y Buckingham, del Puente de la Torre o la Plaza Trafalgar iba a ser un pepino.

11 nov 2013

Las luces de Londres

Las luces de navidad en Londres ya están encendidas. Como corresponde al espíritu británico, todo se hizo con una ceremonia en Regent Street, con presencia de dos Spice Girls –cuyos nombres prefiero no recordar- y de Leona Lewis, entre otras celebridades. Todo se ve bonito, sobre todo porque oscurece a las cuatro de la tarde y los días están lluviosos y grises.

Eso, el clima, justificaba el sombrero con que Alexis Sánchez se integró a la concentración. Mucho más glamoroso que los gorritos blancos que lucieron el resto de los futbolistas en la práctica de la tarde. Poco calvario si se toma en cuenta la desgracia de los cinco jugadores que venían desde Chile, ansiosos de huir del clásico varios de ellos (Herrera, Aránguiz, Pepe Rojas). Cuando el capitán del vuelo les anunció que harían una escala en Sao Paulo para atender a un pasajero enfermo, ninguno lo tomó como un presagio a su convocatoria mundialista, sino como lo que era, una desgracia.

Arturo Vidal, sin llegar, es el gran protagonista del equipo, porque lo más probable es que no juegue debido a sus dolencias musculares. No hubo muchas luces al respecto, primero porque el cuerpo médico prefirió, como todos, el silencio. Y segundo, porque la evaluación quedará finalmente para el propio Sampaoli, que tendrá que mover un equipo que ya estaba muy armado.

Los ingleses esperan con impaciencia no el partido frente a Chile, sino el del próximo martes frente a sus archirrivales, los alemanes. Por eso anticipan que el capitán Gerrard no estará en el duelo del viernes, pero que es probable que debute un delantero de 22 años de origen hispano, Jay Rodríguez, que tiene más nombre de beisbolista que de goleador.

Con la selección el tiempo pasa largo, a la espera de alguien que se decida a hablar, y eso que nos conformamos con poco: una frase suelta, una invocación mundialera, una frase de buena crianza. Eso da tiempo para ver, por ejemplo, una larga transmisión británica de un torneo de…lanzamiento de dardos en la televisión, un documental de Los Beatles en la BBC y una cautivante nota de una ballena muerta en las playas de Holanda por tragar veinte kilos de plástico del que utilizan en los invernaderos de tomate. Todo eso en espera de la confirmación del viaje de Vidal.

O del recorrido asombrado de las instalaciones del Barnet Football Club, de la quinta división, que albergó el trabajo de la selección. Un estadio con muchas canchas de entrenamiento enclavado en un barrio quieto donde las ventanas permiten ver el living de muchas casas que me recordaron la notable serie humorística “George y Mildred”. Recuerdos que caen ante la imposibilidad de ver las evoluciones tácticas de la escuadra porque la práctica de ayer –con dotación incompleta- era secreta, por supuesto.

Eso. Hasta ahora, cuando los jugadores terminaron la charla y los videos para irse a comer, mientras por la tele Djokovic alza los brazos tras ganar el Master en una ciudad que se ilumina entera esperando la navidad.

11 nov 2013

La ansiedad del Fantasma

Desde la ventana del hotel se ve Wembley, en todo su esplendor.

Hay once jugadores ya durmiendo, con la duda de si Vidal se integrará al equipo que jugará frente a los ingleses. Temprano, me cuentan, llegaron Jorge Valdivia y Marcelo Díaz, preguntando por el resultado del clásico, que fue el tema de conversación obligada para los pocos que a la medianoche del domingo deambulaban por el lobby.

“No supimos manejar la ansiedad”, dijo el Fantasma para explicar el gol de último minuto de Felipe Flores y es un argumento extraño para un equipo que no sólo se mostraba favorito para el duelo, sino que además había amenazado con seguir jugando bajo cualquier circunstancia. Como me enteré del resultado mientras manejaba por el lado contrario con Ernesto Díaz como atemorizado copiloto, no me atrevería a emitir juicios, y quizás por eso me extraña lo de la ansiedad, que es el tema de todo por estos días. Los candidatos deben estar ansiosos, por ejemplo, a una semana de las elecciones.

Sampaoli debe estarlo, con el Mundial en la mira y poco margen para grandes cambios. Queda mucho tiempo, pero pocos amistosos, y por eso estos partidos ante Inglaterra y Brasil son tan valiosos. Aquí podrían estar los últimos retoques para el equipo que no admite variaciones drásticas. Sólo la esperanza de que el nivel óptimo de sus principales figuras se mantenga. Por eso mismo, lo de Vidal, si es que no se recupera para estos partidos, puede ser tan trascendente.

Acá, y lamento decepcionarlos, no hay demasiado espacio para el duelo del viernes, porque todo el mundo está a la espera de la final entre Nadal y Djokovic por el Masters. Hace frío, pero no tanto, y los londinenses esperan el invierno con una final que va a dirimir al mejor de la temporada, aunque ya el español haya asegurado el número uno de la temporada.  Ayer fue día de ceremonias, y la Reina encabezó El Día del Recuerdo.

La solemne ceremonia tiene lugar cada año en la undécima hora del domingo más cercano al aniversario del fin de la Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre de 1918. Y conmemora a todos los caídos en todas las campañas del país, incluyendo la Segunda Guerra Mundial, Irak y Afganistán. Por eso el tráfico estaba aún pesado y Díaz, GPS en mano, me guió a Westminster en vez de a Wembley en la llegada. Cosas propias de la ansiedad.

07 jul 2013

La batalla desigual

No existen palabras para expresar el dolor de esta derrota. Quizás porque lo de Chile era francamente emocionante en su resistencia. Quizás por esa pelota infame, que parece que no fue corner, que cayó bombeada después del desborde hiriente, que entró en cámara lenta entre los esfuerzos desesperados de Huerta, Henríquez y Melo. Quizás porque queríamos estirar la esperanza en una tanda de penales que volvía a emparejar las cosas.

Ghana nos eliminó con lo que preveíamos. Un tridente mortal (Assifuah, Aboagye y Acheampong), con fútbol más elegante y con el físico que siempre les sirvió –ante Portugal sobre todo- para imponerse en los minutos finales del partido. Fueron superiores y una estadística del partido así lo demuestra: remataron 41 veces al arco, contra 17 de Chile.

Un detalle: Chile tuvo más la pelota, siendo fiel a su estilo, pero las fuerzas de este equipo flaquearon sobre el final. Era una épica sostener la ilusión y, como en las grandes batallas, el destino se definió en los detalles, y no en la generalidad porque como suelen hacerlo los corajudos, las diferencias se redujeron con más corazón que cerebro.

La aventura del Mundial se acaba y se va en las lágrimas de Melo, Robles, Bravo y casi todos los muchachos que, como suele decirse en tantas derrotas del  mismo tinte, lo dejaron todo, pero no bastó.

No hay sensación de injusticia ni despojo. Sólo de pérdida, en una noche que, como paradoja del destino, tenía una medialuna dibujada en el cielo, como para despedirse como corresponde de Turquía. Con pena, pero sin amargura.

06 jul 2013

Nada es para siempre

Volvieron las protestas a Taksim. Hubo bombas lacrimógenas, golpes y gritos destemplados en la plaza, pero sobre todo en la bella y concurrida peatonal que baja desde allí hasta Galata. Es tarde, más de medianoche, y por la televisión muestran a un hombre con una cimitarra o algo que se le asemeja lanzando golpes a diestra y siniestra.

Por la ventana aún se escuchan las sirenas policiales. Y a nadie parece importarle un carajo que los uruguayos eliminaran a España, el inmenso favorito de esta Copa del Mundo. Pudo ser al final del tiempo reglamentario pero el portero lo evitó. Y pudo ser dos a cero, perfectamente. Los charrúas festejan en Bursa y es para no creerlo. Están hechos de una madera que no se extingue con el paso de los años y de las leyendas.

Plagado de estrellas por venir, los españoles se van prematuramente poco después que la adulta fue vapuleada por Brasil enla Copa Confederaciones.Hablar de final de ciclo es prematuro para un equipo que juega bien, que es práctico y que con seguridad llegará con pergaminos ala Copadel próximo año, pero que se quedó pegado en demasía en un toque que, sin sorpresa ni velocidad, termina por ser ineficiente ante la inspiración del adversario. A Uruguay lo conocemos bien, no brilla pero golpea en el momento justo, y deberá enfrentar en semis al ganador de Corea con Irak. Si repiten, deberían ser finalistas.

Por el otro lado los franceses ni se despeinaron para arrollar a Uzbekistán, un equipo que siempre me pareció –desde que lo vi en vivo ante los mismos uruguayos- muy limitado en todos los sentidos. Los galos toman el bastón y tienen méritos de sobra para apostar al título. Sería el próximo rival si Chile deja en el camino a Ghana, por lo que el análisis mejor lo dejamos para después del partido.

Es tarde en Estambul. Se viene el día clave. Las sirenas siguen sonando, hay fuegos artificiales no sé por qué y la sangre charrúa no es tema en ni en la tele, donde los manifestantes, Egipto y un avión que se cayó en San Francisco acaparan todo.

Nada parecer ser para siempre. Excepto los milagros uruguayos.

06 jul 2013

El Expreso de Oriente

De todas las cosas que hicieron célebre a Estambul, la que desapareció de manera más notoria es el Orient Express. Hoy cuesta encontrar algún vestigio de su grandeza y apenas una estación terminal, con un pequeño y discreto museo de una pieza, sin identificación alguna y a los pies del Palacio y Santa Sofía recuerda que reyes, millonarios, espías y artistas se trasladaron desde París, cruzando toda Europa, en coches de lujo y encanto.

Graham Greene y Agatha Christie lo convirtieron en el decorado central de sus novelas de intriga y misterio, y la llegada al Cuerno de Oro en Estambul siempre significaba la antesala de una nueva aventura, en medio del encanto del Barrio de Pera, quizás el rincón que mantiene inalterable el sello característico de los años 30, donde la ciudad, empujada por las reformas pero manteniendo el espíritu de Oriente, se abría nuevamente a los ojos de los occidentales en todo su esplendor.

La literatura turca está llena de reproches a la Europa que, tras la caída de Bizancio y al término de las cruzadas, le dio la espalda al Imperio Otomano, habló del final de una era y no del comienzo de otra y recién vino a reencantarse con una cultura extraordinaria gracias al Expreso que unía, con boato y pompa, los dos universos. Sea cierto o no el reproche, lo concreto es que sobrevivieron Santa Sofía y el Palacio Topkapi, las mezquitas y el acueducto de Valente, pero del tren no queda ni rastro.

De la selección ya hay poco más que decir. Fueron al Gran Bazar, que es un paseo obligado de futbolistas, aunque con centenaria historia. A los jugadores les gusta comprar y el mall, como a casi todo el mundo. No están para regateos –porque el tiempo es corto- y Turquía ofrece joyas, alfombras, lámparas, seda y un amplio abanico de productos en sus varios mercados, aunque dado a elegir me quedo con el de las especias, ubicado junto al embarcadero, al lado de la Mezquita Nueva, que es más grato, más pintoresco e igual de abarrotado.

De Ghana y el partido sólo cabe la espera, entendiendo que estar entre los cuatro primeros sería un logro extraordinario e importante para la selección. Y para un Mario Salas que ayer debe haber estado confundido. En un diario lo daban como seguro para encabezar el proceso sub 17 que tiene un mundial como local en el 2015; en el otro anunciaban que Hugo Tocalli llegaba para asumir la dirección de todas las juveniles.

Un Salas que, de ganar, tendría que tomar otra decisión importante. Si queda entre los cuatro mejores, lo van a invitar a La Moneda, como a Bielsa, quien tuvo que ir sólo por pasar a la segunda fase, con los resultados por todos conocidos. ¿Irá de buena gana el hombre que admira al Ché al palacio de gobierno? Le preguntamos el otro día y sólo dijo: “no coments”, en perfecto inglés. Quién sabe qué significa eso.

05 jul 2013

El Profeta

Como si no bastara, nuestro próximo rival en cuartos, Ghana, tiene un poco de ayuda extra.

No se trata de sospechas esta vez, si damos crédito al cambio que tuvieron “Las estrellas negras” después de ser dos veces campeones de la sub 17 en la década de los 90 en medio de dudas sobre la verdadera edad de sus muchachos. Hoy, Ghana no sólo demanda controles para los torneos africanos y duda, a su vez, de los pasaportes de sus rivales, sino que encabeza la cruzada por el juego limpio en el continente. Y yo les creo.

La ayuda extra de la que dispondrán los ghaneses corre por cuenta de un mediático pastor nigeriano llamado T. B. Joshua, quien “asesora” al entrenador Sellas Tetteh desde que se consagraron campeones en el 2009 en el Mundial de Egipto. Cuenta el técnico que conoció a su mentor unos pocos meses antes del torneo, y que su ayuda fue clave para ganarla Copa, la primera que se iba al continente negro.

Justo antes de la final –donde enfrentaban al inmenso favorito, Brasil- Joshua le anticipó que empatarían cero a cero, que definirían a penales y que le expulsarían a un jugador. Basado en esa premonición, Tetteh diseñó su estrategia y con la ayuda de Joshua hizo la lista de lanzadores, que debía estar encabezada por Andre Ayew. Oraron con el pastor al teléfono en el camarín y luego levantaron la copa.

En su biografía Joshua explica que nació tras un embarazo de… ¡Quince meses! ¿Cómo se hizo profeta? Lo narra él mismo: “Estuve transportado durante tres días consecutivos, entonces vi una mano que apuntó una Biblia en mi corazón. Luego recobré el conocimiento y vi a los apóstoles y profetas de la antigüedad con alguien cuya cabeza no podía ver porque era alto hasta el cielo y estaba suspendido; creo que era nuestro Señor Jesucristo sentado en medio de ellos. Pero podía ver los rostros de los apóstoles, particularmente a los Apóstoles Pedro y Pablo, los Profetas Moisés, Elías y otros. Sus nombres estaban escritos claramente en sus pechos”.

Tetteh, el entrenador, confía ciegamente en los pronósticos de Joshua, que abarcan un amplio espectro. Anticipó el ciclón de Myanmar, el accidente aéreo de Heathrow, la liberación de Ingrid Betancourt, la muerte de Edward Kennedy y de Michael Jackson, además, claro, del rescate de los mineros. No fue muy específico sobre el futuro de Laurence Golborne.

El consuelo es que el mismo 2009 Nigeria organizó el Mundial sub 17 en casa y Joshua era el asesor, con una ventaja extra: en el equipo había al menos tres de sus seguidores. Llegaron a la final, pero la perdieron frente a Suiza. Nadie es perfecto. Yo sugiero que Yolanda Sultana viaje de emergencia a Turquía, para equiparar las cosas, al menos.

04 jul 2013

Los 99 nombres de Alá

La gran mezquita de Bursa es diferente a todas las demás. Construida en 1399, es fruto de una promesa. El sultán Beyazid I, en el éxtasis de la victoria en Nicópolis, juramentó construir una mezquita por cada territorio conquistado. Como eran 20, la cosa salía más bien onerosa y, como se sabe, lo que se promete o se dice al calor del triunfo o el dolor de la derrota, siempre se paga caro.

Por lo que el sultán, como político después de una campaña, adaptó la promesa y en vez de construir 20, hizo una con 20 cúpulas. Y listo.  Destacan  la particular iluminación del recinto, la fuente de mármol bajo la cúpula mayor (para el abdesto, término de origen persa que denomina las abluciones previas a los rezos, o sea, lavarse tres veces consecutivas la cara, las manos y los pies) y las inscripciones en sus murallas.

Famosos calígrafos de la época hicieron un extraordinario trabajo que aún se admira a plenitud para rendir culto no a las imágenes –como en las catedrales católicas- sino a los noventa y nueve nombres de Alá.

Según la teología musulmana, “los nombres de Dios son cuatro mil. Mil son conocidos sólo por Dios. Otros mil, por Dios y por los ángeles. Otros mil, por Dios, los ángeles y los profetas. Y los mil restantes, por Dios, los ángeles, los profetas y los fieles. De los mil últimos nombres, 300 son citados enla Torá, otros 300 en los salmos, otros 300 en los evangelios, y 100 en el Corán. De estos cien, 99 son conocidos por los fieles comunes, y uno está escondido, secreto y es accesible sólo a los místicos más iluminados”.

De ahí el por qué, en el plano estrictamente práctico, es costumbre musulmana recogerse en oración y hacer pasar entre los dedos las noventa y nueve cuentas de su rosario. De todas formas, los nombres de Alá no son Alá, sino un simple símbolo de la realidad divina, adaptada a los límites de la razón humana.

Así también, aceptándose la incómoda metáfora, el fútbol tiene 100 formas de ser analizado. Cada cual tendrá su mirada, cada quien habrá visto en el triunfo sobre Croacia sus propias convicciones. Dirán que Mario Salas cambió, aunque él entienda que triunfó en su ley. Si fue el fruto de su propio destino o la consecuencia de un clamor general será materia debatible de aquí al partido con Ghana. Por lo pronto, cruzando el Mármara de vuelta a Estambul, vía ferry, el entrenador parece más feliz que nunca. Aunque existan 100 maneras de ver una misma victoria. Su victoria.

03 jul 2013

Lo mejor del repertorio

Mario Salas estaba contento, pero no eufórico, pese a que el partido contra Croacia “era” el partido más importante de su vida. Lo ganó y ahora, como corresponde, lo será el frente a Ghana.

Extenuado pero sonriente, en una relajada conferencia de prensa, dio por cerrado el capítulo que nos ha convocado en las últimas semanas. De aquí en más, espera, no se hablará más del esquema, porque demostró ante los croatas que era el más adecuado. Los intérpretes defensivos brillaron a gran altura y eso simplificó las cosas. Los dos centrales, los volantes defensivos y los laterales -con más dudas- afirmaron el fondo y eso permitió que la selección pudiera esperar con más calma el momento para clavar las uñas.

Tuvo paciencia Chile, no repitió errores (salvo un par de manotazos absurdos de Castillo y Maturana) y encontró la mejor forma de expresarse, aunque queda siempre la sensación de que se puede seguir creciendo. La ausencia de Martínez frente a los africanos puede ser suplida por Hernández o Bravo, sin que la mecánica se resienta.

Como suele ocurrir, instalados en cuartos queda la sensación de que todo puede ocurrir, y lo trascendente es que el equipo por fin fue superior sin cuestionamientos, que funcionó más armónicamente y que podrá sumar voluntades de cara al desafío ante Ghana. Si logra vencer, se quedará hasta el final del Mundial.

Estos días, además, han servido para reivindicar la imagen del entrenador. Un tipo llano, sin rencores, que acepta la crítica y no se enfrasca en el debate. Que tiene sus obsesiones, que juega al misterio y que aplica su fórmula, como ocurre con frecuencia por estos días, pero que no aprovechó la victoria para cobrarse revancha.

Con la seguridad que entrega una buena defensa y la capacidad para aprovechar cabalmente los errores del rival, Chile entrega confianzas. Sigue en carrera, pero ahora suma más adherentes.

02 jul 2013

Ataturk y la flexibilidad

Ningún país de la órbita musulmana tuvo una revolución tan radical y absoluta como Turquía. Fue obra de Mustafá Kemal, un oficial de ejército que se puso al frente del país tras el derrumbe del Imperio Otomano trasla Primera GuerraMundial.

Las estatuas de Ataturk -el apellido que adoptó para sí mismo tras “europeizar” incluso las identidades- se multiplican en todas las ciudades como padre y salvador de la patria. Su lucha más trascendente fue por el laicismo del Estado, la marca más evidente de una nación de amplia mayoría musulmana, pero de espíritu claramente occidental.

Con Ataturk se acabó el califato, se cerraron las escuelas teológicas y la ley islámica fue reemplazada por un código civil inspirado en el modelo suizo. El código penal vino de Italia y las leyes comerciales se adaptaron de las alemanas. En 1934, las mujeres, como parte de la conquistas de nuevos derechos, no sólo votaban, sino también podían ser elegidas para el Parlamento. Se prohibió el uso de velo y se las alentó a incorporarse al mercado del trabajo.

Ya en 1928, el gobierno había reemplazado la grafía árabe por el alfabeto latino, y todos los turcos entre seis y 40 años fueron obligados a asistir al colegio para asimilar el cambio que facilitaba la publicación de materiales impresos. Ataturk consideraba al fez, el típico sombrero otomano, como símbolo de feudalismo y también lo prohibió, aunque, como todas las medidas extremas, siguió existiendo para parte importante de la población.

Bursa es la más tradicional ciudad turca donde hemos estado. Lejos de espíritu cosmopolita de Estambul, alejada del relajo turístico de Antalya, las mujeres van casi todas con velo y las normas del Corán parecen aplicarse más rígidamente. Por eso me llamó la atención la declaración del Ministro de Turismo turco, quien, alarmado por la baja turística que provocaron las protestas, se declaró confiado en que el mes de Ramadán atrajera más divisas a la economía.

¿Cómo es posible eso? Ramadán es la clave del culto musulmán, se desarrolla en el noveno mes del calendario lunar y este año comienza el 9 de julio. Son treinta días en que cada fiel debe acercarse a la religión y a la meditación mediante una serie de ritos y oraciones, pero preferentemente al ayuno. No se puede ingerir agua ni alimento, tener sexo o fumar desde que sale el sol hasta que se pone. Se pueden lavar los dientes –antes del alba- pero cuidándose de tragar agua.

¿Y el turismo? El occidental llega atraído, según el ministro, por la observación del culto, que implica más oraciones diarias. Y el islámico porque en Turquía la aplicación del Ramadán es un poco más flexible, según las leyes de la costumbre, del uso público y del Estado, gracias a Mustafá Kemal, de apellido Ataturk por ley dela República.

Hablar de flexibilidad nos lleva fácilmente a Mario Salas y su esquema, el debate permanente, la división de las aguas. Pero tengo la sensación -puedo equivocarme- que de eso hemos hablado mucho.