A los brasileños no les dolió tanto demoler el viejo Maracaná. Allí vivieron su peor pesadilla futbolística y cada uno de sus títulos del mundo lo fueron a conquistar afuera. Por eso ahora, casi como un guiño al destino, quieren conseguir el nuevo en un escenario remodelado, inmenso, pero no intimidante como era aquel gigante que albergaba hasta a 200 mil personas.
El nuevo Maracaná no llega a las ochenta mil, es colorido y moderno, pero tendrá que hacer su propia leyenda, aunque mantenga el espíritu del anterior y el Cristo Redentor lo mire a lo lejos desde el Corcovado, sabiendo que con la remodelación profunda quedo convertido en un escenario más, y ya no en el más grande del planeta.
Pelé se pasea a sus anchas por este impecable recinto, con su chaqueta roja comercial y ganas de que llegue pronto Marcelo Bielsa a dirigirle al Santos. Reconoce que quiere nuevos Neymar en el equipo, y le saca presión al “scratch” diciendo que no son los favoritos para la Copa del Mundo. Tira a España y Alemania como candidatos, aunque uno sabe que en su eterna corrección pronto respaldara a los de su escuadra.
Por lo pronto, la prensa ya elevó a Neymar como el símbolo y la estrella de la selección que será principal aspirante. Le dieron la camiseta número 10 y la disputa contra Messi en el Barcelona será más dura de lo que podría pensarse. Más allá de los gestos de buena crianza del brasileño, acá esta claro que la lucha por el número uno en un año más se dará entre ambos, que tendrán 12 meses para calentar la previa en el cuadro culé. Será, acuérdense, una refriega sin cuartel, empujada por los auspiciadores, los organizadores de la Copa del Mundo, los hinchas de cada uno de los países y hasta de la prensa catalana.
Allí comenzará a definirse buena parte del Mundial, que cada vez que se jugó en Sudamérica se quedó en el continente. Esta vez será difícil por lo que aprontan los alemanes, españoles y holandeses, pero la idea es esa: se queda en América con un nuevo rey coronado.
Si me apuran, los brasileros demolieron el antiguo para espantar los malos espíritus, para convocar a sus dioses, para enmendar la historia. Pero, tal cual les paso el ’50, el sitio elegido para levantar la leyenda se mufó muy pronto.
Mañana nos vamos a Turquía, donde otros afanes agitan el aire y Chile culmina su preparación alentando esperanzas.