03 jul 2013

Lo mejor del repertorio

Mario Salas estaba contento, pero no eufórico, pese a que el partido contra Croacia “era” el partido más importante de su vida. Lo ganó y ahora, como corresponde, lo será el frente a Ghana.

Extenuado pero sonriente, en una relajada conferencia de prensa, dio por cerrado el capítulo que nos ha convocado en las últimas semanas. De aquí en más, espera, no se hablará más del esquema, porque demostró ante los croatas que era el más adecuado. Los intérpretes defensivos brillaron a gran altura y eso simplificó las cosas. Los dos centrales, los volantes defensivos y los laterales -con más dudas- afirmaron el fondo y eso permitió que la selección pudiera esperar con más calma el momento para clavar las uñas.

Tuvo paciencia Chile, no repitió errores (salvo un par de manotazos absurdos de Castillo y Maturana) y encontró la mejor forma de expresarse, aunque queda siempre la sensación de que se puede seguir creciendo. La ausencia de Martínez frente a los africanos puede ser suplida por Hernández o Bravo, sin que la mecánica se resienta.

Como suele ocurrir, instalados en cuartos queda la sensación de que todo puede ocurrir, y lo trascendente es que el equipo por fin fue superior sin cuestionamientos, que funcionó más armónicamente y que podrá sumar voluntades de cara al desafío ante Ghana. Si logra vencer, se quedará hasta el final del Mundial.

Estos días, además, han servido para reivindicar la imagen del entrenador. Un tipo llano, sin rencores, que acepta la crítica y no se enfrasca en el debate. Que tiene sus obsesiones, que juega al misterio y que aplica su fórmula, como ocurre con frecuencia por estos días, pero que no aprovechó la victoria para cobrarse revancha.

Con la seguridad que entrega una buena defensa y la capacidad para aprovechar cabalmente los errores del rival, Chile entrega confianzas. Sigue en carrera, pero ahora suma más adherentes.

30 jun 2013

La capital del Imperio

Bursa fue capital del Imperio Otomano por un corto rato, cuando las murallas milenarias de Constantinopla estaban a punto de caer dejando paso a una nueva era. Hacia allá vamos con la selección chilena, herida en sus propias dudas.

Fue ciudad productora de seda, porque por la vieja Bursa también pasaba todo el tráfico desde el Oriente. Famosa por sus cuchillos y por sus damascos, Bursa es hoy la cuarta ciudad más importante del país y una de las más occidentalizadas, quizás porque acá están afincadas las principales empresas productoras de Europa y Estados Unidos.

Hay muchas maneras de llegar, pero si todo sale de acuerdo a lo previsto, lo haremos por ferry, cruzando el Mar de Marmara, mientras en Chile se debate intensamente el resultado de las primarias, que hemos seguido a través de Cooperativa a la distancia, gozando del segundo plano al que quedó relegada esta selección de Salas después de su dolorosa derrota ante Irak.

Es hora de recomponer las cosas, de buscarle un sustito a Rabello, de afinar un esquema que permita neutralizar la potencia –a ratos vehemencia- y velocidad de los croatas y para eso hacía falta tranquilidad y calma. Vi el partido frente a Nueva Zelandia y son equipo sin grandes brillos ni talentos, pero con gran efectividad ofensiva.

Estos croatas se tienen fe y creen poder disputar el título. Historia, como a Bursa, les sobra. Hacen referencia constante a Mirko Jozic y a esa selección yugoslava que ganó el 87 en Chile, con una generación brillante que, según el actual técnico Dinko Jelicic, sirvió de inspiración a estos jóvenes que “piensan en cosas grandes”.

Hoy, cuando nos enfrentemos a la antigua capital del imperio, habrá un recuerdo constante para ese equipo que ganó el Mundial por penales frente a los alemanes (todavía federales) y que luego tuvo que soportar la más cruel, dolorosa e inevitable de las guerras civiles de fin de siglo, cuando cayó el muro y los vestigios de Tito y su socialismo independiente del Kremlin ya eran sólo un recuerdo. Mucha gente murió y mató para que los croatas compitan hoy por su propia cuenta y nos cuesta imaginar que en ese entonces el mundo era tan distinto al actual. Basta mirar el mapa de Europa en 1987 y compararlo con el actual.

El tiempo pasa. Para todos. Y más rápido de lo que imaginamos.

29 jun 2013

El negocio del riesgo

Mario Salas apostó al riesgo contra Irak.

El primero y más trascendente fue enviar a la cancha a un equipo alternativo, aunque, a ser objetivos en el análisis, con especialistas en los puestos más cuestionados en los partidos anteriores. Por las bandas, por ejemplo, tanto Bravo como Cuevas dominan más la función que Henríquez y Maturana, por ejemplo. Este último juega mucho mejor centralizado y con la ayuda de Hernández, un buen volante mixto, Chile tuvo muy buenos pasajes sobre el final del primer tiempo.

Era, por decirlo de alguna manera, una apuesta que habría funcionado, más allá de la duda razonable del por qué hacerla en el partido donde se tejía la ingeniería del resultado. De haber resultado mal –como resultó- y ganado los ingleses, ahora estaríamos hablando de enfrentar a España, pero eso es mucha hipótesis.

El segundo riesgo fue el de las pelotas detenidas. Los dos goles fueron después de una a favor, propiciando el contragolpe rival que nos sorprendió siempre muy mal parados. En el gol de la apertura se reclamó una infracción a Cuevas –que no me pareció- y luego se mezclaron la mala marca con el infortunio para quedar abajo. En el segundo fueron los mismos factores, incluido un rebote, los que definieron la jugada.

El tercer riesgo, innecesario en mi criterio, fue lanzar los cambios cuando mejor jugaba Chile. Tenía el balón, controlaba al rival y poner a Henríquez y Rabello (apostando a cuatro en punta más el lanzador) era un despropósito, porque dejaba a Martínez como único volante de corte para un equipo de salida muy veloz y explosiva como Irak.
Allí se perdió la línea, el control de pelota y el partido. Si había alguna opción se desvaneció y las opciones finales fueron más de empuje que de fútbol.

En el fútbol que le gusta a la mayoría hoy la audacia es un valor y el riesgo una consecuencia. No nos importa desprotegernos si es en pos de mayor ataque, sumando gente en el área rival. Los costos de una derrota no eran tan graves tampoco –cambiar de sede, tener rival europeo y no sudamericano- pero no sé si las decisiones tomadas dejaran contentos a todos los que pedían mejor fútbol en este equipo.

Dadas así las cosas, habrá que pensar en Croacia. Y en lo que estamos dispuestos a poner en juego. Y a qué costo. Que de eso se trata, para nosotros, el fútbol de hoy.

28 jun 2013

La pasión turca

La película más célebre sobre Turquía es “Expreso de medianoche”, que marcó los primeros pasos de Oliver Stone en el cine, con su carga de conspiración y truculencia que marcaría toda su filmografía, aunque acá sólo es responsable del guión. Dirigía Alan Parker y el protagonista era Brad Davis, pero el que pasaría a la historia sin que casi nadie sepa cómo se llama es Giorgio Moroder, que compuso una inolvidable banda sonora.

La película está basada en un hecho real. Billy Hayes, un joven norteamericano, fue detenido en el aeropuerto de Estambul con un cargamento de drogas atado a la cintura. Lo condenaron a 30 años, lo vejaron en la prisión y, tras huir a Grecia, fue deportado a los Estados Unidos donde escribió una novela contando la historia que lo forró en plata, más de la que habría ganado con el contrabando que llevaba.

Ambientada en una cárcel –el universo cerrado y clausurado que tanto obsesiona a los críticos de cine- la cinta era asfixiante, deprimente y violentamente sádica, sin que el final significara redención alguna para el protagonista. Fue, por años, la única visión que tuvimos de Turquía y, por ende, la sola mención de Estambul atemorizaba.

La “Pasión turca” vino dos décadas después y también es inolvidable. Ana Belén, en el rol más destapado de toda su carrera –lo que era mucho para uno, que la había visto dos semanas antes sentada en la mesita de don Raúl Matas- es una mujer española que viaja con su marido y una pareja de amigos a Estambul. Allí, en el primer tour a Santa Sofía, el chofer turco de su bus se le arrima (literalmente) desatando toda la pasión reprimida.

Después de unas vacaciones inolvidables, ella (¡se llamaba Desideria en la película!) vuelve a España, decide dejarlo todo, parte a reencontrarse con el turco –que vivía en una casa con muchas alfombras en la muralla, recuerdo- para comprender que la cosa no era coser y cantar, porque el señor es machista, celoso, posesivo y algo cruel. Tanto que termina añorando al ñoño de su marido, en una moraleja final en contra de la infidelidad y sus riesgos.

Dirigió Vicente Aranda, que se esmeró en las escenas eróticas, basado en una novela de Antonio Gala. Siempre se dijo que era la historia real de una mujer de Jaén, pero el autor lo negó, quizás para proteger a los inocentes. Decir que de esta película me acuerdo de los paisajes o el paseo por el Gran Bazar sería una gran mentira. Después del guardia turco que se me aparecía en la mente cada vez que alguien mencionaba Turquía, a partir de entonces sólo recordaba a Ana Belén en el bus de turismo cediendo a los encantos del guía.

Eso hasta ahora, que dejé de pasarme películas. La realidad es más linda, más amplia, más íntegra. Pero igual busco a Ana, en cualquier mercado, mezquita o casa con alfombras en las paredes. Para rescatarla, digo.

27 jun 2013

Los viejos Leones de la Mesopotamia

Hakeem Shakir es el entrenador más desastrado para vestirse que conozco. Casi tanto como Jorge Sampaoli, pero la diferencia es que Hakeen es gordito, histriónico y baila cuando su equipo hace un gol. A veces pone cara de loco, se enoja con sus jugadores y en Irak, su país natal, le conocen como “el sabio”, tal vez porque es gordo, viejo y se viste mal.

Los iraquíes llegan en masa al estadio universitario de Antalaya y en su inmensa mayoría son hombres, porque ya se sabe, las mujeres han tenido que ganarse el breve espacio del que gozan en el fútbol a pulso, desafiando una cultura que la quiere lejos de los gentíos. Gritan y encienden las linternas de sus celulares como antorchas para apoyar a la escuadra, que tiene dos valores referenciales: el arquero y el goleador, ambos acusados de haber falseado los pasaportes para jugar este Mundial.

La denuncia la hace un periodista de ese país y lo valoro, porque cuando Chile –en la época de la dictadura y con un general de Carabineros en la presidencia de la ACF- adulteró pasaportes para jugar un Sudamericano en Paysandú, ningún medio de prensa se percató que los jugadores que viajaban estaban pasaditos. Ese escándalo terminó con Pedro García en la cárcel, los jugadores también y el general Gordon Cañas libre de polvo y paja.

No existe Mundial sub 20 o sub 17 donde una delegación ponga el grito en el cielo por las edades adulteradas. “Los africanos siempre lo hacen”, me dice un colega en el estadio mientras vemos el partido de los iraquíes contra Egipto. Debo recordarle que Irak es de Asia, que Ecuador, México, Perú y Colombia han recibido sanciones en los últimos tiempos por estas mismas causas y que las sospechas que pesan contra Paraguay ya son legendarias.

En lo concreto, no importa demasiado si Irak está en las normas o no. Ni si fue el hijo de Saddam Hussein quien inició estas prácticas cuando era presidente de la Federación. Lo que importa es que Chile se medirá con ellos en el último partido del grupo y si se quiere quedar en Antalya deberá ganarles. En lo personal, el “premio” de seguir en la ciudad me parece pequeño al lado de la necesidad de encontrar un padrón de juego, de flexibilizar el esquema y de que aparezcan por fin las figuras que tiene este equipo.

Ganarle a Irak, los viejos Leones de la Mesopotamia, impone un ejercicio importante de autoestima, de crecimiento futbolístico, de madurez táctica para un equipo que suma, gana, avanza pero no convence. No suele ser una norma para el fútbol chileno, pero así nomás es.

26 jun 2013

La medida inglesa

El problema de Chile es que el esquema es muy poco flexible. Perder a Angelo Henríquez y a Nicolás Maturana obligándolos a asumir roles que no sienten ni interpretan adecuadamente, en mi criterio, debilita las opciones de ataque, las reduce y las limita, porque ambos están lejos de sus posibilidades y no aportan peso de ataque.

La labor de Rabello se oscurece y presenciamos un empate amargo, sin gusto, que sólo deja un punto. Con muy poco brillo y desequilibrio. Todos los equipos, incluso los más tácticos, dejan espacio a la improvisación, al desequilibrio, al toque de genialidad.

Porque las dudas esta vez se acrecentaron. Mas que reducirse aumentaron con respecto al duelo contra Egipto y eso no pone en duda la clasificación, ciertamente, sino la evaluación del juego de Chile. Frente al muy limitado equipo inglés, vimos una deslavada actuación, aunque lo positivo es que aún se puede mejorar.

¿Por qué insisto en la flexibilidad? Porque con los jugadores de que dispone, Salas podría mover el naipe. Jugar con dos en punta (Castillo y Henríquez o Castillo con Bravo), dejar a Rabello como enganche y sumar a Hernández como volante mixto, por ejemplo. Y se aceptan nuevas sugerencias para desafíos que se anticipan mayores.

Lo que me parece inconveniente – y escribo a minutos de haber culminado el pleito- es caer en el desánimo o la crítica exagerada, sobre todo porque en cualquier mundial sumar cuatro puntos al cabo de los dos primeros partidos es una gran medida. Y porque más allá de las zozobras vividas contra Egipto e Inglaterra, el equipo no se vio jamás cabalmente superado.

Me sorprendió el esquema inglés del primer tiempo, definitivamente ratonil, y los problemas que tuvo Chile para administrar la pelota que casi siempre estuvo en sus pies. Salas y el plantel merecen el crédito de mantenerse invictos, pero un mínimo ejercicio de autocrítica indica que se puede mejorar, sin ponerse demasiado nerviosos.

24 jun 2013

El fracaso de Alejandro

Termessos quita el habla. Literalmente. Porque recorrer por casi una hora y cuesta arriba el sendero estrecho que sube hasta los 1.050 metros de altura no es tarea fácil. Pero una vez en la cima se comprende por qué las ruinas de esta ciudad helenística, que vivió su esplendor 400 años antes de Cristo, son un secreto desconocido para la mayoría. Hasta acá no llegan muchos turistas, pese a que se la promociona como la única ciudad que Alejandro Magno no logró conquistar.

Cuando se visita Termessos uno comprende el fracaso del guerrero. Lo fácil es decir que cuesta subir, que está ubicada entre dos cumbres inexpugnables o que las murallas eran impresionantes. Pero, según los historiadores, lo que salvó la ciudad en su época fue la increíble organización interna, que se vislumbra entre las ruinas; y cuando digo ruinas es porque estamos hablando de ruinas: no se ha reconstruido nada, ni se ha puesto piedra sobre otra.

Había un teatro, varios templos, un agora, casas, dos cementerios y un impresionante sistema de captación de aguas. Todo colgando de una montaña a menos de una hora de Antalya. Para decirlo en buen chileno, cada cosa estaba en su lugar. La defensa era bien sólida, pero no comprometía la belleza ni el orden estético que hicieron célebre a esta ciudad, paso obligado de quienes transitaban entre Asia a Europa.

Ni Alejandro Magno pudo contra tanto orden, disciplina y lógica. Lo pensé mientras rodaba incansablemente en la bajada, asociándolo con la selección chilena de Mario Salas tras el debut frente a los egipcios y en la antesala del duelo contra Inglaterra.

Salas, al igual que Bielsa en Sudáfrica, antepone su esquema de juego a las características propias de sus jugadores, lo que está muy bien desde la opción táctica que tomaron. No es de los entrenadores que juegan “de acuerdo a los jugadores que tengo”, sino que imponen un estilo. Los que tienen que adaptarse son sus ejecutores y por eso, en el 4-2-3-1 que ideó, Angelo Henríquez tiene que transitar por la derecha, Nicolás Maturana por la izquierda y Cristián Cuevas transformarse en lateral, aunque por su estilo todos ellos quisieran sacudirse de sus obligaciones para beneficio propio.

Podríamos plantearnos hoy una dupla de ataque con Castillo y Henríquez más juntos, Rabello a sus espaldas y tras volantes de marca, por ejemplo. Un 4-3-1-2 con Oscar Hernández acompañando a Fuentes y Martínez en el mediocampo, pero eso no sería la impronta de Mario Salas, que por algo clasificó y, además, ganó su primer partido frente a un rival muy complicado.

Podríamos pedir otro orden, otra lógica, otra estrategia, otros especialistas, pero eso sería modificar la idea de un técnico que exige tareas determinadas, aunque vayan en sacrificio de quienes las ejecutan. ¿Tendrá la capacidad para flexibilizar ese esquema? Por supuesto. Lo hizo en Mendoza y lo hace cada vez que piensa un cambio o le expulsan un jugador.

Acá, en la Turquía de balneario, los chilenos paliamos el calor hablando de eso. Encerrado tras su muralla, apelando al orden y la motivación, Salas resiste el asedio. Como Termessos, la ciudad que ni Alejandro Magno logró conquistar.