22 jun 2013

Somos más, la reforma tributaria va

Con su histerismo tradicional ha reaccionado la derecha frente a las propuestas de Reforma Tributaria, especialmente tras los anuncios de la ex Presidenta Bachelet.

Han reaparecido las consignas que hemos escuchado los últimos 23 años: “que afecta la inversión y el empleo, que es anti PYME, que es una mala idea”, agregando, incluso, que se trata de “una medida improvisada como el Transantiago”.

La derecha no asume que la sociedad chilena –en su mayoría- no quiere seguir viviendo en una país marcado por las desigualdades y los abusos, quiere un Chile donde la educación de calidad no sea sólo para quién tiene capacidad de pago –como lo prueban todas las pruebas SIMCE- sino que la mayoría de la clase media y los grupos vulnerables tengan acceso a una educación de calidad y de excelencia.

Donde, por ejemplo, la salud pública atienda con especialistas y una moderna infraestructura al 81% de los chilenos y chilenas que concurren al sistema público de salud.

Esa mejor calidad de vida para la clase media y los sectores más vulnerables, requiere una reforma tributaria de verdad. No se construye un país mejor y más igualitario con una carga fiscal equivalente al 20,3% del PIB y con un sistema tributario donde las grandes empresas pagan pocos impuestos.

La derecha no quiere una Reforma Tributaria de Verdad -ni ayer, ni hoy ni mañana-porque se acostumbraron a vivir en un Chile de desigualdades y abusos y les parece justo que sólo una minoría acceda a una educación y salud de calidad.

En la oposición no existen diferencias acerca de la necesidad de construir una mayoría parlamentaria en el período 2014-2018 para que podamos legislar y tener una Reforma Tributaria en serio que recaude entre 2% a 3% del PIB: estamos todos en esta línea.

Lo anterior, elevando los impuestos a las grandes empresas, que cierre la puerta a diversas e injustas exenciones tributarias, que se modifiquen los instrumentos pro inversión y que permita financiar responsablemente a nuevas políticas sociales en educación y salud y que, además, mejore la capacitación laboral de los trabajadores y modernice los “cuellos de botella” en materia de infraestructura productiva y tecnológica.

Hoy somos más, y la mayoría demanda un esfuerzo político tendiente a promover reformas tributarias, sociales y políticas que nos permitan iniciar la construcción de un Chile más solidario, más igualitario y con menos abusos y, por ello, los invitamos a participar este 30 de junio y el 17 de noviembre para mostrar que, efectivamente, es una mayoría la que anhela vivir en un Chile distinto al actual.

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22 jun 2013

La pata más coja de la política cultural

En mayo de 2012, la Corporación de Promoción Universitaria (CPU) lanzó el N° 120 de su Revista de Estudios Sociales, la más antigua del país en abordar temáticas vinculadas a las políticas públicas prioritariamente en educación, ciencia y tecnología.

Su título, “La Educación de la Primera Infancia en Chile: El desafío de una Política de Estado”. Abordaba desde diversas perspectivas, económica, neurobiológica y pedagógica, entre otras, la necesidad de contar con una política de estado y de largo plazo para la educación en los primeros años de vida, como única manera de generar no solo un desarrollo equitativo entre las personas, sino también del país en su conjunto.

Coincidió con esta publicación, un creciente interés por el tema, que se ha visto reflejado en anuncios presidenciales y la inclusión del tema en las propuestas de prácticamente todos los candidatos.

Por otra parte, a partir del retorno a la democracia, la creación artística nacional en sus diversas disciplinas se ha multiplicado en varias veces; por ejemplo, en el año 1990 se estrenaban una o dos películas chilenas al año, mientras en 2012 éstas llegaron a las 23.

Ello se repite en todas las disciplinas, teatro, música, artes visuales, etc. A excepción del último trienio, prácticamente sin excepción en los veinte años anteriores de democracia, los recursos públicos destinados a la creación aumentaron de manera importante.

Lo mismo sucedió con la infraestructura cultural primero a través de la DIBAM, que permitió ya hace 7 años, tener una biblioteca en casi todas las comunas del país; y el año 2007 al iniciar a través del CNCA un programa destinado a contar con al menos un centro cultural en cada comuna de más de 50 mil habitantes, programa que bien o mal, continuó este gobierno.

Se sumaron también durante el cuatrienio 2006-2010 los programas de acceso del Consejo de la Cultura destinados a asegurar la participación de las personas de los bienes artísticos y culturales.

Hace algunas semanas, importantes directores y actores han denunciado que deberán cerrar sus salas de teatro o parte de las actividades que realizan por falta de financiamiento o porque simplemente no tienen público.

Se estrenan películas chilenas exitosas en el extranjero y el público nacional, en casi todos los casos, no llega a 10 mil personas. Los canales de televisión argumentan la ausencia de programación de calidad, ni siquiera le llamaremos cultural, porque la gente no las ve y no tienen rating.

La publicación de CPU muestra cómo los primeros años de vida son fundamentales en el desarrollo de las personas. El desarrollo del lenguaje, ciertos gustos, las capacidades psicomotoras, el inicio de los procesos de socialización e individualización, se inician sí o sí en esos primeros años. Las capacidades cerebrales en muchas materias solo pueden ser desarrolladas de buena manera en esta etapa, después solo serán remediales.

Un buen ejemplo es la capacidad de aprender un segundo idioma. Según los expertos, su curva de aprendizaje se inicia cerca de los 2 años, llega a su punto más alto entre los 6 y 8, y luego decrece quedando en apenas el 10% a los 12 años. Entonces podremos aprender un segundo idioma, pero no de la manera en que lo hubiéramos hecho en la edad adecuada.

Conectemos los temas abordados por CPU y la cultura para llegar al punto. No podemos pretender un desarrollo de las artes y la producción cultural sin personas capaces de disfrutar de ellas. Esto requiere desarrollar el entendimiento de los lenguajes artísticos desde la primera infancia, cuando los seres humanos poseemos las capacidades para ello, en la juventud y adultez ya se vuelve solo remedial o de casos excepcionales.

Sin embargo, la formación de audiencias es la pata más coja de nuestra política cultural, en particular en los niños. Para ser exactos, no existe política de formación de audiencias. Así no podemos sorprendernos que las personas no asistan a ver una buena película u obra de teatro, si recién la primera oportunidad de observar alguna la han tenido con suerte, a los 20, 30 o 40 años.

Esta debiera ser la prioridad de la política cultural del próximo gobierno. Formación de audiencias en serio y desde los primeros años de vida.Las bases están. Avanzó la DIBAM hace años incorporando en el diseño de sus bibliotecas espacios especiales para niños. Continuó el Consejo de la Cultura con programas como Nacidos para leer, hoy suspendido, y la construcción de centros culturales.

Prioritariamente estos espacios debieran estar destinados a ser lugares de encuentro de las familias y los niños.

Lugares en que de lunes a domingo veamos como los niños comienzan a disfrutar del arte y la cultura, cómo comienzan también a socializarse e individualizarse. Una política cultural activa del estado, con fondos públicos, sin temor al dirigismo y sin la cantinela tan repetida en estos últimos años de una cultura libre y con prescindencia del estado, porque es en estos roles donde éste no tiene reemplazante.

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21 jun 2013

Hacia una estrategia institucional

El país se acerca rápidamente a la conmemoración de 40 años del quiebre constitucional del 11 de septiembre de 1973. Ese fue un día terrible, el derrumbe de la democracia fue la expresión práctica de una polarización descontrolada y de una confrontación enceguecida.

He escuchado que hay preocupación por lo que pueda acontecer en esta fecha tan trágica. Sinceramente, deseo de todo corazón que no haya víctimas fatales ni que una furia irracional se apodere en esa noche, de las calles y de los barrios más humildes, en los grandes centros urbanos.La violencia es la marca que ha tomado ese día.

Cuando hay miles de víctimas y un puñado de victimarios, estos hechos históricos, quedan condenados a ser siempre un vehículo de desgracias y no pueden significar otra cosa que división, amargura, odiosidades y confrontación. Cuando impera el lenguaje brutal de la fuerza se han impuesto los poderosos.

Por eso, el país nunca debe perder la paz social, la estabilidad institucional, para proyectar desde una base sólida las reformas que, a su vez, son fundamentales e insustituibles para afianzar y robustecer el interés nacional y realizar la justicia social, mirando el futuro con seguridad y reduciendo las incertidumbres; en la sociedad global requerimos reducir la desigualdad para enfrentar el futuro con la fortaleza que el país requiere.

El 11 de septiembre de 1973 para mí es un día doloroso. Muchos de quienes admiraba o eran mis amigos de adolescencia desaparecieron para siempre, tragados por la represión del régimen militar.

Sé perfectamente bien que esa historia no se puede borrar. Incluso sería un error pensarlo así. El dolor no se puede eliminar. Además, para que tales hechos no se repitan hay que saber situarlos en la memoria histórica de la nación chilena. Para no cometer nuevamente los errores o imprevisiones que coadyuvaron al desencadenamiento de la catástrofe.

El olvido sólo sería una terrible inconsecuencia con el futuro de Chile. A pesar de ello, de todas maneras, hay un grupo que quiere borrar de la conciencia social su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en ese período.Carecen del coraje necesario para pedir perdón por la responsabilidad política que les corresponde en desencadenamiento del terrorismo de Estado.

Ahora bien, de lo que se trata es de superar una herencia que provoca la división entre los chilenos. De modo especial, la Constitución de 1980.La lucha por la superación de la misma ya tiene más de treinta años. Ese camino ha sido más largo y difícil de lo pensado para los que luchamos contra la dictadura. Muchos creen que persiste, simplemente porque no se ha hecho un esfuerzo auténtico para remplazarla. Eso no es así.

Sacar de la escena un régimen que se había instalado y consolidado no fue un juego de niños. Las circunstancias históricas que se configuraron debido a la crisis económico-social en 1982 desencadenaron desde 1983 las protestas nacionales que condujeron a una situación crítica para el régimen y generó la necesidad de que este tuviera que legitimarse en el Plebiscito del 5 de octubre de 1988 y allí fue derrotado. No logró perpetuarse.

Sin embargo, no hubo un desplome institucional. Derrotado Pinochet hubo un primer acuerdo de reformas constitucionales plebiscitado en julio de 1989, que contribuyó a la instalación del primer gobierno civil pos dictadura, aquel que encabezara lúcidamente don Patricio Aylwin.

Lamentablemente, los mayores consensos avanzados en las conversaciones entre los representantes de la Concertación y Renovación Nacional, nunca se materializaron debido a que ese Partido, por sus divergencias internas, no fue capaz de sostener su palabra una vez iniciada la transición democrática después de marzo de 1990. En ese período, la posición de la UDI era de un irreductible inmovilismo constitucional, total y absoluto. Como brazo civil de Pinochet este grupo era el guardián de la herencia institucional de la dictadura.

Tuvieron que pasar quince años, hasta septiembre del 2005, para que se pudiesen aprobar y promulgar parte sustantiva de las reformas constitucionales pendientes, tales como eliminar la inamovilidad de los Comandantes en Jefe; corregir el carácter tutelar del Consejo de Seguridad Nacional, y el termino de los senadores designados y vitalicios.

Es decir, el proceso constitucional tuvo que esperar que crecieran dos generaciones en democracia para crear una situación institucional de consolidación y ampliación de los temas esenciales que dan vida a un pleno régimen de derecho.

Es por eso que no se debe olvidar que la transición hubo de operar en un laberinto que no fue ni creado ni aceptado por los demócratas chilenos. Hubo que reponer la estabilidad democrática operando con una camisa de fuerza autoritaria y profundamente refractaria a los cambios, derechos y libertades propios del término de la dictadura.

Ante ellos la resistencia fue persistente y dura lo que determinó que los avances fueran parciales. Eso generó una realidad histórica. La institucionalidad que hoy existe en el país, en que subsisten enclaves propios del régimen que ya terminó, que generan desigualdad y desencanto. Ello mantiene pendiente el tema constitucional.

Para abrir paso a una nueva Constitución, este conjunto de hechos, políticos, morales y materiales no se pueden desconocer. Más aún, es la derecha que se jugó por la contención de los cambios y el inmovilismo, la más interesada en que todo pase al olvido. No actuemos en el aire, hay que actuar en el contexto que permite cambiar la situación, y eso es por vía institucional.

En este debate, surgen ideas que sugieren borrar de un plumazo la realidad anterior.No es posible. Aquel intento de dar un salto adelante que ignore donde nos encontramos, simplemente será una caída al vacío; o no será nada.Tal vez un reclamo, un rezongo, pero en ningún caso la creación de una nueva institucionalidad en el país.

Ello se ha confirmado palmariamente al modificarse la posición relativa a la Asamblea Constituyente, por parte de quienes la propiciaban con más intensidad que, ahora sugieren una entidad de otro carácter, denominada Asamblea Ciudadana.

Con el senador Andrés Zaldívar hemos impulsado y propuesto que ambas Cámaras del Congreso Nacional, constituyan una Comisión Bicameral para iniciar el estudio, evaluación y formulación de una propuesta constitucional.El Senado ya aprobó un Proyecto de Acuerdo en esa dirección, el cual se encuentra formalizado como propuesta a la Cámara de Diputados, en el Boletín N° S 1.411-12, del Senado de la República.

Un nuevo gobierno puede pedir por oficio la formación de dicha Comisión Bicameral; en tal situación ambas Cámaras podrían aprobar su formación por mayoría simple y se iniciaría institucionalmente ese esfuerzo del cual tengo la convicción, que en el caso de constituirse, las fuerzas políticas nacionales no podrían restarse.

Esto otorgaría un marco institucional para una amplísima incorporación de todos quienes quieran participar. Desde el Congreso Nacional, se ofrecería e instalaría un escenario propicio para que la idea de una nueva Constitución deje de ser un ejercicio académico y se configure un esfuerzo de carácter efectivo y fecundo.

Ahora bien, dialogadas, estudiadas y elaboradas las nuevas bases constitucionales, se desplegaría la etapa de acuerdos políticos que otorguen viabilidad a esta perspectiva, lo que tendría que desembocar en la inclusión en la actual Constitución de un artículo que posibilite la realización de un plebiscito, en el que soberanamente la nación chilena dirima en definitiva las opciones de país que se presenten y que se expresen en una nueva Carta Política del Estado, lográndose por ese camino resolver la ilegitimidad de origen del texto constitucional.

Por eso, hemos propuesto un camino institucional hacia una nueva Constitución con el convencimiento que eso es lo viable, lo que abre paso a transformaciones que configuren una nueva realidad, situando al pueblo soberano en el centro de esta perspectiva y que esta gran necesidad de una nueva Constitución para Chile, no sea pasto de frases oportunistas que no conducen a nada.

Al recordar, en esta semana que comienza, un nuevo natalicio de Salvador Allende, hemos de reivindicar la verdad histórica como norma esencial de su política. Así vivió y murió luchando contra el uso de la mentira y del engaño, que en su opinión, era un arma favorita de las clases privilegiadas.

Allende sufrió innumerables veces, maquiavélicas campañas destinadas a distorsionar completamente las posiciones por él adoptadas y la naturaleza de su proyecto-político.

En ese propósito, coincidieron reiteradas veces la ultraizquierda y la ultraderecha, empeñadas en desfigurar la naturaleza democrática de la vía chilena al socialismo, la que tenía como condición para su realización un camino que debía transitar en democracia, pluralismo y libertad.

Al no respetarse su orientación estratégica, el proceso de la vía chilena fue empujado a un punto de no retorno que concluyó con la intervención golpista. Aventureros de todo tipo y de diverso signo político le hicieron la vida imposible al Presidente Allende.

Por esa experiencia, que no he olvidado y cuyo desenlace me duele profundamente, estoy convencido que la transformación institucional que arribe al propósito de tener una nueva Constitución, debe transcurrir a través de sucesivas reformas que la hagan posible. Sugerir el cambio sin ese proceso o es una ilusión o un engaño.

Tampoco es válido el inmovilismo constitucional de la derecha, quienes adoptan la perspectiva de cambios fundamentales como el inicio del desorden y el caos. Retrasar indefinidamente estos cambios esenciales es una ceguera histórica. No se puede concebir la institucionalidad como un hielo eterno.

Esa idea se volverá por su equívoca pretensión, en un fardo para nuestra propia estabilidad democrática. Por el contrario, hay que avanzar hacia una solución de amplia y ancha base nacional de sustentación y resolver el impasse generado por la ilegitimidad de la Constitución de 1980. De manera que las fuerzas políticas tenemos la obligación de encontrar un camino de no confrontación civil ni de quiebre institucional, una estrategia que visualice una perspectiva transitable hacia una nueva Constitución Política del Estado.

Por cierto, ello demandará lucha de ideas, debates intensos y diálogos fecundos, capaces de tener espíritu constructivo.

Si domina la obcecación, al país se le impone un laberinto que resultará a la postre asfixiante, polarizante y altamente contraproducente; por el contrario si se abren las mentes pensando en el futuro de Chile, construir un camino de solución es posible. En ese caso prevalecería la política, la razón por sobre la sin razón.

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21 jun 2013

A chaucha mais grande

El gigante ha despertado. Está viviendo su “revolución de la chaucha,” como se denominó la que experimentó Chile en 1949, a raíz del alza de la locomoción.

“Nao eis por un centavo,” se leía en un graffiti en la multitudinaria marcha del 20 de junio del 2013. Hasta los “mais felices do mundo” han perdido la paciencia.Han asaltado el congreso y depredado tres ministerios y el banco central, incendiado buses y destrozado de un cuanto hay, en una jornada en que la mayoría celebraba alegremente la reculada en el alza de pasajes.

Significativamente, el PT y otros partidos de izquierda que habían llamado a manifestarse ese día, tuvieron que arriar sus banderas ante el rechazo generalizado de la multitud. También en este país, la política rompe los estrechos marcos de la manida “medida de lo posible” y se transforma en el arte supremo y delicado, de conducir a millones de personas movilizadas hacia la satisfacción de sus justas demandas.

El impacto en Chile es inmediato. Va ocurrir lo mismo en cualquier momento y el único camino por el cual cursar allí en forma pacífica es cambiar la constitución. Y eso no se puede lograr mediante una institucionalidad en crisis, que ha sido diseñada precisamente para impedirlo.La candidata que representa a la mayoría debe tomar nota y actuar en consecuencia.

“Fim da letargia” titula un notable artículo editorial de Folha de Sao del 20 de junio, que recuerda como Brasil estuvo a la cabeza de las luchas políticas y sociales, cuando frenó el neoliberalismo, terminó con la dictadura y convocó una asamblea constituyente en los años 1980, convirtiendo la “década perdida” en su exacto inverso para los movimientos políticos y sociales.

Sin embargo -aprovechando el inevitable receso subsecuente en la movilización política masiva, se puede agregar; la década siguiente fue avasalladora según Folha: neoliberalismo, reestructuración productiva, financiarización, desregulación, privatización y deforestación.

En ese marco, la victoria de Lula el 2002 acabó por convertirse en una derrota. Oscilando entre la continuidad con su antecesor Cardoso y cambios positivos pero ninguno con substancia, su primer mandato terminó de modo desolador, forzando cambios de ruta, siempre con mucha moderación y ninguna confrontación: bolsa y altísimas ganancias bancarias, aumento del salario mínimo y enriquecimiento sin tope, nada de reforma agraria y generosos subsidios al agro negocio.

Terminó su período en alza, con la oposición desorganizada, frente a este dirigente obrero con una densidad política sólidamente construida en los años 1980, heredada por su sucesora.

Con paciencia, espíritu crítico y mucha persistencia, los movimientos populares habrían de superar este difícil ciclo. Subyaciendo el crecimiento económico y el mito falaz de la “nueva clase media,” hay una realidad profundamente crítica en todas las esferas de la vida de los asalariados.

La salud pública vilipendiada, la educación pública depauperada, la vida absurda de las ciudades, atochadas de automóviles por los incentivos anti ecológicos. La violencia que no para de crecer y transportes públicos relativamente los más caros (y precarios) del mundo.

Una Copa Mundial “blanqueada,” sin negros y pobres en los estadios, que enriquece a las constructoras. Los asalariados que se endeudan para consumir y ven evaporarse sus sueldos. Una fosa colosal entre las representaciones políticas y el clamor de la calle. La brutalidad de la violencia de la policía militar.

Todo eso ayuda a comprender por qué el movimiento del pase libre tuvo tanta acogida. Cualquiera sea su curso, el país no será el mismo.Estamos comenzando, concluye Folha de Sao Paulo.

“De te fábula narratur”. Todo lo anterior se puede aplicar a Chile, sólo que muchísimo peor. Un reventón gigantesco se ha tornado inevitable.Puede producirse en cualquier momento y será bien feo. La vida cotidiana de los asalariados es insoportable.

Cuando reviente, se van a tener que comer sus palabras quienes afirmaron que las cacerolas sonaban más fuerte el 2011 en la Plaza Ñuñoa que en las poblaciones, puesto que ellos habían arreglado al pueblo pero se les había quedado atrás la clase media.

Al igual que ocurre en Brasil, la clase media siempre inicia las grandes movilizaciones, mientras el pueblo, que tiene siempre los mayores motivos para protestar, se mantiene a la expectativa. Sabe que los palos le caen encima en primer lugar. Pero cuando entra a la pelea lo hace en serio y no siempre es muy pulcro en sus manifestaciones.

La clave para dar curso al descontento imparable del pueblo es cambiar la constitución. Ningún cambio se puede realizar con el actual veto de la derecha. Por lo mismo, es mejor empezar cambiando la constitución misma, que tampoco se puede, pero hay que lograrlo para abrir paso a todo lo demás.

Eso es lo único que tiene que comprometer el próximo gobierno. Y tiene que hacerlo. Sí o sí. Resultan preocupantes las declaraciones de la candidata Bachelet, en cuanto a poner énfasis en que los cambios constitucionales que promete los hará por “la vía institucional.”

Inmediatamente después que aparecieron en la prensa los cantos de sirena del principal estratega político de la transición, afirmando que se puede reformar la actual constitución mediante la “política de los acuerdos.” Eso es cretinismo parlamentario puro.El énfasis tiene que estar en que una nueva constitución es indispensable y que la vamos a cambiar. Ya se verá como lo logramos. Esa no es la discusión importante hoy.

Métodos hay muchos y como escribió el rector Peña en su columna de El Mercurio al adherir a la demanda por una nueva constitución, cuando la institucionalidad es tramposa, los métodos para sortearla no siempre resultan pulcros.

En Ecuador, por ejemplo, el presidente concurrió a las elecciones sólo, sin lista parlamentaria, puesto que no servían para nada. Al obtener una gigantesca mayoría y quedar el parlamento deslegitimado, se abrió paso a un plebiscito para llamar a una asamblea constituyente. En Colombia lo lograron mediante la cuarta urna, en que millones expresaron su voluntad de nueva constitución durante una elección nacional.

Es muy buena idea la propuesta de marcar los votos de la próxima elección con las letras AC -además de indicar claramente la preferencia por los candidatos opositores- pidiendo Asamblea Constituyente, lo que no anula el voto y fuerza al servicio electoral a contar los así marcados.

Todos los candidatos opositores deberían exhibir en su propaganda el “sello de calidad AC”. Ello puede movilizar una gran participación electoral, incluso en aquellos que no quieren nada con el sistema político, que son la abrumadora mayoría, especialmente entre la juventud.

Es indispensable que la candidata se exprese al respecto con absoluta decisión y que como futura Presidenta se ponga firme al respecto. Ella debe comprometerse a que esta vez no llega a administrar una institucionalidad viciada, que protege un modelo distorsionado e injusto. Esa es la clave. Si hay decisión, se puede.

Ojalá “A Revolta da Catraca (tornamesa de acceso al metro y buses),” como han bautizado el estallido “mais grande do mundo,” sea suficiente para que el sistema político chileno reaccione con la responsabilidad que la situación amerita.

Nos ahorraría muchos buses destrozados, los que además necesitamos para reconstruir a marcha forzada un sistema de transportes estatal eficiente, que en no más de un año resuelva al menos esta terrible penuria cotidiana de los chilenos y chilenas.

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21 jun 2013

Comprometámonos con la música chilena

Después de ver dos exposiciones de ideas que se titularon “debates”, y una serie de entrevistas a los diversos candidatos a la Presidencia, vemos cómo la cultura tiene nula presencia en sus discursos, tanto a nivel de propuestas como de preocupaciones.

Como si la cultura, que aporta a nuestro PIB más que el sector pesca, y en particular la música, que mueve cerca de 12 millones de espectadores al año, no fueran relevantes en las propuestas y políticas que los postulantes promueven. Claramente no están considerando el aporte que la industria de la música realiza a la economía, ni la importancia que tiene para las sociedades desde sus orígenes.

La música y su creación han estado vinculadas a las personas y sus actividades diarias desde sus inicios. Se ha demostrado que en la prehistoria se relacionaba con actividades como el apareamiento y el trabajo colectivo y luego, en su desarrollo más temprano y a lo largo de la historia, con el desarrollo de rituales religiosos y espirituales.

La música permite que las personas expresen sus vivencias, que se comuniquen e integren a la sociedad, generando progreso cultural.

Los pueblos devenidos hoy a sociedades modernas, así lo han entendido y utilizan la música como uno de sus principales medios de expresión: cantamos cuando alguien está de cumpleaños, los enamorados recurren a las serenatas, se componen canciones contra los abusos, los políticos basan sus campañas en melodías y las marchas y manifestaciones populares culminan siempre con espectáculos de música en vivo.

Sin embargo, en Chile, la música parece no ser considerada a la hora de generar políticas sociales. Incluso se ha retrocedido en ciertos temas, como restarle importancia a la educación musical temprana en los colegios.

La música no puede estar ajena a la formación educacional de los chilenos, tanto como expresión de sus raíces o como fuente de conductas como la perseverancia, el trabajo en equipo y el respeto a los demás. Pero básicamente, como una forma histórica y cotidiana de acceder a nuestra cultura, a nuestro patrimonio y generar entre nuestros niños identidad desde pequeños.

Desde la SCD hemos realizado importantes esfuerzos por apoyar el desarrollo de la música chilena mediante la promoción y difusión de las obras, pero también hemos posicionado con fuerza el mensaje de que los músicos chilenos merecen una retribución justa por su profesión, lo que les permitiría tener una vejez digna y con ingresos que retribuyan su vida laboral, muchas veces inestable por las características del trabajo artístico.

Teniendo en cuenta el papel que desempeñan los artistas al interior de toda sociedad, resulta imprescindible recordar a la clase política que el desarrollo del país no se mide sólo con el crecimiento económico, sino que también es un signo de progreso otorgar un rol protagónico al fomento de la cultura, entendiendo como idea básica que la creación artística en cualquiera de sus formas es cultura, y que sin protección a los autores, no es posible el desarrollo de ella.

De ahí nuestro llamado fuerte y claro: necesitamos comprometernos con la música.

Sacarla de la conveniencia de las campañas y las fotografías sociales, y posicionarla en el lugar donde siempre ha estado y donde se ha desarrollado: en la sociedad, cerca de la gente y sus intereses.

Porque en la medida que reconocemos su valor como expresión de identidad, también nos hacemos cargo de las necesidades de quienes están detrás de su desarrollo, los creadores.

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21 jun 2013

Visa de residencia a profesionales bolivianos

En toda negociación, además del foco en fortalecer la posición propia, un buen negociador siempre debe estar pensando en cómo deteriorar la posición de la contraparte. Las acciones conducentes a empeorar las alternativas del adversario no necesariamente deben ser ejecutadas, pero sí hay que identificarlas y prepararlas para su ejecución en caso necesario.

Si queremos jugar a “negociación-ficción” y pensamos en qué acciones de Chile podrían llegar a ser nocivas para los intereses marítimos de Bolivia, aquí hay tres ejemplos que Chile podría llevar a cabo y Bolivia, resentir sus efectos.

1. Otorgar visa de residencia a profesionales universitarios bolivianos.

Aquí hay doble beneficio para Chile, en términos sociales y económicos. En lo social, es claro el aporte a la diversidad cultural que las migraciones ejercen. Como extremo, y claro ejemplo de esto, es la ciudad de Nueva York. Y el ejemplo local es la riqueza culinaria que ha traído la comunidad peruana a Chile.

Bajo el prisma económico, tendríamos acceso a mayor oferta de mano de obra profesional, con su consecuente efecto en el costo global del recurso humano, ya escaso en algunas regiones del país, que exhiben números de pleno empleo.

Para Bolivia, en cambio, tendría un efecto negativo. Una vez expuestos los profesionales bolivianos al prospecto de seguir en Bolivia o trabajar a Chile, de seguro se materializaría un éxodo de profesionales (sobre todo los mejores), dejando a Bolivia en una posición bastante adversa, con todo el costo de la educación y ninguno de sus beneficios. Aunque esa masa migratoria esté “emocionalmente” ligada a Bolivia, es muy probable que en el mediano plazo su descendencia sea chilena, y las raíces y proyecciones profesionales que se den en Chile, le impidan regresar a Bolivia.

En el largo plazo, Bolivia se quedaría sólo con una masa de pocos profesionales, una capa de personas preparadas de nivel técnico y una población mayoritariamente sin educación, poniendo en serio riesgo su viabilidad como nación. Un país sin profesionales se parece mucho a una aldea. Bolivia como nación no se beneficiaría de una acción de esta naturaleza, aunque sí sus ciudadanos mejor educados.

2. Hacer proyectos conjuntos con Perú en las zonas de posible corredor marítimo.

Si el fallo de La Haya es favorable a Chile, se podría profundizar, o “compensar” la “hermandad” chileno-peruana por la vía de ejecutar proyectos de envergadura en la zona fronteriza de posible corredor para Bolivia. El discurso público sería que se trata de una manera que tiene Chile para “compensar” la pérdida peruana y profundizar los lazos de hermandad entre ambos países, lo que tendría dos efectos nocivos para Bolivia.

a) Se profundiza la “alianza” entre Chile y Perú, quitándole a Bolivia un aliado natural en este conflicto. Está demostrado que las alianzas más potentes en el mundo de hoy, son las de naturaleza económica.

b) No es lo mismo negociar sobre un territorio donde no hay nada más que tierra y rocas, a negociar sobre un paño que tiene puertos, infraestructura, negocios, población e intereses de dos naciones involucradas.

3. Ejecutar proyectos de generación eléctrica a base de carbón. Asumiendo siempre que el impacto ambiental es nulo o manejable, una matriz “carbonizada” haría que el valor del gas natural de Bolivia sea menos relevante para Chile al momento de la negociación.

Mientras en nuestro país siga en permanente dilema la discusión entre el gas y el carbón, el viento y el carbón, o el agua y el carbón, Bolivia seguirá teniendo un “activo” valioso para Chile.

Por ahora, a Bolivia le convendría financiar todas las agrupaciones de presiones sociales y ambientales para evitar la “carbonización” de la matriz energética chilena.

En un mundo de generación a carbón ya instalada, Chile “quemaría las naves” en esa trayectoria y el gas de Bolivia perdería relevancia. De esa manera, Bolivia perdería un activo en la mesa de negociación.

Así las cosas, y haciendo un juego de “negociación-ficción”, parece ser que Chile tiene mayor poder para deteriorar la posición de Bolivia que al revés. Quizás no sea necesario o conveniente ejecutar estas acciones, pero sí convendría señalizarlas para “orientar” al liderazgo boliviano y regresar a un trayecto de mutuo beneficio.

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21 jun 2013

El derecho a decidir

Las primarias se han instalado como un mecanismo de validación de candidatos por medio de la elección de la ciudadanía, y no, a través de la clásica y poco prestigiada fórmula de definición entre las “4 paredes de los partidos”.

Sin embargo, persiste esa sensación de que las primarias finalmente permiten el triunfo de los candidatos no necesariamente más populares, sino, de aquellos que logran “mover” una máquina partidaria que permita llevar hasta las urnas al mayor número de votantes, deslegitimando un proceso que debiera ser democrático, abierto y ciudadano.

Y precisamente en ello radica la importancia de hacer de las primarias una verdadera fiesta de la democracia, donde sean principalmente las personas, vecinos y vecinas de cada comuna y rincón del país, quienes vayan a votar el próximo domingo y no sólo militantes organizados y disciplinados. Es fundamental, que quien gane estas elecciones, sea un candidato legitimado de manera amplia, rotunda y contundente por la ciudadanía.

Los resultados de esta primaria permitirán extraer diversas conclusiones, pero la más importante será, sin lugar a dudas, la legitimidad del candidato triunfante de cada una de las coaliciones.

Michelle Bachelet ha sido, incluso desde el momento en que dejó La Moneda hace ya 4 años, quien más posibilidades tiene de ganar el próximo domingo y convertirse nuevamente en Presidenta de la República. No sólo encarna la visión y rol de Estado que Chile demanda de sus gobernantes, sino también posee atributos que van más allá de la política y que hoy son especialmente valorados por la ciudadanía: cercanía, empatía, confianza y credibilidad.

Sin embargo, para que regrese a La Moneda se requieren hacer múltiples esfuerzos de convocatoria para el próximo domingo. Quienes han estado trabajando intensamente en su reelección, saben la importancia de que su triunfo sea un triunfo ciudadano, más allá de las estructuras partidarias, más cercano a la gente, a quienes viven en un Chile que requiere cambios urgentes, profundos y determinantes.

El desafío es devolverle a los ciudadanos la credibilidad de su voto, la importancia que tiene el ir a votar, el hacerle sentir a cada uno de los chilenos que sufragar es fundamental, porque es prácticamente el único mecanismo que se tiene para decidir sobre las autoridades.

Porque el voto representa la voluntad de las personas, y ésta es la base de los gobiernos.

Si bien, son primarias voluntarias, decidir es un derecho inherente a cada persona, y el desafío es convocar a hacer de ese derecho una acción, que permita tener unas próximas elecciones rubricadas por los ciudadanos.

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20 jun 2013

Concesiones eléctricas, lo que está en juego

Lo que ocurra esta semana en el parlamento será clave para nuestro futuro energético.Por una parte, deberá votarse en la Cámara una ley que obliga a las empresas a la diversificación de la matriz eléctrica obligándolas a inyectar una cuota de 20% de energía renovables no convencionales (ERNC) al año 2025.

En el Senado, en tanto, se verá otra ley que entrega facilidades a las empresas eléctricas para obtener las servidumbres que les permitan construir líneas de transmisión.

Ambas leyes, aprobadas el miércoles pasado por las Comisiones de Energía del Senado y la Cámara, deberán ser revisadas y votadas ahora por las comisiones y el pleno de ambas cámaras.

El proyecto de ley que acelera el otorgamiento de concesiones eléctricas fue ingresado a tramitación en la Cámara en mayo de 2012, en un paquete legislativo que también incluyó el proyecto de “carretera eléctrica”.

Ambos fueron justificados por el gobierno bajo el argumento de que debían acortarse los plazos para el otorgamiento de servidumbres para construir líneas de transmisión eléctrica, pues de lo contrario, no se podría traer energía de regiones donde se genera a menor costo (como la del Bío-Bío) y por tanto seguiríamos pagando altos costos por la energía, perdiendo competitividad y retardando inversiones.

Este proyecto, que acelera el trámite concesional en beneficio de las empresas eléctricas se aprobó estrechamente en la Comisión de Energía del Senado, pues en las negociaciones con el gobierno no se logró resolver temas asociados a derechos constitucionales fundamentales, como son la oportunidad de la consulta indígena, la cual en virtud del Convenio 169 de la OIT debe aplicarse previo a los actos administrativos del Estado (en este caso, antes de otorgar el decreto de concesión).

Tampoco se logró establecer una prohibición expresa para cruzar áreas silvestres protegidas e indicar que el concesionario eléctrico deba buscar trazados alternativos con el objeto de cumplir con la ley de Áreas Silvestres Protegidas (aprobada, pero sin vigencia en la práctica), que se basa en la Convención de Washington que prohíbe actividades que impacten el ambiente y los valores paisajísticos en las áreas protegidas.

Además de estos dos temas de alto “interés publico”, en el proyecto de ley para el otorgamiento de concesiones el gobierno redujo al extremo las causales de oposición de los afectados por dichas concesiones, con el argumento de que la Superintendencia que entrega el derecho tiene atribuciones limitadas al sector eléctrico, y que la consulta a otros servicios “atrasaría el tramite concesional”.

Este argumento es inaceptable, pues de facto establecería que los organismos del Estado deciden unilateralmente sin tomar en cuenta el estado de derecho en el cual ejercen su autoridad.

Igual falacia se expresa en el proyecto al permitir al concesionario la toma material de los predios aunque existan acciones judiciales pendientes, lo cual significaría imponer las servidumbres en un marco de desigualdad frente a la Ley.

Por estas razones, los senadores José Antonio Gómez (PRSD) y Horvath (RN), votaron en contra de estos artículos en la Comisión de Energía, y mantienen su reserva sobre el proyecto.

Igual oposición existe en la Cámara, donde los parlamentarios de oposición lograron incorporar la obligación de desarrollar la consulta indígena antes de otorgar la concesión, así como a buscar alternativas de trazados para no afectar áreas silvestres protegidas (incisos cuarto y quinto nuevos del artículo 22), junto con dar de forma explícita cumplimiento a las normas legales y tratados internacionales ratificados por Chile.

Todo ello se está eliminando en el Senado y de ahí la imperiosa necesidad de que en la votación que ocurrirá esta semana los y las senadoras puedan reponerlo.

El otro proyecto a votar, también conocido como Ley 20/20, busca establecer una cuota de 20% de ERNC al año 2020.

Originalmente la iniciativa fue presentada por los senadores Horvath, Gómez, Rincón, Allende, Cantero y Orpis en 2010. Siendo rápidamente bloqueado por los sucesivos ministros de energía (Rainieri, Golborne y Echeverría), hasta que en enero de 2012, el cuarto ministro de energía que ha pasado por el Gobierno (Rodrigo Álvarez) lo desbloqueó, resultando aprobado unánimemente por el Senado.

Mantenido el texto por un año y medio sin tramitar en la Comisión de Energía de la Cámara, el proyecto fue finalmente votado el pasado miércoles 12 de junio, luego de una negociación en la que el gobierno retrasó la meta de 20% ERNC en un lustro, dejándola para el año 2025.

El proyecto de Ley – ahora denominado 20/25 – junto con subir la participación de energías limpias en la matriz, crea un sistema de licitaciones públicas de bloques de ERNC a precios competitivos, para dar cumplimiento a la cuota en cada sistema eléctrico, es decir en el Sistema Interconectado Central y en el Sistema Norte Grande.

El período de vigencia de los precios adjudicados a los bloques de energía licitada regirá por diez años consecutivos, a partir de la puesta en marcha de los proyectos y la inyección de su energía al sistema. Este precio estabilizado, facilitará el financiamiento de los proyectos ERNC.

La adjudicación de las licitaciones se efectuará tomando en consideración los volúmenes de energía ofertada y los precios unitarios asociados a ellos, debiendo adjudicarse las ofertas con menores precios.

La apertura de este mecanismo de ingreso al mercado eléctrico, junto a la creación de certificados ERNC (por la energía efectivamente inyectada) en esta ley, aportará más transparencia al mercado eléctrico.

Con ello, Chile avanzará hacia una matriz más limpia y diversificada: se prevé que en virtud de esta ley alcancemos una generación neta entre 3 y 4 mil megawatts el año 2025, y también el ingreso de nuevos actores al mercado eléctrico, reduciendo la grave concentración en tres actores que sufre actualmente.

Está por verse, ahora que se acerca el momento en que Senado y la Cámara deberán revisar y concluir la votación de ambas leyes, si nuestros representantes logran finalmente condicionar las inversiones del sector eléctrico al respeto de los derechos indígenas, la conservación de las áreas protegidas y los derechos constitucionales de tenedores y propietarios de predios campesinos, agricultores y emprendedores turísticos, entre otros.

De lo contrario, estarán dando un pase liberado para imponer condiciones de mayor inequidad económica y socioambiental a la población, lo cual ciertamente intensificará la judicialización y los actuales conflictos derivados de proyectos energéticos y eléctricos.

Este reto de sustentabilidad ambiental y política del sector eléctrico también desafía a los nuevos proyectos ERNC, los cuales – al revés de sus predecesores – deberán llegar con un empresariado conciente, renovado y responsable en su relación con las comunidades y territorios de nuestro país.

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20 jun 2013

Violencia policial, orden público y seguridad nacional

Hemos observado con alarma las imágenes del ingreso de carabineros a la casa central de la Universidad de Chile. Estas imágenes impactaron a muchos, por diversas razones.

El Ministro Andrés Chadwick y el Presidente Sebastián Piñera han defendido el actuar de carabineros basándose en la existencia de un delito flagrante.Otros, incluyendo el rector de la Universidad han refutado esto y han alegado la autonomía universitaria para cuestionar el ingreso de Carabineros al recinto.

Quiero salirme de esa discusión por un momento.

Lo que se vio en las imágenes que han circulado del actuar de carabineros entrando a la Universidad generan dudas que son absolutamente independientes de la pregunta acerca de si podían ingresar o no. Se ve a uniformados pegándoles con sus palos a personas que están en el suelo. Se ve humo de gases lacrimógenos por doquier, en un recinto cerrado, lo que aumenta la concentración de esos químicos.

Asumiendo por un momento que hubiera sido legítimo el ingreso de carabineros a la Universidad, asumiendo incluso que es cierto que se lanzó una bomba molotov desde el interior, nada justifica la violencia que se observa en esas imágenes.

Un ejemplo. El uso de la fuerza por parte de carabineros debe limitarse al mínimo necesario para lograr el objetivo. Este, si la causa del ingreso era el delito flagrante, debiera ser detener únicamente a quien lo cometió, pudiendo quizá reducirlo en caso que se resista.¿Cuál era el objetivo a conseguir pegándole una y otra vez a alguien que ya está en el suelo?¿Cómo puede ser eso necesario para reducirlo o detenerlo?¿Cómo podría eso ajustarse a la legalidad?

Otro ejemplo. Cuando recibí las primeras noticias de las manifestaciones en Turquía, parte de lo que se informaba como un hecho escandaloso era precisamente que se habían usado lacrimógenas y carros lanzaagua para dispersar a los manifestantes.

Lamentablemente eso que parecía tan excepcional allá, es algo a lo que acá estamos acostumbrados, como si fuera lo más natural, después de cada manifestación. Y esto no afecta sólo a “los encapuchados”, o a quienes cometen delitos, sino a todas las personas que se están manifestando pacíficamente.

Los gases lacrimógenos tienen – o debieran tener – por fin dispersar un grupo que esté causando disturbios y que no haya sido posible dispersar de otra manera menos lesiva.Ya carabineros nos tiene (mal) acostumbrados a un uso rutinario de lacrimógenas, de una manera que parece más represiva que disuasiva. Usarlas en contra de manifestantes pacíficos es desproporcionado. Usarlas en un recinto cerrado, donde no es claro para qué y hacia dónde se espera que se “dispersen” las personas, se sale de toda norma.

Lo más preocupante es que nada de esto son hechos aislados. Desde 2011 que estamos viendo periódicamente denuncias de episodios preocupantes de uso excesivo de la fuerza por parte de la policía. Desde esa fecha que el ministerio del Interior, repartición pública de la que depende carabineros, no hace nada para evitarlo. Ha señalado consistentemente que no pueden intervenir porque sólo tienen competencia respecto de asuntos administrativos de la institución. Lo cual, por cierto, no ha impedido que el Ministro aparezca respaldando el actuar de carabineros en diversas ocasiones.

Por otra parte, los protocolos sobre los cuales carabineros basa su actuación en estos casos son desconocidos. Solicitados por Transparencia, el ministerio del Interior dijo no tenerlos y les derivó la solicitud a ellos. La institución luego los negó, señalando que entregarlos pondría en peligro la seguridad nacional. Por lo tanto, ¿cómo se reclama del actuar de carabineros? ¿De qué hablamos cuando hablamos de seguridad nacional? La repartición de gobierno de quien depende se declara incompetente y no es posible saber bajo qué normas se rigen, como para poder reclamar su incumplimiento.

Si a esto se agrega que los incidentes de violencia policial, con frecuencia no tienen consecuencias para quienes los cometen, y si se judicializan, son vistos por la justicia militar – que no da garantías de independencia e imparcialidad – y usualmente absueltos, se completa un cuadro de impunidad que es un caldo de cultivo para que esto se repita indefinidamente y posiblemente en forma creciente.

Seguro se me acusará de estar “defendiendo a los encapuchados” una vez más. O que – como dijo una diputada – queremos que carabineros “les tire confetti a los delincuentes”. Lejos de eso. Quienes cometan delitos – en cualquier contexto, encapuchados o no – deben ser debidamente juzgados y sancionados. Carabineros realiza su trabajo en circunstancias muy complejas, y hay casos en que el uso de la fuerza por parte de las policías puede ser necesario, y existen estándares internacionales sobre la materia.

El Estado tiene el deber de resguardar el orden público y la seguridad de la ciudadanía, al igual que tiene el deber de respetar, proteger y cumplir con los derechos humanos.

Pero no hay seguridad sin derechos humanos. Si se justifica la violencia policial por la necesidad de detener la violencia de los encapuchados, el resultado más probable es más violencia.

Y si se enjuicia la violencia cometida por delincuentes comunes – encapuchados o no – pero no hay un enjuciamiento similar contra la violencia cometida por carabineros – que son agentes del Estado – la señal que se está dando es de una tremenda inseguridad para todas las personas sin excepción y una desprotección de sus derechos humanos.

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20 jun 2013

Diferencias y acercamientos en política

Nada más fácil en política que exacerbar las diferencias. Sólo que, al proceder de esta forma, lo que se hace es un ejercicio incompleto de responsabilidad pública.Muy probablemente lo que necesita la democracia chilena es la existencia simultánea de partidos fuertes y de conglomerados sólidos.

Tener partidos políticos prestigiados, que gocen de respaldo y de alianzas políticas capaces de conformar mayorías, no son tareas incompatibles, más bien representan desafíos complementarios. Pero, para poder alcanzar ambos logros, se requieren de liderazgos reconocidos y con amplia visión de campo para no quedarse en el debate de trinchera ni disolverse en una unidad sin distinciones.

Ciertamente los partidos se justifican porque representan identidades culturales específicas, grupos sociales participantes y tradiciones históricas a veces de larga data.Todo esto genera perfiles propios. No existirían los partidos sin estas diferencias y peculiaridades que los distinguen de los demás. Por cierto, el día que deje de interpretar a sus electores, un partido deja de ser necesario y, con seguridad, pasará a ser irrelevante en el espectro político.

Pero también las organizaciones políticas han de implementar, aunque sea en parte, sus proyectos y políticas. Para eso el aislamiento no les sirve de nada y necesitan conformar mayorías. En la realidad chilena, claramente multipartidista, esto requiere de la confluencia entre partidos afines.

En otras palabras, la mejor tarea política efectivamente realizada consiste en lograr el acercamiento de partidos diversos a fin de constituir una mayoría que le de gobernabilidad al país.

De lo que se trata es de aprovechar los puntos programáticos de mayor acercamiento que permitan fijar una carta de navegación compartida para un número definido de años. No se consigue nada tratando de que los partidos se pongan de acuerdo a nivel doctrinario.

Sin embargo, sí pueden alcanzar acuerdos prácticos respecto de lo que harán en conjunto durante un lapso acotado de tiempo.

No es otra cosa lo que ha hecho la centroizquierda hasta ahora, consiguiendo el mayor y más prolongado éxito de nuestra historia política contemporánea. Lo que se ve en retrospectiva son 20 años en el poder de la Concertación, tal como si estos hubieran sido concebidos como una sola línea continua desde el inicio. Pero esto no fue nunca así, ni fue vivido de esta forma por sus actores. Los más sinceros han reconocido el asombro que les provocó, en su momento, constatar que se haya durado tanto tiempo trabajando juntos desde la cúspide del Ejecutivo.

En realidad, lo que se experimentó en la trayectoria de la coalición de centroizquierda fue la revalidación recurrente de un compromiso básico entre socios para darle continuidad a un proceso transformador de la sociedad chilena.

No se ve por qué se debe proceder de una forma diferente ante los desafíos políticos actuales. Sólo que, como siempre, la posibilidad de establecer compromisos en la centroizquierda tienen dos condiciones a ser respetadas: sostener la credibilidad de los compromisos que se asumen y conseguir que dichos compromisos se establezcan en relación a las tareas nacionales prioritarias.

Por eso es que lo que importa no es exacerbar por anticipado diferencias o similitudes sino alcanzar un acuerdo político aceptable para las partes involucradas. No se constata una especie de sino fatal que obliga a todos desde el inicio. Se trabaja un pacto conseguido con esfuerzo porque existe voluntad de entendimiento en vista de un interés superior.

En este sentido, lo que importa en el punto de partida es el convencimiento de los partidos involucrados de que la contraparte está en condiciones de actuar según lo acordado. Es decir, que se puede afirmar que todo el partido se moverá en concordancia con lo pactado. Se trata de un acto de confianza recíproca. De otro modo no tiene sentido alcanzar acuerdo alguno, porque tendría menor valor que el papel en el que se firma.

Lo segundo en importancia es que los acuerdos lleguen a la médula de las tareas gubernamentales que se deberán emprender sin escabullir lo conflictivo. Algunos creen que la exposición de las diferencias es signo de querer entorpecer el diálogo cuando en realidad puede ser todo lo contrario. Hay que saber hablar a tiempo porque los acuerdos no se construyen de silencios cobardes sino del contraste franco de puntos de vista.

Nada más fácil en política que exacerbar las coincidencias. Darlas por supuestas para evitarse situaciones incómodas. Mucho menos hacer presentes los conflictos cuando se está cerca de ganar. Sólo que, si se actúa de esta forma, también se cae en la irresponsabilidad y se peca de cobardía.

Las diferencias no dejan de existir únicamente porque evitemos hablar de ellas. Ocurre aquí algo similar a lo que pasa con aquellas parejas que deciden casarse, pero dejan “para después” el ponerse de acuerdo sobre aspectos tales como la importancia que cada uno le da a la fidelidad, si desean o no tener hijos y donde vivirán. Tarde o temprano se pasa de la ignorancia a la catástrofe.

También en política se ha de invertir tiempo en señalar las condiciones y los propósitos tras los cuales cada cual se hace parte de una mayoría establecida para conducir al país.

Al final, los acuerdos son posibles sobre la base de establecer socios confiables, para un programa común que enfrente los temas prioritarios del país, sabiendo de antemano qué se puede lograr, hasta dónde se puede llegar en un periodo acotado de gobierno y cuán decidido será –siempre y a todo evento- el apoyo al proyecto común.

Esto es perfectamente posible, lo fue antes y lo es ahora. Pero se trata de una tarea política exigente. No cualquiera lo logra. Sin embargo, no hay gobierno de centroizquierda sin mayoría política de centroizquierda. Vale la pena intentarlo.

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