En Wembley, la Catedral del Fútbol, el viejo o el nuevo, somos imbatibles. Un empate y dos triunfos es el sorprendente registro de las selecciones chilenas. Y como la historia se reinventa, para bien o para mal, ver el festejo emocionado de Alexis Sánchez debe haber significado algo importante para el inmortal Marcelo Salas en el palco oficial del estadio: un muchacho de Tocopilla, que lo tuvo como ídolo desde pequeño, le pidió un sitial en el pedestal para instalarse para siempre en la memoria de los chilenos.
Podríamos detallar los aspectos futbolísticos del partido, elogiar el rendimiento de los chilenos o destacar el liderazgo de Claudio Bravo cuando la mano nos vino mala, pero honestamente tendremos tiempo para eso. Ahora lo que valen son las emociones, el llanto de Ernesto Díaz Correa -el único narrador chileno que vivió los dos triunfos en Londres- y un humilde Alexis Sánchez que está viviendo los mejores momentos de su vida.
Jorge Sampaoli, un hombre que siente de manera frenética los partidos al borde del terreno, vive una circunstancia singular. Como ya dijimos, hace un año atrás ni siquiera soñaba con esta opción y ha sabido sacarle lustre. No se siente favorito para la Copa del Mundo, pero señala que avanzamos por el camino correcto. Planificó bien pensando en la monocorde estrategia inglesa, que apeló a los argumentos típicos y que a ratos ganó el mediocampo, pero que buscó el gol sin mayor sorpresa. Y, por sobre todo, supo sobreponerse a dos ausencias trascendentes como la de Arturo Vidal y Jorge Valdivia, lo que es una prueba de fuego superada pensando en las contingencias que depara un Mundial.
Wembley volvió a rendirse ante los chilenos. Tocopilla y Temuco son nombres que los ingleses debieron pronunciar con amargura y admiración. Salas y Sánchez –separados por quince años- convirtieron ala Catedral en un mausoleo silencioso y resignado, donde la única nota que podía escucharse era en grito frenético de los chilenos que tenían, una vez más, la posibilidad de creer que las hazañas son posibles, que se repiten y que tienen héroes humildes, parcos y que llevaron su nombre y el de su tierra hasta los escenarios más grandes e impensados.
No somos los ingleses de América, pero nos paseamos por Londres como si fuera nuestra casa.