17 abr 2015

Las reformas deben seguir adelante

Hace sólo un par de semanas, buena parte del país comenzaba sus vacaciones tras haberse zanjado dos temas de enorme importancia, que habían ocupado gran parte de la agenda informativa. El Parlamento había aprobado el término del sistema binominal y también la ley de inclusión escolar que pondrá fin al lucro, la selección y el copago.

Durante el año se había concluido también la tramitación de la reforma tributaria y se presentó a la Cámara de Diputados la reforma laboral. Pese a las fuertes críticas de sectores empresariales, Chile acometía estas urgentes modificaciones y las perspectivas económicas se encontraban en ascenso, lo que se ha seguido ratificando.

Sin embargo, se han suscitado hechos que han venido a ensombrecer el panorama. Por una parte, se han conocido los casos PENTA, SQM y CAVAL, que han generado una severa crítica de la opinión pública a las autoridades y al financiamiento de las campañas electorales. Por otro lado, diversas catástrofes nos han asolado, como incendios forestales en Valparaíso, la erupción del Volcán Villarrica y las lluvias e inundaciones que afectaron a Antofagasta, Atacama y a nuestra región.

No cabe duda que debemos hacernos cargo de ambas situaciones. Está en marcha una Comisión Asesora Presidencial, formada por destacadas personalidades, que elaborarán a la brevedad una propuesta de modificaciones institucionales y legales. El Parlamento ha comprometido un trabajo rápido y acucioso. Paralelamente, el Servicio de Impuestos Internos, el Ministerio Público y la Justicia hacen su labor.

Esperamos tener a la brevedad una normativa que regule claramente la relación entre la política y el dinero, asegure una absoluta transparencia en las campañas electorales y sancione drásticamente a quienes incurran en actos ilícitos.

Asimismo, el Gobierno está trabajando con decisión en enfrentar la catástrofe que se vive particularmente en la región de Atacama. Ya hay equipos trabajando en el catastro que permita reponer las viviendas; se han aportado los recursos para que los municipios avancen en la limpieza de las ciudades; se están poniendo en marcha planes de fomento al empleo y el Congreso Nacional ha despachado una modificación al seguro de cesantía que mejora las coberturas generales y también contiene medidas para las zonas afectadas por estos aluviones.

Sin embargo, junto con ello, es sustancial que el Gobierno siga adelante con las reformas comprometidas con la ciudadanía y que todos entendamos que ellos son desafíos imprescindibles para que nuestro país avance en una mayor igualdad y justicia.

Hay sectores interesados en aprovechar estas dificultades para frenar este proceso.No quieren que haya cambios profundos. No podemos caer en ese juego. Empujar la reforma laboral, seguir adelante con la reforma educacional, contar con una nueva constitución y otros mejoramientos, en salud y previsión, son fundamentales para Chile y no pueden detenerse.

Tenemos que ser capaces de reconstruir el norte, mejorar la institucionalidad y recuperar la confianza de los ciudadanos, sin perder de vista las transformaciones que el país necesita.

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17 abr 2015

La insuficiente ilusión de la transparencia

La Transparencia es -hoy por hoy- uno de los conceptos más manoseados en el debate actual.Todos dicen que velan por ella, que es la solución para buena parte de nuestros problemas y de la llamada crisis político-institucional en Chile, pero ¿no es extraño que genere tanto consenso?

La invocación de la transparencia como una de las principales (o la única) herramientas para el combate contra la corrupción, tráfico de influencias y arbitrariedades de la élite política y empresarial genera una unanimidad sospechosa.

Para algunos pensadores y filósofos políticos de la actualidad (Comas, 2013; Byung-Chul Han, 2013) la transparencia se ha posesionado como el único criterio de legitimación del actual modelo. Dicha unanimidad es el éxito del modelo de democracia liberal generándose un verdadero espejismo que confunde a la ciudadanía haciéndonos creer que ya vemos todo.

La transparencia es un pilar necesario para el fortalecimiento de la democracia pero insuficiente. Más transparencia no implica autoridades e instituciones más democráticas. Convencernos de que la transparencia es sinónimo de democracia es encandilarse con el espejismo y juego de luces para legitimar lo que hay sin hacer cambios sustanciales.

El “dogma de la transparencia” es invocado en todo ámbito -sin reparo alguno- y con los medios de (des)información como principales aliados. Todo el mundo quiere ser transparente traspasando la esfera de lo público a lo privado y viceversa. Las redes sociales son el principal mecanismo para “transparentar”: donde estoy, qué estoy haciendo, qué opino con respecto a cualquier cosa, cómo se preparó la comida que tengo en frente y hasta los bancos utilizan la transparencia como gancho publicitario.

En el ámbito de la función pública la transparencia es, claro está, un requisito para controlar cómo se desempeña ésta. Todo ciudadano tiene el “derecho” de pedirle a las autoridades (electas o no) rendición de cuentas de su gestión –accountability- para que, en el caso de una mala gestión, pedir las excusas y responsabilidades pertinentes, pero sin tener mayores mecanismos de sanción real (al menos con el actual modelo de Cuentas Públicas)

No obstante al valor que se desprende de lo anterior, la transparencia no se considera un requisito previo para la participación política activa, sino un medio posterior de legitimación pasiva de las autoridades e instituciones, es decir, la ciudadanía es “invitada” con posterioridad a las decisiones ya consumadas por la élite para asentar con la cabeza y legitimar su accionar.

Desde el modelo chileno de democracia representativa, la ciudadanía es un espectador de un reality show que otros protagonizan. Se disfruta del pasivo derecho de aprobar o rechazar en bloque las decisiones ya tomadas. La transparencia sólo aumenta la capacidad y la información de la sociedad para censurar decisiones que ya han sido zanjadas por la misma élite y no para participar mejor en aquellos procesos.

Dicho modelo de democracia a la chilensis nos hace creer que “legitimar” las autoridades e instituciones sólo pasa por reducir y/o eliminar su opacidad. Se va configurando lo que existe hoy: una ciudadanía excesivamente reactiva, sancionadora y censora teniendo como principal herramienta el bulling virtual y un afán voyerista sin más, algo tremendamente beneficioso para las élites del poder ya que -sin importar si gozan de buena o mala fama- ellos permanecen incólumes tomando decisiones que repercuten en la vida cotidiana de todos.

No se puede aspirar a otro modelo de democracia creyendo que con más transparencia (y nada más que eso) se resolverá esta crisis. La ciudadanía ha de ser parte activa en la toma de decisiones y no sólo un mero control posterior.

Una crisis de tamaña proporción como la nuestra requiere que surjan los verdaderos demócratas, aquellos que ven en la participación activa de la ciudadanía la principal forma para re tejer confianzas.

La transparencia por si sola genera un modelo democrático cojo e hipócrita que no “renuncia” a sus adictivas cuotas de poder.

El principal mecanismo para legitimar autoridades, instituciones y decisiones es la deliberación colectiva (Habermas, 1986), es decir, que en la discusión de los asuntos de interés público participen todos los involucrados, en especial los históricamente marginados.

Por ello es muy importante que, junto con el trabajo que ya está haciendo la Comisión Asesora Presidencial en estas materias, se revisen seriamente los distintos mecanismos de participación ciudadana existentes y dotar de poder real para la toma de decisiones, en especial la nueva ley de participación ciudadana en la gestión pública (20.500).

La crisis actual no se resolverá abriendo las cortinas y limpiando los vidrios sucios para que los ciudadanos veamos mejor hacia adentro sino abriendo las puertas de par en par para que las personas  y organizaciones entren y se sienten a la mesa de la toma de decisiones.              

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17 abr 2015

Instituciones

No toda crisis política se convierte necesariamente per se en crisis institucional. Pero, al parecer, la nuestra sí lo es. Es decir, es política, de sus miembros, de su forma de actuar, de sus decisiones y omisiones, pero también es institucional. Y por ello no basta que se dé nuevamente un acuerdo cupular para recuperar la confianza y la credibilidad. Se trata de   una crisis de legitimidad.

Cada vez más los ciudadanos, el pueblo, la calle, se hace consciente de la conexión entre sus problemas y las instituciones existentes. Y si sus deseos, esperanzas,  necesidades y problemas no encuentran canalización y resolución vía las instituciones existentes, entonces, aquellas entran en un creciente cuestionamiento respecto a su validez.

Lo que está en cuestión cada vez más es la legitimidad del orden constitucional y sus instituciones que, determinados por  el autoritarismo, la óptica neoliberalista y mercadista heredadas de la Constitución del 80, fueronde un modo u otro, continuadas y mantenidas después.

Por eso al parecer no bastará acudir  al ya manido refrán  “dejar que las instituciones funcionen”. Si buena parte de ellas están diseñadas para mantener  el modelo de “democracia” neoliberal  u oligárquica  y sus “acuerdos” cupulares, ensalzados como lo único  posible y deseable para todos nosotros.

Las instituciones, sean estas económicas, políticas, religiosas, policiales, educacionales, etc., no han caído del cielo. Tampoco han existido siempre ni reflejan la naturaleza de las cosas. Por lo mismo es que pueden cuestionarse, modificarse, cambiarse. Ellas han sido obra histórica y de decisiones políticas y societales.

Por eso también, es que no bastan las sinceras disculpas de algunos  miembros de la clase política. Sus acciones no son meros errores o equivocaciones individuales.Son el resultado  de un entramado legal e institucional que tiene una determinada forma de ordenar  y utilizar el poder, económico, político-policial y sociocultural.

En nuestro caso, lo sabemos, se trata de un orden neoliberalizado, donde los criterios de mercado tienen que regir desde la producción y el campo laboral, hasta la policía, la política, la educación y la generación de cultura. Pasando por el ordenamiento de la ciudad.

Estos ordenamientos no son obra de alguna providencia divina, aunque no faltan representantes de la divinidad que así lo creen. Las elites financieras, militares o políticas  quieren hacernos creer que no hay más instituciones que aquellas que existen. Que, además,  estas funcionan siempre bien, y que si no lo hacen, bueno, es  necesario un ajuste para que sigan rindiendo. Es decir, que son a-históricas y de valor eterno.

De nuevo entonces la ideología revisitada. El humano levanta instituciones para su propia sobrevivencia como tal. Pero, cuando estas instituciones se cierran sobre sí mismas (Carabineros, FFAA, iglesias o el Congreso por ejemplo), se hacen autorreferentes y tienden a convertirse en fines en sí mismas, poniendo en riesgo a la propia comunidad civil que las creay mantiene.

Tenemos entonces –como ha pasado aquí- una fetichización y totalización que termina negando la vida humana a favor del propio sistema. La ley del mercado se convierte en instancia sagrada. No se puede franquear, ni en economía, ni en política.

El problema  como país es que la carta de navegación  de la institucionalidad, la constitución que refleja el orden de mercado dominante,  ha perdido  legitimidad (un alto porcentaje  se pronuncia  a favor de una nueva constitución).

No ha sido producto de un consenso deliberativo en igualdad de condiciones. Esto es también lo que se reclama hoy: la recuperación de la ciudadanía y de la república  a manos del soberano real (la abstención en las últimas elecciones superó el 55% y el descrédito del Congreso supera el 70% de las opiniones).

Pero nuestros honorables están más inquietos por ver la paja en el ojo ajeno venezolano. La verdad, cada vez más muchos pensarán  que  en la lucha por conseguir ese protagonismo republicano, no tienen mucho que perder.

Bueno sí, quizá debieran temer  perder unas muy buenas pensiones de menos de 190 mil pesos mensuales y una “excelente” salud privado-pública, después de toda una vida de trabajo; así como otros temerán perder sus escuálidos privilegios de formar parte del 1% más rico del país y tener ingresos por  más de 20 millones de pesos mensuales.

Pero bueno, un senador UDI  ya lo confesó: ganar lo que se gana o vivir como se vive, es cuestión del azar de la vida. No hay mucho más que hacer pues…

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17 abr 2015

Falla de origen

A esta altura del partido, no queda ninguna duda de que estamos pasando por una crisis política mayúscula. La Fiscalía Nacional, producto de la investigación por fraude al fisco, ha roto -mediante costos asociados a la causa- los cerrojos de la “caja de pandora” en la que se resguardaron las bases fundacionales de la doctrina constitucional que nos rige. Cajita que durante 40 años fue celosamente custodiada, primero marcialmente y luego por los gendarmes de la herencia política, social y económica de la dictadura, aquellos que terminaron por “moldearse” a la forma de hacer y entender la política, en el marco estructural de la constitución del ‘80.

La transición pactada y “cocinada” a espaldas de una ciudadanía cuya lucha heroica y multifacética fue protagonista determinante en la caída de la dictadura, más el no cumplimiento del programa que dio el triunfo a la opción NO, consignó la fragilidad de los cimientos donde se esbozó el retorno a la democracia, sumado a la obsecuencia con que se legitimó lo que se suponía acababa de morir.

Este síndrome se manifiesta en la falta de voluntad y coraje político para develar el secreto impúdico que significó el saqueo al Estado de Chile, privatizando y entregando la gran mayoría de las empresas públicas, propiedad de todos los chilenos, a manos de conspicuos esbirros del pinochetismo en las postrimerías de la dictadura.

Pero también se manifiesta en la desnacionalización y enajenación de los recursos naturales; en la mantención del tribunal constitucional, supra poder que violenta la soberanía popular y mutila la democracia tal cual la concebimos la mayoría de los mortales; en la política de los acuerdos y de los consensos, relación incestuosa que beneficia al establishment y mantiene incólume el statu quo, morigerada de vez en cuando con tibias reformas cosméticas que no afectan la esencia de un modelo que no garantiza derechos; en la Educación y la Salud concebidas como negocios que definen de forma estructural al país como un gran supermercado, con lógica y argumentación neoliberal en el que todo se compra, todo se vende y transa en el mercado de capitales.

Nos hemos convertido en un país donde nos fuerzan a que veamos con naturalidad que exista acumulación y concentración de la riqueza en manos de unos pocos, que es la esencia intrínseca de un sistema económico perverso y cruel, como dijo el Papa Francisco.

Un país donde la inequidad, segregación y discriminación de las mayorías nacionales; la vigencia del Decreto- Ley de Amnistía por crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes del Estado; el actual Código Laboral, traje hecho a la medida de los empresarios que atomiza y divide la organización sindical e impone supremacía mesiánica al capital; las pensiones indignas que reciben quienes han aportado toda su vida laboral al desarrollo y crecimiento del país, entre otras muchas cosas más, son todas herencias directas de la dictadura y de sus leyes de amarre.

Y mientras muchos nos desgastamos luchando por décadas para terminar con estas calamidades para nuestra sociedad, otros muchos se valieron del sistema binominal y el control mediático para forzarnos a creer que teníamos que avanzar hacia una mayor justicia “en la medida de lo posible”, pues “el país no estaba preparado” para grandes cambios y “se debía resguardar la democracia” manteniendo lo que para todo el mundo es impopular y extremadamente dañino.

Y hoy nos encontramos con que ese velo se ha corrido totalmente, dejando ver que, aunque teniendo todas las herramientas y habiendo creado todas las leyes posibles para forzarnos a vivir en una de las sociedades más desiguales del mundo, los defensores de esta “democracia pactada” igual metieron las manos e incurrieron en diversas irregularidades e ilegalidades, incluso en delitos tan graves y nefastos como defraudar al Fisco. Una canallada que verdaderamente indigna.

Quiero dejar claro que no caben aquí las componendas, ni nada que impida a la justicia investigar y condenar a quienes resulten responsables de los delitos que se investigan, pero también con mucha fuerza quiero decir que eso es solo una parte del problema: para ser más exacto, es la consecuencia de un problema mayor que lo estimula, lo avala y lo naturaliza.

Superar definitivamente la crisis política implica resolver de forma estructural la convivencia social y política de los chilenos, avanzar decididamente en la implementación y profundización de las reformas estructurales enmarcadas en el programa de la Nueva Mayoría.

Necesitamos internalizar y dotar a nuestras instituciones con democracia participativa y vinculante, con iniciativa popular de ley, con revocación de mandato para las autoridades electas que incurran en irregularidades, con plebiscitos comunales, regionales y nacionales, con descentralización real y efectiva, con elección directa de Intendentes, etc.

Para los efectos de avizorar el nuevo Chile, debemos generar voluntades mayoritarias y activas, dejando de lado los intereses particulares y poniendo en el centro los intereses colectivos de todas y todos quienes anhelamos una sociedad justa, igualitaria y democrática. El camino, la ciudadanía lo pide a gritos: la elaboración de una nueva Constitución Política, cuya vía de concepción sea una Asamblea Constituyente que sea representativa del más amplio espectro de nuestra sociedad.

Queda por preguntarse, ¿es tan sólo un tema que afecta al Estado y la administración pública centralizada? No, las municipalidades, los gobiernos y administraciones regionales, deben ser también observados. Pero eso da para otra columna de opinión.

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16 abr 2015

Perplejo

Un par de amigos me preguntaron por qué había dejado de escribir, sobre todo ahora que la “cosa política” estaba tan caliente.

La verdad es que no he tenido ganas, porque cada vez que leo, escucho y veo lo que está pasando en la política chilena, me da asco. Y con asco no se puede escribir, es mejor ir al baño.

Pensé que esto que estamos viendo, no es más que lo que muchos venimos diciendo hace tiempo: que una gran mayoría de nuestros dirigentes políticos está completa y totalmente comprometidos con los poderes económicos y que hace  tiempo le dieron la espalda al pueblo en favor del dinero.

Claro, toda esta suciedad que sale a la luz, es la costra de una herida antigua, que había estado escondida de los ojos de la mayoría. De una mayoría que prefiere no saber, ya sea porque no quiere hacer nada o porque no sabe qué hacer.

Es muy triste ver a un pueblo que sigue siempre votando por los mismos, como si no hubiera ninguna alternativa. Un pueblo que opina mal de sus dirigentes, pero los sigue eligiendo a la hora de votar.

Eso, sumado al voto voluntario, es una de la causas de esta “clase política”. Es decir de un grupo de operadores que ha adquirido conciencia de clase y que detenta el poder desde sí y para sí, olvidando que son representantes del pueblo.

Entonces, no es extraño que aparezcan estas vinculaciones con los grandes grupos económicos.La podredumbre no es solamente vinculada al dinero, sino también en materias de moral y de conciencia. Hay políticos que lucharon en contra de la democracia y que incluso colaboraron con la policía política y que hoy posan de demócratas como si nada hubiera ocurrido.

Hay otros que tienen participación como dueños en grupos empresariales y no se inhabilitan para votar en los proyectos que los involucran patrimonialmente (ya sea porque se afectan sus propios intereses o los de sus financistas). Y nadie tiene sanción, todo da lo mismo. Se puede decir cualquier cosa y no pasa nada.

Y vuelvo a lo mismo, lo más lamentable es que pese a todo esto, a que la “gente” lo sabe, termina reeligiendo a los mismos, elección tras elección.

Evidentemente, ha llegado la hora del despertar. La crisis comienza a tomar su peor aspecto y se hace impresentable.

Ahora resulta que nuestros líderes políticos, aquellos que hacen las leyes ejerciendo como representantes del pueblo, han llegado a la convicción que es necesario hacer un  gran acuerdo, que consista básicamente en tomar medidas para que ellos mismos cumplan con las leyes que ellos mismos han dictado para regular sus propias conductas.

Se hace necesario una Ley que diga que los parlamentarios deben ir a trabajar, otra que diga que no se pueden apropiar ilegalmente de los fondos del Estado y otra que diga que no pueden recibir dineros de empresas al margen de la Ley… ¿y quieren que la gente les crea?

Si a ti o a mi, nos pillan una boleta falsa, nos cierran el boliche. Si no llegamos a trabajar, nos van a echar sin derecho a indemnización. Si robamos, sabemos que iremos presos. Porque es la Ley.

Pero nuestros líderes, aquellos que hacen las leyes, necesitan de una Ley especial que les diga que deben cumplir la Ley.

Esto parece una burla.

(Acá recomiendo escuchar  la banda sonora, “Congreso de los ratones” de la banda punk española La Polla Records. Cuenta esta misma historia)

Sólo espero que el pueblo despierte y comience a elegir a representantes que realmente los represente. Personas que representen las ideas que tienen la mayoría, de personas normales que trabajan y cumplen sus obligaciones. Porque gente honesta hay, poca, no es la mayoría, pero la hay. No santos ni virtuosos, pero al menos gente normal que cumpla con la Ley y que no necesite de acuerdos o leyes especiales que se lo tengan que recordar.

Y si el pueblo no despierta y sigue eligiendo a los mismos, está eligiendo su destino.

¿Se entiende por qué no dan ganas de escribir?

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16 abr 2015

Chile – Bolivia

Hay dos  preguntas que surgen con frecuencia. La primera, es la posibilidad  que Bolivia siga presionando a Chile después de un fallo negativo de la Corte Internacional de Justicia.

A mi juicio Bolivia seguirá presionando por una salida al mar, entre otras razones porque nos olvidamos que no todos los países tienen las mismas facilidades para constituir un Estado-Nación.

Factores como la geografía, la posición geopolítica y la diversidad de etnias, a veces antagónicas, limitan seriamente la posibilidad de modernizarse.

Chile tiene, en estas materias, ventajas evidentes, y ya lo  expliqué en un ensayo. Debido a las limitaciones de espacio no abundo más en el tema.

Bolivia, entre los países de América es quien cuenta con las mayores dificultades; una geografía muy difícil de comunicar que ha sido la gran responsable de las pérdidas territoriales en el Pacífico, en la Amazonia y en el Chaco. Hasta nuestros días subsisten los problemas de falta de caminos y ferrovías.

En cuanto a su etnia existen diferentes grupos con lenguas y culturas distintas: blancos y mestizos hispanizados; Aimaras: Quechuas y Guaraníes.

Hasta la llegada de Evo Morales el país estaba dominado por los blancos y mestizos hispanizados. Evo está tratando de consolidar una hegemonía indígena.

En estas condiciones Chile pasa a ser el gran lema unificador de Bolivia. El atraso se ha debido a la actitud perversa de Chile que no sólo le quitó el mar, también ha hecho fracasar todo intento modernizador de Bolivia.

De ahí que seguirá, hasta que Bolivia prospere, el uso del ataque a Chile como el gran Satán.

En segundo lugar está la posibilidad que Chile no cumpla el fallo de la CIJ si acepta el predicamento boliviano y recomienda negociaciones para una salida soberana al mar.

Chile ha presionado a Evo para que declare que va a aceptar el fallo de la Corte. En estas condiciones no puede no cumplir el fallo. Sería una enorme contradicción y un rechazo a la tradición de Chile de aceptar los fallos, incluso aunque sean desfavorables, como fuera el caso de Laguna del Desierto.

Sin embargo el fallo sería una aberración jurídica. En el Derecho Privado toda la teoría de los contratos está sustentada en el acuerdo de las partes en la cosa y el precio y en la suscripción de un documento firmado  por las partes. Los tratados vienen a cumplir la función de los contratos en el ámbito internacional.

Es decir supone el acuerdo en el equivalente a la cosa, que puede ser una cesión territorial, y el precio y se perfecciona por el acuerdo de las partes y otras formalidades legales, como seguir el procedimiento de aprobación de una ley, en algunos casos.

Una sentencia de la CIJ iría no sólo contra el Derecho Internacional sino, también contra  las bases mismas de Derecho interno.

Por otra parte, Chile debería iniciar los procedimientos para salirse de la participación de la CJI en otras materias, como por ejemplo el Tratado Antártico. E iniciar una conducta de ponerse de acuerdo con otros Estados para remplazar a la CJI o reglamentar más en detalle sus atribuciones.

No hacerlo sería aceptar sin reclamo la violación del Derecho por un tribunal sin posibilidad de apelación a  una instancia superior. Sería colocarnos en le indefensión legal.

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16 abr 2015

La fuerza evidente de lo no dicho

Cada vez que un país, políticos, gobiernos, empresas e instituciones atraviesan por situaciones de crisis, suele aparecer una tendencia frecuente que es negarlo desde el principio.

Esta actitud, al igual que en todos nosotros –los seres humanos- aparece como una de las más recurrentes por las que muchos suelen optar a la hora de intentar disuadir, cambiar percepciones, o, sencillamente, manipular.

Sucede que los públicos, en plural y en el sentido más amplio, detectan estas pseudo estrategias casi al instante. Lo que no se dice habla por sí mismo. Lo no dicho, dice. Se expresa, y es tan evidente y hasta obvio, que parece quedar fuera de la famosa metáfora de “querer tapar el sol con las manos”.

¿Por qué lo hacen? Por ego, por no saber cómo afrontar las situaciones y por temor a no ser queridos  -lo que en términos políticos se entiende como perder adhesión popular o votantes, y en empresas, hacer temblar la reputación corporativa.

A modo de sugerencia, van algunos sencillos pasos que puede seguir cualquier líder que se precie de tal en su campo. Abriéndose sincera y honestamente a la consulta con los profesionales apropiados, es posible adecuar el camino para lograr un resultado superador.

Analice los contextos de inmediato. No demore días en hacerlo.

Dé señales claras de que el mensaje llegó a destino. Si hay algo para corregir, póngase en marcha de inmediato y comunique todas y cada una de las instancias de trabajo.

No se quede con la visión personal: suele ser simplemente un pálido reflejo de la realidad.

No niegue ni adhiera a lo que intenta ocultar hasta no tener reunida toda la información.

Establezca un marco de confianza con aquella gente que está siendo afectada o perjudicada: lo peor que se hace, generalmente, es acercarse de inmediato (“cuando el muerto está caliente”, en el lenguaje de los medios) y luego desaparecer sin dejar una huella tangible y contundente.

Establezca un protocolo de comunicación: está en medio de una crisis. Por lo tanto, debe afrontarla con todas las consecuencias.

No mienta; remítase siempre a hechos objetivos.

Acepte las sugerencias y opiniones que, aunque discordantes, podrán contribuir a buscar salidas alternativas.

No se cierre a ninguna posibilidad, puesto que no existe un único camino para salir de las crisis.Y mucho menos, el camino del silencio.

No “patee la pelota” fuera de la cancha: acepte las cosas como son, y comunique de inmediato y claramente –suponiendo que ya viene haciendo todo lo anterior aquí sugerido- los pasos concretos y tangibles y que permitan demostrar sin duda alguna la voluntad hacedora.

Piense como el perdedor: póngase en sus zapatos. Tome conciencia del dolor, pérdida y despojo que generalmente, cualquier crisis acarrea. Desde ese lugar “viva la empatía”.

No use frases rimbombantes: sólo vacían su discurso. No emita mensajes mediante terceras personas: diga las cosas con todas las letras. Ejemplo:  “es posible que me haya equivocado…”, no es lo mismo que decir “quiero pedir disculpas a todos por este error que he cometido en forma personal como líder de este sector.”  Es muy distinto.

Busque los puntos de contacto, y no los de discordia.

Cierre el círculo a los íntimos, y no escuche tantos rumores y copuchas alrededor suyo.

Conserve su energía para los momentos en que lo necesite.

Tome decisiones  y  dé las indicaciones de inmediato, aún a costa de asumir algún que otro error menor.de inmediato.

“Abra el juego”: una comisión fiscalizadora de vecinos afectados -por mencionar un ejemplo- puede ser un excelente aliado para certificar el paso a paso que va dando.

Cree grupos de feedback entre los damnificados y que sean ellos mismos los que, representando a todo su público afectado o desconforme, puedan aportar ideas de solución. Entrénelos en su propio liderazgo e intégrelos rápidamente en el proceso, como actores relevantes.

No niegue lo innegable. Diga siempre la verdad. Y dígalo usted.

Establezca un protocolo de comunicación: si no hay novedades, también se dirá eso. Y si las hay, no basta con mencionar o divulgar estadísticas frías: hace falta mostrar y darle vida a los hechos.

Agradezca a la oposición o competidores: seguramente querrán sacar partido de su momento débil; es la mejor oportunidad para superar esto y colocarse en la posición de agradecimiento.

Los públicos decodifican de inmediato todo su lenguaje corporal. Si no puede controlarse, entrénese el tiempo suficiente.

odéese de los mejores en su campo: no limite el asesoramiento de crisis a su equipo de siempre.Al estar en medio del fragor de la batalla, puede que se les escapen muchos detalles.

Entrene a sus equipos para que sean todo terreno y puedan navegar con más fluidez cuando aparezcan situaciones complicadas o extremas.

Divulgue siempre todo lo que se hace, en primer lugar, hacia dentro de su organización; y, de inmediato, hacia afuera. Nada mejor que un excelente grupo de embajadores espontáneos que repliquen rápidamente lo que usted tenga para decir.

Libere información estratégica: es necesario ser muy rápido de reacciones y evitar que los rumores (“el correo de las brujas”) domine cada cosa. Entrene a todos y cada uno de sus voceros.

Por último, no se quede pegado a los “debería” que sólo le permitirán recriminarse y tirar abajo el esfuerzo que está haciendo. Acepte que la crítica es parte del proceso. Incorpore algunos rasgos de éstas que pueda transformar en fortalezas en el siguiente paso inmediato. Tenga la altitud necesaria para dejar el ego de lado y colocarse, única y exclusivamente, para resolver el drama, dolor o la inquietud que puede estar sufriendo muchísima gente impactada por el hecho en cuestión.

La soberbia no es buena consejera en estos casos. Recuerde, “tenga mucho cuidado a quien pisa mientras va subiendo, porque es muy probable que se lo encuentre cuando usted esté bajando”.

La consistencia y coherencia entre el decir, prometer y actuar serán, así, la única línea rectora durante todo el tiempo que sea necesario, y aún después.

Es posible que no se llegue a lograr un éxito del 100%, pero sí de un alto nivel de adhesión en la gestión de la crisis. Y sobre todo, dejando de lado el irritante “no comments”  que lo único que hace es reforzar la evidente fuerza de lo no dicho,es decir, lo que usted no quiere asumir como un problema que debe afrontar y resolver de inmediato.

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15 abr 2015

Chile, ¿a qué Gabriela queremos?

La alusión a Gabriela Mistral, en la ceremonia de promulgación de la Ley que establece el Acuerdo de Unión Civil, como ejemplo de alguien que habría sido beneficiado por la nueva legislación, logró sorprender a algunos mistralianos que quisieran, tal vez, mantenerla sólo como ícono de la poesía y puso de relieve la complejidad de un personaje insuficientemente comprendido en Chile. ¿Cuál es la imagen que nuestro país tiene o quiere tener de la gran poeta?

El poeta Jaime Quezada, uno de los sorprendidos, desearía un trato más delicado de la Mistral: “citar, en un discurso de esta naturaleza, a Gabriela Mistral en una relación con Doris Dana, revela cierta ligereza emocional y de circunstancia, más que de un fundamento al marco legal del asunto“.

Hay razones para traerla a colación en una ceremonia de Estado, pero cabe la pregunta de porqué no a Pedro Lemebel o a Pablo Simonetti, por ejemplo, que han hecho de su sexualidad una causa y la han exhibido con mucha más apertura que Mistral. También es razonable la inquietud de Quezada, que se siente en la obligación de proteger la condición  literaria de su musa.

Es que Gabriela Mistral es un personaje complejo. Y Chile -porfiado heredero de aquello de “un solo Dios, una sola España”- no suele tener cariño o vínculos fáciles con la complejidad, con los matices. Es un país de santos o demonios. Basta recordar la relación con los pueblos indígenas, que recién se está comenzando a enfrentar culturalmente, es decir, en toda su complejidad, más allá de un mero tema de tierras.

Hay muchas “gabrielas” en nuestra corta historia. Está aquella, la primera, la maestra rural, bucólica, de los “piececitos de niño azulosos de frío” y las rondas infinitas de vestidos amplios y desplegados al viento, que transitó silabarios y cuadernos simples, poco cuestionadores.

Está aquella otra, de la revolución en libertad que escribió “algún día Eduardo Frei será presidente de Chile; yo ya no estaré viva, pero me daré vueltas en mi tumba, para aplaudirlo”, poniéndola una vez más a competir con el reconocido y masculino compromiso de Neruda con la revolución de las empanadas y el vino tinto. Otra simplificación de un personaje complejo.

Pero hay más, está la Gabriela del billete de cinco mil pesos, idea de algún banquero central que quiso rendirle un homenaje al ponerla en las manos de todos los chilenos y haciéndola cotidiana, curiosamente con un valor intermedio: ni uno, ni diez, cifras redondas, sino cinco, cifra que en las calificaciones de las escuelas y liceos no habla de la excelencia ni de la ausencia de conocimientos, sino de una cierta mediocridad.

Está la Gabriela de Allende, quizás la más acertada, aquella que el Presidente socialista quiso inmortalizar en un amplio espacio cultural, complejo como ella, el Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, construido con el esfuerzo de trabajadores chilenos del cemento y de las artes para albergar a representantes de los países en desarrollo de todo el mundo, a inicios de los años setenta. Una maciza construcción de torre y placa, que desafía la vertical y la horizontal, donde alguna vez se quiso instalar un museo de los niños y un amplio autoservicio de comida para alimentar -espiritual y materialmente al pueblo- como gustaba soñar Allende.

Junto con el golpe militar de 1973, Gabriela fue despojada de torre y placa y su nombre extirpado y masculinizado en Diego Portales, personaje opuesto: autoritario, comerciante y jaranero, que calzaba mejor con el destino que los militares darían a la edificación.

Años después, incendio mediante, la Presidenta Bachelet, en su primer mandato, recuperó el espacio y el nombre de la poeta, luego descafeinado como GAM, simbolizando la cultura corta de luces y “marquera” que domina. Es de esperar que ese complejo cultural no se mutile en su arquitectura inicial ahora que, finalmente, las fuerzas armadas abandonan la torre ocupada en dictadura.

Es que para Chile no es fácil tratar con Mistral. Sin duda es más sencillo convivir con Neruda -por oposición, ateo y republicano, siguiendo con el ejemplo de España-, de domicilio conocido en todo sentido: comunista en lo político; tres casas “abiertas a público”, en lo habitacional; una fundación prestigiosa que administra su legado; relaciones amorosas abundantes pero finalmente confesas; con ópera, película y cartero consagrados; colecciones -caracolas, botellas, mascarones, entre otras- públicas, clasificadas y donadas en vida, y una muerte investigada hasta el exceso.

También lo es coexistir con Nicanor Parra. Acompañado de una extensa familia que ha luchado por mantener el apellido y sus talentos, entre los cuales destaca un incontrarrestable sello de lo que se puede considerar “chilenidad”, aspecto que facilita mucho la relación plácida con un país que no se cuestiona que Violeta sea una de las suyas más notables ni que sus tapices hayan llegado al Louvre.

Pero vaya que se han cuestionado aspectos de la Mistral, cuestionado y ocultado. Ocultado y mostrado. Mostrado y disputado cuando se muestran, como aconteció al tiempo que sus herederas quisieron entregar al país algunas de sus especies, disputadas de mala manera entre diferentes instituciones culturales estatales.

Es que Mistral es compleja y debemos aceptarla y quererla así. No fue ni será un súper héroe ni una súper heroína, sino una trascendente poeta universal que excedió en vida y obra nuestras fronteras, que es chilena y forastera a  la vez, que no se puede reducir a su condición sexual, que se la debe respetar hasta que seamos capaces -como país- de comprenderla y acogerla a cabalidad.

Es posible y deseable que ese proceso haya comenzado. Que los profundos cambios que en Chile se están iniciando, en educación y en reconocimiento de la diversidad y la multiculturalidad, nos estén acercando también a comprender ampliamente a Gabriela.

Lo que no será breve ni perceptible a simple vista.

Solo debemos estar atentos.

Hasta cuando Chile pueda convivir, sin drama, con la complejidad de sus poetas mayores.

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15 abr 2015

Conciencia de enfermedad

No conocía el concepto “conciencia de enfermedad”,o “anosognosia», que consiste en que personas psíquicamente normales niegan contra toda evidencia estar enfermos,es decir, carecen de la conciencia de su enfermedad,…  el término acaba de integrarse a mi léxico, pues define certeramente el tiempo que vivimos.

Lo oí hace poco, cuando un sabio médico y dirigente regional de la DC, el doctor Claudio Martínez, lo utilizó en el Consejo Nacional del partido para referirse a la situación del país, de la política y de la DC. Se trata evidentemente de un mecanismo de defensa, el que resulta inútil cuando el cuerpo, en este caso la DC, empieza a exhibir los síntomas del mal que le aqueja.

Todas y cada una de las declaraciones aparecidas en el último año-para qué decir las últimas semanas-, son muestra patente de que padecemos de anosognosia.

Hasta las piedras parecen hablar y decirnos ¡basta, ya! Reconozcan sus culpas, faltas, delitos, abusos, concomitancia con el poder, con el opresor,… pero la respuesta del mundo político, incluida la DC, es negar, es seguir como si nada pasara.

Es redactar una declaración,suscrita desde la UDI al PC, para informar al pueblo chileno que lo que piense, declame o grite por las calles les da exactamente lo mismo. En el documento indican que, desde su poder, a lo más reconocen en el último punto de una declaración -que a nadie, salvo a ellos, ha importado-, que “hay todo un campo de acción para la sociedad civil, los medios de comunicación, las organizaciones sociales, las universidades, las iglesias y, en general, todas aquellas organizaciones e instituciones que constituyen el tejido social de Chile, cuya voz debe ser escuchada”.

¿Ahora?… ¿recién ahora se dan cuenta de que deben escuchar la voz de sus mandantes? ¿Recién ahora  le toman el peso a la indignación y al hastío de la gente? ¿Todos estos próceres, sabios e iluminados recién perciben en sus delicadas narices que algo huele mal en Dinamarca?… Anosognosia

Si escucharan, si pusieran atención a los síntomas, si tuviesen la honesta voluntad de cumplir con su mandato, podrían haber notado los tumores y las carnes necrosadas, se habrían dado cuenta de lo grave de la crisis que vive Chile; una crisis que no es necesariamente de las instituciones, sino de las personas que integran la élite insensible, endogámica, abusadora y descriteriada que decide y manda, pero no lo hacen… Anosognosia

Porque las denuncias por boletas falsas, financiamiento irregular de campañas y negocios especulativos, son sólo el adorno de una torta formada por hechos más graves y persistentes en el tiempo, como la creación de una élite en la cual se cruzan vergonzosamente los intereses políticos y los comerciales…  no reconocerlo es anosognosia.

Fueron camaradas, compañeros y correligionarios que sin ninguna vergüenza pasaban de un organismo fiscalizador a una empresa fiscalizada; camaradas, compañeros y correligionarios que de un pasar correspondiente a un profesional, pasaban a integrar el club de los dominantes; camaradas, compañeros y correligionarios que se hicieron de mala forma del uso del agua, de tierras, bosques y minas; camaradas, compañeros y correligionarios que desde 1990 hicieron oídos sordos a un clamor por justicia, por igualdad de oportunidades, por poner coto al abuso y a la obligación de endeudamiento de la gente para sobrevivir.

Y así siguió todo, los chilenos de a pie financiando con su ahorro obligatorio -léase cotización previsional-, a los más ricos que vieron crecer sus posesiones obteniendo dinero fresco de nuestros bolsillos, prestándoselos entre ellos a costo casi cero y a nosotros a precio de usura.

Los chilenos de a pie viendo a un gran empresario como Luksic nutre -y se nutre de- funcionarios públicos para proteger sus intereses.

Los chilenos de a pie expoliados por los cárteles de los pollos, de las farmacias y quien sabe de cuántos más que se mantienen sumergidos; los ciudadanos de a pie irrespetados en sus conocimientos y facultades al ser tratados como masa ignorante, vociferante; los ciudadanos de a pie sufriendo una educación y salud cara y segregada,… en fin, los ciudadanos de a pie sufriendo, pero batallando; batallando por sus hijos, esposas, esposos, madres, padres, abuelos, abuelas.

Sépanlo, entiéndalo, asúmanlo: es esta elite la que sufre de anosognosia, no el pueblo, este pueblo  que se cansó; que venía detectando los síntomas hace años, pero que sólo hoy, de la mano de los escándalos siente que es necesario aplicar el tratamiento que corresponde a tan grave mal: cortar, cortar… cortar el músculo necrosado, el nervio insensible,eliminar la sangre muerta.

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15 abr 2015

Un destilado endeble

Tiempo atrás, un escritor chileno se preguntaba si la Mistral usó alguna vez pantalones. Quizá no fuera más que un eufemismo para disfrazar desvelos del ambiente en torno a los entresijos amorosos de nuestra  Nobel.

Niña errante, epistolario entre Gabriela Mistral y Doris Dana, contiene en su preámbulo afirmaciones que erigen a su autor, Pedro Pablo Zegers, en  máximo detractor del lesbianismo de la laureada elquina. Solo habría una tierna amistad, con ella en “posición de maestra” y Doris de discípula y la varonil rúbrica “tuyo” no revelaría más que un ascendiente paternal y protector.

Cierta crítica se ha esforzado salvaguardando la imagen de la profesora rural cuya fallida maternidad se compensa alucinatoriamente en cantos y rondas infantiles, alejándola pudorosamente del torrente sáfico.

A esta comezón no escapa Jorge Edwards: “Pienso en las cartas de Gabriela Mistral a Doris Dana y creo que demuestran su enorme capacidad de amor, su riqueza emocional trágica, su imaginación desbordante, pero no puedo asegurar que la relación de la maestra con su discípula norteamericana, treinta y tantos años menor que ella, haya sido exactamente carnal. No creo que nadie pueda asegurarlo”.

Sepa Moya, cómo pudo Edwards ignorar esta declaración: “Te lo repito: yo no soy la bestia de mera calentura física que tú has visto en mí. (…) Pero eso no fue hecho por otra cosa, fue un amor violento de alma y cuerpo. Gabriela.”

Miriam Loebell en El sabor de la errancia soslaya esos recatos y tras un golpe de timón navega con desenfado por rumbos contrarios.

El tema no cambia: la Mistral y su empalme con Doris Dana, cuando ya premiada en Estocolmo vivió algún tiempo en México e Italia. La situación apenas se disfraza nombrándolas Luciana Morea y Doro o Dorothy. Loebell, apoyada en textos de Niña errante los reescribe recargando las tintas en la intimidad de las amigas.

Ahora, Luciana – Mistral galopará “sin bridas y sin estribos” por las praderas eróticas encandilando y cortejando a las jovenzuelas que se le pongan por delante. Infatigable sátiro o fauno más o menos consciente de tener ya poco hilo en la carretilla:

“Mijita, el amor es un estado de gracia. ¿De qué sirve pensar si durará diez años o unos minutos? ¡Vivámoslo!”

Ese derrotero muestra acaso lo más logrado de la narración. Viajes en barco, bailes, bebidas y algo de drogas expresan a esta Luciana, dama mayor y de posibles, como dicen los españoles. Y forzando límites y atardeceres de la virtud, vigilante e idónea en la complacencia de sus mancebas, asume la delantera en los avatares de la posición horizontal, ajena a los parámetros del convencional eterno femenino.

Por cierto, estamos lejos del perfil usual de esta “mujer nada de tonta” según la llamara un académico.

Sin duda, mucha carne y hueso tiene la Mistral de Loebell, tanta que pena su continente filosófico y político. Simplona, bordeando la cursilería en algunos incisos y absorta en las diligencias de Eros, la literatura parece no existir para ella. Ni tampoco sus amistades, tan importantes en el despliegue de su creación literaria. Roberto Matta se reduce a menos de una línea en las páginas de esta novela.

El mismo que la visitara cuando era consulesa en Lisboa: “Le vino como una especie de lástima de verme tan decangajado y entonces me invitó a almorzar, y como se hizo demasiado tarde me quedé a dormir. Y así estuve tres meses en su casa”.

“Es verdad que me enamoré de ella y le pedí su mano. Porque era muy buenamoza. Tenía unos ojos enormes y hablaba con gran dulzura. Me dijo que podía ser mi abuela y que mejor me callara”.

La vieja nortina, inmersa y recubierta por la dominante pátina hedonista,  despejada de sus afanes sociales, estéticos y políticos, pierde tonelaje transformándose en pura pasión; vulgar hembra tórrida y ardorosa.

Loebell, empleando la mayor parte de sus energías en el intento por desmontar la visión oficial mistraliana, desecha aspectos básicos. Sus “recados” sobre el trópico frío o las referencias bíblicas, por ejemplo: “La Biblia es para mí el libro. No veo como puede alguien vivir sin ella”.

O la prosa americanista de sus inquietudes sociales:

Yo deseo unas repúblicas futuras en que los motes tontos de rey del aceite o rey del azúcar, se dejen de mano para resucitar, en cambio, estos bellos nombres medievales: el Maestro del cuero, el Maestro del cáñamo o, si se quiere volver a las caballerías, el Caballero de la forja. Bueno será reemplazar algunas de tantas fiestas cívicas nuestras por festividades artesanas, la del hierro o la de los paños, la del choapino o el sarape”.

“En mi valle el hombre tomaba sobre sí la mina; la mujer labraba. Antes de los feminismos de asamblea y de reformas legales, 50 años antes, hemos tenido allá en unos tajos de la Cordillera el trabajo de la mujer hecho costumbre. He visto de niña regar a las mujeres a la medianoche, en nuestras lunas claras, la viña y el huerto frutal; he trabajado con ellas en la llamada “pela del durazno”.

Aunque desbarranca por esa sensualidad magra de espíritu que recubre a la suprema doña de nuestras letras, el relato se deja leer. Un asequible esfuerzo por sobrepasar el simil agrio y frugal heredado de algunos cultores mistralianos.

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