20 nov 2013

El hombre que nos amarga la vida

Robinho es el jugador que, en la historia, más goles le ha hecho a Chile. Más que Pelé. Más que ningún otro. Por eso, casi como un designio del destino, cuando Scolari decidió llamarlo, una nube apareció en el horizonte, por más que el Skydome haya sido techado.

Clavando la estocada que el destino marcaba, apareció Robinho sobre el segundo palo para conectar ese centro de Maicon y sellar el partido, que tuvo una constante: los cambios del esquema. Antes de iniciarse –cuando Sampaoli decidió incorporar a Fuanzalida- hasta la lesión temprana de Marcelo Díaz. Cuando Hulk nos marcó el gol y decidió pasar a línea de cuatro con Jara por la derecha y luego, cuando la pelota se nos había perdido y mandó a Jorge Valdivia a la cancha.

Fueron treinta minutos en que Chile buscó su identidad ante un Brasil que era inmensamente superior. Si algo se logró reducir esa diferencia fue bien entrado el segundo tiempo, cuando Eduardo Vargas aprovechó el pivoteo de Beausejour para clavar un balazo que dejó estático a Julio César.

Así estábamos, arrimándonos a un empate que no merecíamos pero que premiaba el esfuerzo al menos, cuando apareció Robinho, el hombre que más goles nos ha marcado. Más que el mismo Pelé.

Fue derrota ante los mejores del mundo, según Sampaoli. Y yo también lo creo. Es un equipo que corre, marca, se despliega y que tiene una delantera fuerte y efectiva. Donde predominan los altos y fuertes, y ante los cuales con un equipo armado y definido, con Vidal e Isla, con Díaz y Valdivia en buenas condiciones, se habría dado más pelea.

La selección se demoró mucho en encontrarse, en armarse, en estructurarse. Y eso Brasil no lo perdona. Pero entrará todo lo acontecido en Toronto al ítem del aprendizaje. Es plata en la caja, experiencia ganada.

A la salida, entre un enjambre de chilenos y brasileños enfrentando la fría noche canadiense, queda la sensación de que no estamos tan lejos. Que los favoritos para ganarla Copadel Mundo fueron superiores, pero ni tanto. Y que hay margen para creer.

En los últimos dos mundiales nos dejaron fuera y la mala suerte no puede ser tanta. Pero igual, si al frente está Brasil, el fantasma de Robinho estará rondando.

19 nov 2013

La cruz que cargamos

Para ser honestos, el rival es temible. Por el presente, como recalca Jorge Sampaoli, pero por sobre todo por su pasado. Con Claudio Bravo compartimos una estadística terrible ante los brasileños. Ambos hemos estado  (él en el arco, yo en las transmisiones) en las últimas dolorosas goleadas que nos han propinado.

No he querido hacer la suma, pero este es el detalle grueso. Todo comenzó en Brasilia en las clasificatorias para el 2006 y nos comimos cinco. En Gotemburgo, también con Acosta en la banca, fueron otros cuatro en un amistoso. En Copa América de Venezuela jugaron dos veces: 3 a 0 en la fase previa, seis a uno para quedar eliminados, después del “Puertordazo”.

Con Bielsa en la banca sufrimos -sigo unido al arquero- un tres a cero en el Nacional y un cuatro a dos en Salvador de Bahía, cuando parecía que por fin salíamos de perdedores con los goles de Suazo. Y en Sudáfrica ni hablar: 3 a 0 lapidario.

En cuatro de esos partidos, Juan nos hizo un gol de cabeza para abrir la cuenta. Y el puro Robinho nos hizo seis. Sin hablar de Luis Fabiano y Julio Baptista, que también nos vacunaron seguido. Lo dije en el programa y frente a mi jefe: no quise desmenuzar esta estadística antes porque no me habrían mandado a la gira, pero juro que si nos topamos en el Mundial y sigo sin ganar un punto, me voy a hacer un sahumerio con una santera bahiana, porque yo no creo en mufas, pero no hay que tentar al destino cuando la suerte de la selección en una Copa del Mundo está en juego.

Es un ejercicio de honestidad el que hago y no quiero que sea utilizado en mi contra, pero la evidencia es lapidaria. Edgardo Marín me consolaba diciendo que casi todos los periodistas deportivos chilenos arrastran una estadística similar, incluidos Julito Martínez y Míster Huifa, pero la comparación me resultó odiosa: tantos años no tengo. Y he visto triunfos históricos, como el de la Copa América en Cuenca  (con Salah en la banca) y el 3 a 0 por las eliminatorias el 2000.

Se lo confesé a Ernesto Díaz al oído mientras caminábamos: el lloró en Wembley por su segundo triunfo consecutivo ante los ingleses. Si ganamos ahora a la mejor selección del mundo, yo lloraré, aunque esperaré a salir del Domo, para que las lágrimas se confundan con la nieve.

18 nov 2013

El regalo de la democracia

En Toronto todo el mundo habla de Rob Ford, el alcalde más polémico de toda la historia. Fue elegido con mayoría popular el 2010 y prometía un ejercicio más humanitario, pero todo tipo de escándalos han marcado su gestión.

La última fue la confesión de haber consumido “crack” después de negarlo sistemáticamente durante meses. Cuando las pruebas en poder de la policía eran irrefutables, se defendió diciendo que lo había hecho porque…estaba demasiado borracho. También reconoce su adicción al vodka, la cocaína y las prostitutas, ha amenazado de muerte a trabajadores del Ayuntamiento y en más de una ocasión insultó a subordinadas en público.

Una joya a la que el viernes pasado sus opositores lograron arrebatarle algunas de sus atribuciones y prerrogativas, aunque una sola cosa está clara: no abandonará el poder “que me confirieron los ciudadanos”.

Como si nada, ayer los habitantes de la ciudad se volcaron a la calle para el tradicional Desfile de Navidad, con carros alegóricos, las bandas de todos los colegios y las llamadas fuerzas civiles. Durante horas estuvieron manifestando su alegría, no sólo por el “parade”, como le llaman, sino porque este año fue sin frío ni nieve, lo que permitió que hasta los más pequeños salieran a ver al Viejito Pascuero con antelación. Una costumbre muy norteamericana, que abre la temporada comercial de los regalos.

Sampaoli también está en época de elecciones. Debe elegir quién reemplazará a Mauricio Isla y la opción puede ser Fuenzalida. Y también a Aránguiz, y allí los nombre de Gutiérrez, Silva y Carmona toman fuerza.

Pero lo que verdaderamente emociona son los chilenos que viven en Canadá y que llegaron a alentar. Mantenidos a distancia por la organización, la policía y la propia selección, es gente que lleva muchos años viviendo en estas tierras y que sigue sintiendo el vínculo. Que serán chilenos hasta la muerte, incluidos los hijos que nacieron en este suelo pero inconfundiblemente compatriotas. En el hablar, en el sentir, en los dichos y en sus sueños. La Roja, cada vez que viene, les acerca un poco la Patria. Sobre todo en día de elecciones, cuando la democracia nuestra parece tan lejana.

17 nov 2013

Segunda vuelta

El dato más impresionante de Toronto es que de sus casi tres millones de habitantes, casi la mitad no nació en Canadá. Y es que desde sus orígenes esta ciudad ubicada junto al lago Ontario sirvió de albergue a los refugiados de otros países que buscaron resguardo, trabajo y seguridad; desde los ingleses que escapaban de las fuerzas estadounidenses hasta los chinos que llegaron tras la Segunda Guerra Mundial.

Su símbolo es la torre CN, y es que de los viejos rasgos de la urbe es poco lo que queda. Se los llevaron los asaltos y saqueos de las guerras, el incendio de 1904 y el saqueo. Por eso se ve una ciudad moderna, culta y preparada para el inclemente frío que, al menos en la llegada de la selección, no se hizo sentir. Los nativos andaban en mangas de camisa, pese a que la temperatura en la tarde no pasaba de los diez grados.

Acá está la selección, respirando con tranquilidad después del triunfo en Wembley y esperando para el examen ante un candidato al título, por fútbol, tradición y localía. Los brasileños nos han vapuleado con sus selecciones mayores y desde hace rato que no se respira ese clima de confianza tan extraño que nos invadía cuando los enfrentábamos, pensando que era más fácil hacerles partido que a los argentinos o uruguayos, por ejemplo.

Se recupera Valdivia, lo que hace suponer, si es que supera las exigencias de hoy, que podría ir arriba, pero la duda es Charles Aránguiz, resentido tras el duelo del viernes. Descartado Isla, puede ser la opción soñada para el Chapita Fuenzalida, que debe haber vivido la semana más feliz de su vida: ganó el clásico, jugó en Wembley para meter un pase gol y podría ser titular en una selección que se revalora.

En día de elecciones, los chilenos en Toronto también quieren participar, aunque el sistema no los deja. Canadá, que albergó a tantos compatriotas en distintos períodos de nuestra historia, es una amalgama de culturas que lucha por ganar a la inmensidad del territorio y a la hostilidad del clima. Hoy, cuando el fútbol es otra vez el motor de nuestro orgullo, la selección reunirá a los que miran desde lejos un proceso inédito, con muchos candidatos y un destino ya muy claro.

Aunque, como en la Copa, eso se mira y no se toca, hasta ahora.

16 nov 2013

Los tenemos de caseros

En Wembley, la Catedral del Fútbol, el viejo o el nuevo, somos imbatibles. Un empate y dos triunfos es el sorprendente registro de las selecciones chilenas. Y como la historia se reinventa, para bien o para mal, ver el festejo emocionado de Alexis Sánchez debe haber significado algo importante para el inmortal Marcelo Salas en el palco oficial del estadio: un muchacho de Tocopilla, que lo tuvo como ídolo desde pequeño, le pidió un sitial en el pedestal para instalarse para siempre en la memoria de los chilenos.

Podríamos detallar los aspectos futbolísticos del partido, elogiar el rendimiento de los chilenos o destacar el liderazgo de Claudio Bravo cuando la mano nos vino mala, pero honestamente tendremos tiempo para eso. Ahora lo que valen son las emociones, el llanto de Ernesto Díaz Correa -el único narrador chileno que vivió los dos triunfos en Londres- y un humilde Alexis Sánchez que está viviendo los mejores momentos de su vida.

Jorge Sampaoli, un hombre que siente de manera frenética los partidos al borde del terreno, vive una circunstancia singular. Como ya dijimos, hace un año atrás ni siquiera soñaba con esta opción y ha sabido sacarle lustre. No se siente favorito para la Copa del Mundo, pero señala que avanzamos por el camino correcto. Planificó bien pensando en la monocorde estrategia inglesa, que apeló a los argumentos típicos y que a ratos ganó el mediocampo, pero que buscó el gol sin mayor sorpresa. Y, por sobre todo, supo sobreponerse a dos ausencias trascendentes como la de Arturo Vidal y Jorge Valdivia, lo que es una prueba de fuego superada pensando en las contingencias que depara un Mundial.

Wembley volvió a rendirse ante los chilenos. Tocopilla y Temuco son nombres que los ingleses debieron pronunciar con amargura y admiración. Salas y Sánchez –separados por quince años- convirtieron ala Catedral en un mausoleo silencioso y resignado, donde la única nota que podía escucharse era en grito frenético de los chilenos que tenían, una vez más, la posibilidad de creer que las hazañas son posibles, que se repiten y que tienen héroes humildes, parcos y que llevaron su nombre y el de su tierra hasta los escenarios más grandes e impensados.

No somos los ingleses de América, pero nos paseamos por Londres como si fuera nuestra casa.

15 nov 2013

El Mundial comienza hoy

Esta será una frase que usted escuchará muchas veces de aquí a que efectivamente comience el Mundial. El 6 de diciembre, cuando se haga el sorteo, por ejemplo. O cuando se entregue la nómina definitiva. O cuando, las calles de Santiago se queden desiertas porque todos los chilenos, en masa, se vayan a Brasil, con o sin entradas para ver los partidos.

Pero para Sampaoli, con el fuero que le da haber clasificado, el Mundial empieza hoy y habrá que respetarlo, aunque, honestamente, nos hubiera gustado que partiera con Arturo Vidal en el equipo. Y con menos frío. Y un poco más barato. Pero en fin, es Wembley y la selección inglesa y habrá que aceptarlo: en la lógica de una preparación contra el tiempo, este es el inicio de un proceso que nos tiene ilusionados, pero a la espera de determinar los rivales en primera fase. No nos vaya a tocar el grupo de la muerte, por ejemplo.

Es la Catedral del fútbol la que cobijará el partido, aunque, realmente, esté refundado Wembley se parece a casi todos los estadios nuevos. Se ve increíble, tiene grandes accesos, comodidades varias y una estética envidiable. Pero le falta identidad. Las antiguas cúpulas, los pilares y sus techos hacían del viejo Wembley un escenario cautivante y mágico, por su historia y su diseño. Acá lo que marca la diferencia es el arco que lo caracteriza a la distancia, pero tendrá que comenzar a construir su propia leyenda. En el viejo, Inglaterra ganó y perdió sus grandes partidos, oficiales o amistosos. Y aquel 2-0 de Marcelo Salas tiene que estar inscrito.

Para mí, honestamente, el Mundial comienza cuando comienza. Ahí se ve quiénes y cómo llegaron, la evolución táctica del técnico y la actitud del equipo para encarar los partidos. Nos ha pasado antes: clasificatorias brillantes, mundiales desastrosos (el 82, ¿se acuerda?). Grandes expectativas, polémicas encendidas, si pueden jugar juntos Reinoso y Valdés, Sierra y Estay; si fue mano, si no nos toca Brasil en segunda fase, si la concentración no hubiera sido tan larga, si no hubiéramos llevado jugadores lesionados.

Las Copas del Mundo se juegan conociendo a los rivales, comparando sus nombres, analizando las ciudades. Y eso todavía no está. Para mí, estos dos partidos valen en sí mismos. Por la trascendencia de los rivales, por la puesta a prueba del sistema, porque tenemos figuras a nivel mundial, porque el esquema es audaz.

Y porque, sea verdad o no, Sampaoli lo va a jugar como si el Mundial comenzara hoy. Y ese es todo un mérito.

13 nov 2013

Wembley, Chile y los homosexuales

Chile jugó con tres centrales ese día. Fernando Astengo, Leonel Contreras y Hugo González. Comandado por Orlando Aravena, el objetivo era sacar el empate y lo logró, aunque el cero a cero y los afanes por hacer tiempo enfadaron a los ingleses, que suspendieron la comida programada para después del partido. Roberto Rojas fue la figura y Osvaldo Hurtado pudo hacer historia, pero Peter Shilton le ganó el mano a mano en la única opción que se generó la Roja en noventa minutos.

Fue el 23 de mayo de 1989 en el Viejo Wembley, y el centrodelantero de los ingleses fue John Fashanu, un gigante negro de origen nigeriano, en un equipo donde las figuras eran Paul Gascoine y Bryan Robson. Los locales tiraron mil centros, y jamás pudieron acertar con uno. John se retiró del fútbol, se casó varias veces, se convirtió en comentarista de televisión y se fue a vivir a Nigeria por un tema de impuestos.

El cuento terminaría allí a no ser porque John tenía un hermano mayor, que se llamaba Justin, y que hizo historia pese a que sólo jugó por la selección sub 21 de Inglaterra y jamás llegó a debutar por el equipo mayor.

Justin no eran tan bueno como su hermano, pero tiene dos récords: fue el primer jugador de raza negra en ser transferido por más de un millón de libras, cuando el Nottingham Forest lo compró al Norwich City en 1981. El segundo data del 22 de octubre de 1990, cuando le confesó a The Sun su condición de homosexual, convirtiéndose en el primer futbolista británico en asumir públicamente su opción. Y hasta ahora el único.

Desde entonces su vida no fue fácil. Deambuló por varios clubes, fue insultado por los hinchas rivales y rechazado varias veces por sus propios compañeros. Jugando ya en la categoría senior en Estados Unidos, fue acusado por la policía de Maryland de abusar de un menor de 17 años, por lo que sería sometido a juicio. Decidido a evitar la comparecencia, retornó a Inglaterra, pero el veredicto popular fue más fuerte. Justin Fashanu decidió quitarse la vida colgándose de una viga del garage en su casa de Shoreditch, el 2 de mayo de 1998. En su carta de despedida, juraba que la relación por la que era acusado fue consensuada, y hacía un duro juicio al mundo del fútbol que lo había condenado. Tenía 37 años.

Hoy, cuando hay una campaña para que los futbolistas puedan “salir del clóset” sin sufrir represalias en Inglaterra (que no ha tenido éxito), la historia de los hermanos Fashanu, John y Justin, bien valía un recuerdo.

13 nov 2013

Carlitos, El Turco y un Pepino

Por una cuestión de edad, entré en el segmento de los viejos nostálgicos, que tanto despreciamos cuando fuimos jóvenes. Colecciono revistas antiguas, me gustan las películas de antes y pese a que piso inseguro en las nuevas tecnologías, añoro el contacto directo, decirse las cosas a la cara, llamar por teléfono, opinar donde corresponde.

Lo digo frente al nuevo Wembley, rodeado de hoteles y outlets. Aunque no conocí el histórico, sospecho que conmovía más que este, una mole de vidrio con un arco gigantesco. Me gusta más el Londres tradicional que el moderno, y cuando veo el Támesis la catedral de San Pablo me luce más que el Pepino, el edificio moderno ícono de esta urbe.

En el lobby del hotel de la selección, mientras los jugadores entran y salen raudos al entrenamiento, Carlos Rivas los mira de lejos, callado y distante. El hombre que nos clasificó al Mundial del 82 y que tuvo historias irrepetibles con la “Roja” y Colo Colo sólo quiere dialogar, hablar y acortar las horas recordando. Supongo que preferiría a sus colegas que al grupo de periodistas que –con suerte y hago mi excepción- lo vio jugar, pero no están los tiempos para historias y el ejercicio de la nostalgia no corre para los que ahora están en la cima, aunque uno sabe que algún día también buscarán charla.

Cuando le comentamos a Carlos Rivas que Lucho Ibarra se había muerto se puso a llorar. Ahí mismo, frente al Wembley Arena, bajo el cielo iluminado de Londres. “Yo me casé gracias a él”, dice soltando las lágrimas con su señora al lado. “Le había prometido matrimonio para cuando firmara mi primer contrato profesional y don Lucho me llevó del Audax a Antofagasta, después de conocerme en una selección juvenil. Eso fue hace 35 años”, solloza.

Ibarra era conocido como El Turco y le voy a estar agradecido toda la vida yo también. Cuando empezaba mi trabajo en La Nación la primera nota que me encargaron fue con él, que había sido despedido recién de la U. Fue una charla larga en el Café Santos con una grabadora mala, que no registró ni un carajo de la entrevista. Desesperado –me habían dado dos páginas- lo llamé por teléfono y repetimos el ejercicio sin siquiera un reclamo. La titulé “Ibarra perdió su unicornio azul”, porque sonaba por esos días Silvio Rodríguez. Era 1984. Tres años después el fútbol le dio revancha: fue cuarto en un Mundial Juvenil.

No me quejo, pero estos tiempos me cuestan más. Ayer, cruzaron el bus de la selección delante de los periodistas para que no viéramos la práctica. Y los reporteros jóvenes, temerosos de perder una nota, esperaron todo el día en el lobby del hotel la llegada incierta de Arturo Vidal, sin tener la certeza de si iba a detenerse a hablar de una lesión que tiene en ascuas a los futboleros. Nada nuevo en el oficio. Esperas largas y prácticas escondidas hemos visto muchas y desde hace demasiado rato.

“No es cosa de fama, sino de cortesía”, dice Carlos Rivas. Y no es ni lo uno ni lo otro, creo. Son los tiempos que cambian. Hace un tiempo, nadie pensó que el símbolo de Londres, la ciudad del Big Ben y Buckingham, del Puente de la Torre o la Plaza Trafalgar iba a ser un pepino.

11 nov 2013

Las luces de Londres

Las luces de navidad en Londres ya están encendidas. Como corresponde al espíritu británico, todo se hizo con una ceremonia en Regent Street, con presencia de dos Spice Girls –cuyos nombres prefiero no recordar- y de Leona Lewis, entre otras celebridades. Todo se ve bonito, sobre todo porque oscurece a las cuatro de la tarde y los días están lluviosos y grises.

Eso, el clima, justificaba el sombrero con que Alexis Sánchez se integró a la concentración. Mucho más glamoroso que los gorritos blancos que lucieron el resto de los futbolistas en la práctica de la tarde. Poco calvario si se toma en cuenta la desgracia de los cinco jugadores que venían desde Chile, ansiosos de huir del clásico varios de ellos (Herrera, Aránguiz, Pepe Rojas). Cuando el capitán del vuelo les anunció que harían una escala en Sao Paulo para atender a un pasajero enfermo, ninguno lo tomó como un presagio a su convocatoria mundialista, sino como lo que era, una desgracia.

Arturo Vidal, sin llegar, es el gran protagonista del equipo, porque lo más probable es que no juegue debido a sus dolencias musculares. No hubo muchas luces al respecto, primero porque el cuerpo médico prefirió, como todos, el silencio. Y segundo, porque la evaluación quedará finalmente para el propio Sampaoli, que tendrá que mover un equipo que ya estaba muy armado.

Los ingleses esperan con impaciencia no el partido frente a Chile, sino el del próximo martes frente a sus archirrivales, los alemanes. Por eso anticipan que el capitán Gerrard no estará en el duelo del viernes, pero que es probable que debute un delantero de 22 años de origen hispano, Jay Rodríguez, que tiene más nombre de beisbolista que de goleador.

Con la selección el tiempo pasa largo, a la espera de alguien que se decida a hablar, y eso que nos conformamos con poco: una frase suelta, una invocación mundialera, una frase de buena crianza. Eso da tiempo para ver, por ejemplo, una larga transmisión británica de un torneo de…lanzamiento de dardos en la televisión, un documental de Los Beatles en la BBC y una cautivante nota de una ballena muerta en las playas de Holanda por tragar veinte kilos de plástico del que utilizan en los invernaderos de tomate. Todo eso en espera de la confirmación del viaje de Vidal.

O del recorrido asombrado de las instalaciones del Barnet Football Club, de la quinta división, que albergó el trabajo de la selección. Un estadio con muchas canchas de entrenamiento enclavado en un barrio quieto donde las ventanas permiten ver el living de muchas casas que me recordaron la notable serie humorística “George y Mildred”. Recuerdos que caen ante la imposibilidad de ver las evoluciones tácticas de la escuadra porque la práctica de ayer –con dotación incompleta- era secreta, por supuesto.

Eso. Hasta ahora, cuando los jugadores terminaron la charla y los videos para irse a comer, mientras por la tele Djokovic alza los brazos tras ganar el Master en una ciudad que se ilumina entera esperando la navidad.

11 nov 2013

La ansiedad del Fantasma

Desde la ventana del hotel se ve Wembley, en todo su esplendor.

Hay once jugadores ya durmiendo, con la duda de si Vidal se integrará al equipo que jugará frente a los ingleses. Temprano, me cuentan, llegaron Jorge Valdivia y Marcelo Díaz, preguntando por el resultado del clásico, que fue el tema de conversación obligada para los pocos que a la medianoche del domingo deambulaban por el lobby.

“No supimos manejar la ansiedad”, dijo el Fantasma para explicar el gol de último minuto de Felipe Flores y es un argumento extraño para un equipo que no sólo se mostraba favorito para el duelo, sino que además había amenazado con seguir jugando bajo cualquier circunstancia. Como me enteré del resultado mientras manejaba por el lado contrario con Ernesto Díaz como atemorizado copiloto, no me atrevería a emitir juicios, y quizás por eso me extraña lo de la ansiedad, que es el tema de todo por estos días. Los candidatos deben estar ansiosos, por ejemplo, a una semana de las elecciones.

Sampaoli debe estarlo, con el Mundial en la mira y poco margen para grandes cambios. Queda mucho tiempo, pero pocos amistosos, y por eso estos partidos ante Inglaterra y Brasil son tan valiosos. Aquí podrían estar los últimos retoques para el equipo que no admite variaciones drásticas. Sólo la esperanza de que el nivel óptimo de sus principales figuras se mantenga. Por eso mismo, lo de Vidal, si es que no se recupera para estos partidos, puede ser tan trascendente.

Acá, y lamento decepcionarlos, no hay demasiado espacio para el duelo del viernes, porque todo el mundo está a la espera de la final entre Nadal y Djokovic por el Masters. Hace frío, pero no tanto, y los londinenses esperan el invierno con una final que va a dirimir al mejor de la temporada, aunque ya el español haya asegurado el número uno de la temporada.  Ayer fue día de ceremonias, y la Reina encabezó El Día del Recuerdo.

La solemne ceremonia tiene lugar cada año en la undécima hora del domingo más cercano al aniversario del fin de la Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre de 1918. Y conmemora a todos los caídos en todas las campañas del país, incluyendo la Segunda Guerra Mundial, Irak y Afganistán. Por eso el tráfico estaba aún pesado y Díaz, GPS en mano, me guió a Westminster en vez de a Wembley en la llegada. Cosas propias de la ansiedad.