La gran mezquita de Bursa es diferente a todas las demás. Construida en 1399, es fruto de una promesa. El sultán Beyazid I, en el éxtasis de la victoria en Nicópolis, juramentó construir una mezquita por cada territorio conquistado. Como eran 20, la cosa salía más bien onerosa y, como se sabe, lo que se promete o se dice al calor del triunfo o el dolor de la derrota, siempre se paga caro.
Por lo que el sultán, como político después de una campaña, adaptó la promesa y en vez de construir 20, hizo una con 20 cúpulas. Y listo. Destacan la particular iluminación del recinto, la fuente de mármol bajo la cúpula mayor (para el abdesto, término de origen persa que denomina las abluciones previas a los rezos, o sea, lavarse tres veces consecutivas la cara, las manos y los pies) y las inscripciones en sus murallas.
Famosos calígrafos de la época hicieron un extraordinario trabajo que aún se admira a plenitud para rendir culto no a las imágenes –como en las catedrales católicas- sino a los noventa y nueve nombres de Alá.
Según la teología musulmana, “los nombres de Dios son cuatro mil. Mil son conocidos sólo por Dios. Otros mil, por Dios y por los ángeles. Otros mil, por Dios, los ángeles y los profetas. Y los mil restantes, por Dios, los ángeles, los profetas y los fieles. De los mil últimos nombres, 300 son citados enla Torá, otros 300 en los salmos, otros 300 en los evangelios, y 100 en el Corán. De estos cien, 99 son conocidos por los fieles comunes, y uno está escondido, secreto y es accesible sólo a los místicos más iluminados”.
De ahí el por qué, en el plano estrictamente práctico, es costumbre musulmana recogerse en oración y hacer pasar entre los dedos las noventa y nueve cuentas de su rosario. De todas formas, los nombres de Alá no son Alá, sino un simple símbolo de la realidad divina, adaptada a los límites de la razón humana.
Así también, aceptándose la incómoda metáfora, el fútbol tiene 100 formas de ser analizado. Cada cual tendrá su mirada, cada quien habrá visto en el triunfo sobre Croacia sus propias convicciones. Dirán que Mario Salas cambió, aunque él entienda que triunfó en su ley. Si fue el fruto de su propio destino o la consecuencia de un clamor general será materia debatible de aquí al partido con Ghana. Por lo pronto, cruzando el Mármara de vuelta a Estambul, vía ferry, el entrenador parece más feliz que nunca. Aunque existan 100 maneras de ver una misma victoria. Su victoria.