Hakeem Shakir es el entrenador más desastrado para vestirse que conozco. Casi tanto como Jorge Sampaoli, pero la diferencia es que Hakeen es gordito, histriónico y baila cuando su equipo hace un gol. A veces pone cara de loco, se enoja con sus jugadores y en Irak, su país natal, le conocen como “el sabio”, tal vez porque es gordo, viejo y se viste mal.
Los iraquíes llegan en masa al estadio universitario de Antalaya y en su inmensa mayoría son hombres, porque ya se sabe, las mujeres han tenido que ganarse el breve espacio del que gozan en el fútbol a pulso, desafiando una cultura que la quiere lejos de los gentíos. Gritan y encienden las linternas de sus celulares como antorchas para apoyar a la escuadra, que tiene dos valores referenciales: el arquero y el goleador, ambos acusados de haber falseado los pasaportes para jugar este Mundial.
La denuncia la hace un periodista de ese país y lo valoro, porque cuando Chile –en la época de la dictadura y con un general de Carabineros en la presidencia de la ACF- adulteró pasaportes para jugar un Sudamericano en Paysandú, ningún medio de prensa se percató que los jugadores que viajaban estaban pasaditos. Ese escándalo terminó con Pedro García en la cárcel, los jugadores también y el general Gordon Cañas libre de polvo y paja.
No existe Mundial sub 20 o sub 17 donde una delegación ponga el grito en el cielo por las edades adulteradas. “Los africanos siempre lo hacen”, me dice un colega en el estadio mientras vemos el partido de los iraquíes contra Egipto. Debo recordarle que Irak es de Asia, que Ecuador, México, Perú y Colombia han recibido sanciones en los últimos tiempos por estas mismas causas y que las sospechas que pesan contra Paraguay ya son legendarias.
En lo concreto, no importa demasiado si Irak está en las normas o no. Ni si fue el hijo de Saddam Hussein quien inició estas prácticas cuando era presidente de la Federación. Lo que importa es que Chile se medirá con ellos en el último partido del grupo y si se quiere quedar en Antalya deberá ganarles. En lo personal, el “premio” de seguir en la ciudad me parece pequeño al lado de la necesidad de encontrar un padrón de juego, de flexibilizar el esquema y de que aparezcan por fin las figuras que tiene este equipo.
Ganarle a Irak, los viejos Leones de la Mesopotamia, impone un ejercicio importante de autoestima, de crecimiento futbolístico, de madurez táctica para un equipo que suma, gana, avanza pero no convence. No suele ser una norma para el fútbol chileno, pero así nomás es.