Esta será una frase que usted escuchará muchas veces de aquí a que efectivamente comience el Mundial. El 6 de diciembre, cuando se haga el sorteo, por ejemplo. O cuando se entregue la nómina definitiva. O cuando, las calles de Santiago se queden desiertas porque todos los chilenos, en masa, se vayan a Brasil, con o sin entradas para ver los partidos.
Pero para Sampaoli, con el fuero que le da haber clasificado, el Mundial empieza hoy y habrá que respetarlo, aunque, honestamente, nos hubiera gustado que partiera con Arturo Vidal en el equipo. Y con menos frío. Y un poco más barato. Pero en fin, es Wembley y la selección inglesa y habrá que aceptarlo: en la lógica de una preparación contra el tiempo, este es el inicio de un proceso que nos tiene ilusionados, pero a la espera de determinar los rivales en primera fase. No nos vaya a tocar el grupo de la muerte, por ejemplo.
Es la Catedral del fútbol la que cobijará el partido, aunque, realmente, esté refundado Wembley se parece a casi todos los estadios nuevos. Se ve increíble, tiene grandes accesos, comodidades varias y una estética envidiable. Pero le falta identidad. Las antiguas cúpulas, los pilares y sus techos hacían del viejo Wembley un escenario cautivante y mágico, por su historia y su diseño. Acá lo que marca la diferencia es el arco que lo caracteriza a la distancia, pero tendrá que comenzar a construir su propia leyenda. En el viejo, Inglaterra ganó y perdió sus grandes partidos, oficiales o amistosos. Y aquel 2-0 de Marcelo Salas tiene que estar inscrito.
Para mí, honestamente, el Mundial comienza cuando comienza. Ahí se ve quiénes y cómo llegaron, la evolución táctica del técnico y la actitud del equipo para encarar los partidos. Nos ha pasado antes: clasificatorias brillantes, mundiales desastrosos (el 82, ¿se acuerda?). Grandes expectativas, polémicas encendidas, si pueden jugar juntos Reinoso y Valdés, Sierra y Estay; si fue mano, si no nos toca Brasil en segunda fase, si la concentración no hubiera sido tan larga, si no hubiéramos llevado jugadores lesionados.
Las Copas del Mundo se juegan conociendo a los rivales, comparando sus nombres, analizando las ciudades. Y eso todavía no está. Para mí, estos dos partidos valen en sí mismos. Por la trascendencia de los rivales, por la puesta a prueba del sistema, porque tenemos figuras a nivel mundial, porque el esquema es audaz.
Y porque, sea verdad o no, Sampaoli lo va a jugar como si el Mundial comenzara hoy. Y ese es todo un mérito.